Carta dominical del arzobispo de Barcelona, monseñor
Juan José Omella. ‘La piedra de toque del seguimiento de Jesús, no lo
olvidemos, es el amor, y el amor pasa por la cruz’
Publicamos a
continuación la carta dominical del arzobispo de Barcelona, monseñor Juan José
Omella:
Iniciamos hoy la
semana que desde tiempo inmemorial el pueblo cristiano llama santa. Y la llama
así por muchas razones, pero básicamente porque toda ella está abocada al
domingo de Resurrección, al domingo de Pascua, que encierra el fundamento de
nuestra fe. De manera muy gráfica, san Pablo lo razonó bajo la inspiración del
Espíritu Santo: “Cristo ha resucitado, y se ha aparecido a Simón y a los demás.
Finalmente, se me ha aparecido a mí. Si Cristo no hubiera resucitado, nuestra fe
carecería de sentido, estaría vacía, y seguiríamos con nuestros pecados”.
La fiesta central de
todo el calendario cristiano es la Resurrección de Jesucristo. Y todos los
acontecimientos que rememoramos, que volvemos a hacer presentes y que
celebramos en los días de la Semana Santa, están abocados al gran misterio
pascual. Hoy es el domingo de Ramos, y la Iglesia recuerda, revive y celebra la
entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Pocos días más tarde, será en esa
ciudad donde será clavado en una cruz. Siempre me han llamado la atención las
palabras de san Juan en el prólogo de su Evangelio y que leemos en Navidad:
“Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron”. Hoy viene a los suyos de
nuevo, y tampoco lo van a recibir, tampoco lo van a aceptar, tampoco lo van a
seguir, pese al fervor entusiasta que ha contagiado al cortejo. Hoy sabemos muy
bien que aquella entrada triunfal fue para la mayoría algo efímero. De hecho,
los que chillan a voz en cuello “¡hosanna!”, serán prácticamente los mismos que
el Viernes Santo habrán transformado ese grito en un enfurecido “¡crucifícale!”
“¡Qué diferentes voces eran – comenta San Bernardo en un sermón pronunciado en
un domingo de Ramos – y qué diferentes los ramos y la cruz, las flores y las
espinas!”.
¿Qué ha podido suceder
para semejante cambio? ¿Por qué tanta falta de coherencia? ¿Ha sido el miedo,
la comodidad, el qué dirán, los respetos humanos? Os invito, queridos lectores,
a que estas preguntas nos las hagamos a nosotros mismos mirando nuestro propio
corazón. Hoy, como hace dos mil años, somos capaces de las mismas grandezas y
las mismas miserias de aquellos que se volcaron en el recibimiento a Jesús. Le
siguieron en masa, muchos, pero en realidad fueron muy pocos los que llegaron
hasta el final. Hoy somos más de mil cien millones de hombres y mujeres, de
todo el mundo, los seguidores de Jesús. ¿Seguidores? Aquella entrada triunfal
pide hoy, igual que entonces, coherencia, perseverancia, fidelidad,
continuidad. Nuestro seguimiento de Jesús no puede ser un sentimiento fugaz que
se apaga a la más mínima contrariedad. La piedra de toque del seguimiento de
Jesús, no lo olvidemos, es el amor, y el amor pasa por la cruz. Sin cruz no hay
redención, no hay salvación.
Recibamos en nuestro
corazón a ese Jesús que viene lleno de humildad montado en un borriquillo.
Digámosle que estamos dispuestos a acompañarlo hasta el final, sacando adelante
todas nuestras obligaciones para con Dios, para con la familia y para con toda
la sociedad. Vivamos una Semana Santa – y siempre – con tal categoría que los
demás, amigos, compañeros de trabajo y familiares, al vernos, no tengan más
remedio que afirmar con alegría: “Este es un cristiano, un verdadero seguidor
de Jesucristo”.
Que Dios os bendiga a
todos.
+Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona
Arzobispo de Barcelona
(ZENIT – Madrid).
No hay comentarios:
Publicar un comentario