domingo, 27 de marzo de 2016

Atentado suicida en un parque lleno de familias cristianas pakistaníes

Al menos 63 cristianos muertos y 300 heridos mientras celebraban la Pascua en un parque de Lahore
La mayoría de las víctimas son mujeres y niños que festejaban la alegría pascual
Al menos 63 personas murieron y decenas resultaron heridas en una explosión este domingo por la noche (hora local) cerca de un parque en Lahore, gran ciudad del este de Pakistán, donde cristianos celebraban Pascua, según un alto responsable local.
"El balance subió a 63 muertos. Las operaciones de rescate continúan", declaróMuhamad Usman, un alto responsable administrativo de la ciudad de Lahore, agregando que los militares se desplegaron en el lugar.
"Hemos necesitado la ayuda del Ejército. Los militares llegaron al lugar y ayudan en las tareas de rescate y de seguridad", explicó.
Según este alto responsable, mujeres y niños figuran entre las víctimas y el balance podría subir, puesto que hay varios heridos "en estado crítico".
Un balance anterior daba la cifra de 25 muertos.
"Al parecer se trata de un atentado suicida (...) El parque estaba lleno este domingo", declaró a la AFP Haider Ashraf, oficial de policía. Agregó que se habían encontrado rodamientos en la plaza.
La deflagración se produjo en un aparcamiento cerca del parque Gulshan-e-Iqbal, próximo al centro de la ciudad, donde la comunidad cristiana celebraba este domingo de Pascua.
"Un suicida hizo explotar las bombas que portaba en el parque Gulshan Iqbal cerca de una zona infantil en torno a las 19.00" hora local -las cuatro de la tarde, hora peninsular española-, según ha explicado a Efe el portavoz policial del área, Mohamed Salim.
Un portavoz de los servicios de rescate de la ciudad, Jam Sajjad, ha señalado a esta misma agencia que el parque Gulshan Iqbal tiene una extensión enorme, con zona de actividades para niños y que en el momento de la explosión el lugar estaba lleno de familias que van a pasar allí la tarde los fines de semana.
"Cuando se produjo la explosión, las llamas eran tan altas que sobrepasaron los árboles y vi cuerpos volando por el aire", relata Hasan Imran, de 30 años, que había acudido al parque esta tarde a dar un paseo.
El Gobierno provincial del Punjab, de la que Lahore es la capital, ha informado en su cuenta de Twitter de que se ha declarado el estado de emergencia en todos los hospitales de la ciudad y ha anunciado tres días de luto oficial.
Salman Rafique, un portavoz del gobierno provincial, ha explicado que la cifra de fallecidos podría aumentar porque muchos de los 280 heridos están siendo operados.
Muchos de los heridos, según cuentan los medios locales citados por Reuters, han tenido que ser desplazados a los hospitales en taxis por la escasez de ambulancias.
"¿Qué clase de gente ataca a niños en un parque?"
"Estábamos allí para pasar un buen rato y disfrutar del tiempo", asegura Nasreen Bibi en el hospital donde espera llorando a que los médicos le digan cómo está su hija de dos años que ha resultado herida. "¿Que clase de gente ataca a niños en un parque?", se lamenta.
A mediados de marzo, 15 personas murieron y 30 resultaron heridas en un atentado con bomba contra un autobús en el que viajaban empleados del Gobierno en la ciudad de Peshawar, en el noroeste del país.

A pesar de ello, los atentados talibanes se han reducido tras el comienzo de una operación militar en las zonas tribales en 2014 y que todavía continúa en la que han muerto unos 3.500 insurgentes, según el Ejército.(RD/Agencias)

«Lleven a todos la alegría y la esperanza de Cristo resucitado». Mensaje de Pascua y bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco

Jesucristo, encarnación de la misericordia de Dios, ha muerto en cruz por amor, y por amor ha resucitado. Por eso hoy proclamamos: ¡Jesús es el Señor!». Resuenan fuertes las palabras del Sucesor de Pedro pronunciadas desde el balcón central de la Basílica Vaticana, dirigidas a la Ciudad de Roma y al Mundo, en este 2016, Año de la Misericordia.

Después de presidir la Santa Misa de Pascua, en una plaza de San Pedro repleta de peregrinos y fieles provenientes de diversas partes del mundo, decorada con flores para la ocasión, y de prodigar saludos y bendiciones a los fieles presentes en un breve recorrido con el Papamóvil, el Pontífice subió al balcón central de la Basílica de san Pedro para impartir su mensaje Urbi et Orbi en el año Jubilar de la Misericordia.

Afirmando que “la resurrección de nuestro Señor Jesucristo cumple la profecía del Salmo «La misericordia de Dios es eterna», el padre y Pastor de la Iglesia Universal reiteró que “el amor de Jesús amor es para siempre, nunca muere”, y, constatando las realidades de un mundo “lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu”, con “crónicas diarias repletas de informes sobre delitos brutales”, y de “conflictos armados a gran escala”, proclamó, una vez más, la esperanza que nos llega de Jesús Resucitado.

El primer pensamiento del Papa fue a la querida Siria, “país desgarrado por un largo conflicto, con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil”. El pontífice encomendó al poder del Señor las conversaciones en curso para que se puedan recoger los frutos de paz y emprender la construcción de una sociedad fraterna.

Un intercambio fecundo entre pueblos y culturas deseó para las zonas de la cuenca del Mediterráneo y de Medio Oriente, en particular en Irak, Yemen y Libia, como también la convivencia pacífica entre israelíes y palestinos en Tierra Santa, a través de “un compromiso cotidiano de trabajar en la construcción de los cimientos de esa paz”. También rezó por una solución definitiva de la guerra en Ucrania, y para que “el Señor de la vida avive nuestra cercanía a las víctimas del terrorismo”, esa “forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo”.

Con un pensamiento particular puesto en Burundi, Mozambique, la República Democrática del Congo y en el Sudán del Sur, el Obispo de Roma elevó una plegaria para que el Señor “lleve a buen término las perspectivas de paz en África”, y deseó, asimismo, que el mensaje pascual “se proyecte también sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos”.
Con los hermanos y hermanas emigrantes y refugiados que huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y la injusticia social en su corazón, el Obispo de Roma deseó que “la próxima Cumbre Mundial Humanitaria no deje de poner en el centro a la persona humana”.  

También la tierra, nuestra casa común, “maltratada y vilipendiada por una explotación ávida de ganancias”, en el mensaje del Papa de este 2016,  con una particular mención a “las zonas afectadas por los cambios climáticos que en ocasiones provoca sequía o inundaciones, con las consiguientes crisis alimentarias”.

Por último, a todos los que han perdido toda esperanza y el gusto de vivir, a los ancianos abrumados que en la soledad sienten perder vigor, a los jóvenes a quienes parece faltarles el futuro, el Vicario de Cristo proclamó la esperanza del mensaje que nos da Jesús Resucitado: «Mira, hago nuevas todas las cosas... al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente» (Ap 21,5-6).

“Que este mensaje consolador de Jesús nos ayude a todos nosotros a reanudar con mayor vigor la construcción de caminos de reconciliación con Dios y con los hermanos”.

(GM – RV)

¿Dónde buscar al que vive?

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La fe en Jesús, resucitado por el Padre, no brotó de manera natural y espontánea en el corazón de los discípulos. Antes de encontrarse con él, lleno de vida, los evangelistas hablan de su desorientación, su búsqueda en torno al sepulcro, sus interrogantes e incertidumbres.
María de Magdala es el mejor prototipo de lo que acontece probablemente en todos. Según el relato de Juan, busca al crucificado en medio de tinieblas, «cuando aún estaba oscuro». Como es natural, lo busca «en el sepulcro». Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida. Por eso, el vacío del sepulcro la deja desconcertada. Sin Jesús, se siente perdida.
Los otros evangelistas recogen otra tradición que describe la búsqueda de todo el grupo de mujeres. No pueden olvidar al Maestro que las ha acogido como discípulas: su amor las lleva hasta el sepulcro. No encuentran allí a Jesús, pero escuchan el mensaje que les indica hacia dónde han de orientar su búsqueda: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado».
La fe en Cristo resucitado no nace tampoco hoy en nosotros de forma espontánea, solo porque lo hemos escuchado desde niños a catequistas y predicadores. Para abrirnos a la fe en la resurrección de Jesús, hemos de hacer nuestro propio recorrido. Es decisivo no olvidar a Jesús, amarlo con pasión y buscarlo con todas nuestras fuerzas, pero no en el mundo de los muertos. Al que vive hay que buscarlo donde hay vida.
Si queremos encontrarnos con Cristo resucitado, lleno de vida y de fuerza creadora, lo hemos de buscar, no en una religión muerta, reducida al cumplimiento y la observancia externa de leyes y normas, sino allí donde se vive según el Espíritu de Jesús, acogido con fe, con amor y con responsabilidad por sus seguidores.
Lo hemos de buscar, no entre cristianos divididos y enfrentados en luchas estériles, vacías de amor a Jesús y de pasión por el Evangelio, sino allí donde vamos construyendo comunidades que ponen a Cristo en su centro porque, saben que «donde están reunidos dos o tres en su nombre, allí está él».
Al que vive no lo encontraremos en una fe estancada y rutinaria, gastada por toda clase de tópicos y fórmulas vacías de experiencia, sino buscando una calidad nueva en nuestra relación con él y en nuestra identificación con su proyecto. Un Jesús apagado e inerte, que no enamora ni seduce, que no toca los corazones ni contagia su libertad, es un «Jesús muerto». No es el Cristo vivo, resucitado por el Padre. No es el que vive y hace vivir.
José Antonio Pagola


MENSAJE DE PASCUA DE RESURRECCIÓN. Revestidos del Hijo de Dios.

“Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: « ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí” (Mc 16, 1-6).
Es Pascua florida, la fiesta central del Año Cristiano, la razón de nuestra fe, porque Aquel en quien creemos no es un mito, ni una leyenda, sino una persona que vive y nos ofrece la mayor posibilidad de plenitud, por la esperanza de nuestro destino.
Un personaje joven, vestido de blanco, nos anuncia que Jesucristo está resucitado. Algunos ven en el joven al mismo Jesucristo, a Aquel que en lo alto del monte se transfiguró y adelantó esta hora, cuando “sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo”.
En la liturgia bautismal, el sacerdote, después de derramar el agua sobre el neófito, y aún más si es adulto, le ofrece una vestidura blanca. En los primeros siglos del cristianismo, el recién bautizado la llevaba durante toda la octava de Pascua.
La túnica que nos dejó Jesús al pie de la Cruz se ha convertido en vestidura filial para todos los que participamos por gracia del sacramento del bautismo. Como en un revestimiento real, aunque invisible, los cristianos formamos la gran muchedumbre que avanza con vestiduras blancas hacia el trono de Dios, vestiduras que han sido lavadas en la sangre del Cordero.
Nuestra mirada, a veces tan opaca, debería atravesar la realidad a menudo tan oscura, y adentrarse en lo más profundo del corazón, como lo hicieron las mujeres en el interior del sepulcro, y contemplar con sobrecogimiento la identidad a la que hemos sido elevados por el regalo del Resucitado.
Por Aquel que nos ha conseguido la túnica blanca, podemos sentarnos en el banquete de bodas, y cuando seamos presentados ante el Padre Dios, al vernos revestidos como su Hijo amado, nos abrazará entrañablemente.
No destruyamos la túnica sagrada que nos ha regalado a tanto precio Jesucristo. San Pablo nos estimula a ser conscientes y responsables del don filial que hemos recibido: “Revestíos más bien del Señor Jesucristo” (Rm 13, 14). “Y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios” (Ef 4, 24). “Así pues, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo. Sed también agradecidos” (Col 3,12-15).
¡Feliz Pascua!
Ángel Moreno de Buenafuente


CRISTO HA RESUCITADO ¡ALELUYA! ¡FELICES PASCUAS A TODOS!

Queridos amigos, queremos felicitarles las Pascuas con unas palabras de la homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual:
"Continuamente vemos, y veremos, problemas cerca de nosotros y dentro de nosotros. Siempre los habrá, pero hay que iluminar esos problemas con la luz del Resucitado, en cierto modo hay que «evangelizarlos».
Evangelizar los problemas. No permitamos que la oscuridad y los miedos atraigan la mirada del alma y se apoderen del corazón, sino escuchemos las palabras del Ángel: el Señor «no está aquí. Ha resucitado» (v.6); Él es nuestra mayor alegría, siempre está a nuestro lado y nunca nos defraudará.
Este es el fundamento de la esperanza, que no es simple optimismo, y ni siquiera una actitud psicológica o una hermosa invitación a tener ánimo. La esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a Él.
Esta esperanza no defrauda porque el Espíritu Santo ha sido infundido en nuestros corazones (cf. Rm 5,5). El Paráclito no hace que todo parezca bonito, no elimina el mal con una varita mágica, sino que infunde la auténtica fuerza de la vida, que no consiste en la ausencia de problemas, sino en la seguridad de que Cristo, que por nosotros ha vencido el pecado, ha vencido la muerte, ha vencido el miedo, siempre nos ama y nos perdona.
Hoy es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni nadie nos podrá apartar nunca de su amor (cf. Rm 8,39).
El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos. Después de haberlo encontrado, invita a cada uno a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida.
Hay tanta necesidad de ella hoy. Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al Resucitado con la vida y mediante el amor...
¿Cómo podemos alimentar nuestra esperanza? ... Hacer memoria de las palabras de Jesús, hacer memoria de todo lo que Él ha hecho en nuestra vida. No olvidemos su Palabra y sus obras...
Queridos hermanos y hermanas, ¡Cristo ha resucitado! Y nosotros tenemos la posibilidad de abrirnos y de recibir su don de esperanza. Abrámonos a la esperanza y pongámonos en camino; que el recuerdo de sus obras y de sus palabras sea la luz resplandeciente que oriente nuestros pasos confiadamente hacia esa Pascua que no conocerá ocaso".
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