jueves, 9 de febrero de 2017

Francisco en Sta. Marta: “Dios hizo a la mujer para que tuviéramos una madre”


El papa Francisco en su homilía de este jueves en la misa matutina que celebró en Residencia Santa Marta, prosiguió la reflexiones sobre la Creación y las lecturas del Libro del Génesis, recordando que el Señor había plasmado todos los animales, pero el hombre no encontraba en ellos la compañía adecuada, estaba solo.
Por ello el Señor le sacó una costilla a Adán y formó a la mujer, que el hombre reconoció como carne de su carne. “Pero, antes de verla la había soñado” recordó el Pontífice, y precisó que “para comprender a una mujer, antes hay que soñarla”, señalando la riqueza que la mujer aporta a la armonía de la Creación.
“Cuando falta la mujer, falta la armonía. Solemos decir, hablando que ‘ésta es una sociedad con una marcada actitud masculina ¿no? Falta la mujer”. Dicen: “Sí, sí: la mujer está para lavar los platos, para hacer…”. “No, no, no –respondió el Papa– la mujer está para traer armonía. Sin la mujer no hay armonía”. Porque el hombre y la mujer “no son iguales, no son uno superior al otro: no. Sólo que el hombre no trae armonía. Es ella la que trae esa armonía, que nos enseña a acariciar, a amar con ternura y que hace del mundo una cosa bella».
El Pontífice indicó que la mujer con la armonía trae la capacidad de enamorarse, y contó que en una audiencia mientras saludaba a la gente, le preguntó a una pareja que celebraba 60 años de matrimonio, quién de los dos había tenido más paciencia: “Y ellos me miraban, se miraban a los ojos, nunca olvidaré esos ojos. Luego volvieron y me dijeron, los dos juntos: ‘estamos enamorados’. Después de 60 años, esto significa una sola carne. Y esto es lo que trae la mujer: la capacidad de enamorarse. La armonía al mundo”.
“La funcionalidad no es el objetivo de la mujer. Es verdad que la mujer tiene que hacer cosas, y hace como todos hacemos, cosas”, señaló el Pontífice, pero “el objetivo de la mujer es brindar la armonía”. Por ello “explotar a las personas es un crimen de lesa humanidad, es verdad. Pero explotar a una mujer es más: es destruir la armonía que Dios ha querido dar al mundo”.
Recordando el Evangelio de Marcos que habla de la mujer sirio-fenicia y de su valentía como madre, el Papa dijo que le gusta pensar que Dios creó a la mujer para que todos tuviéramos una madre.
“Dios nos ha dado un gran don, es la mujer” y aún más porque “la mujer es la armonía, es la poesía, es la belleza. Sin ella el mundo no sería tan bello, no sería armonioso. Y me gusta pensar –pero es algo personal– que Dios ha creado a la mujer para que todos nosotros tuviéramos una madre”.
ZENIT

800 millones de Lázaros



Somos cómplices y víctimas de un sistema desalmado que genera graves injusticias, desigualdades y mucha alienación personal
La parábola del hombre rico y el pobre Lázaro centra el mensaje del Papa para la Cuaresma de este año. El primero –dice Francisco– representa «la «opulencia», el «lujo exagerado», pero también a la persona incapaz de ver las necesidades del otro. ¿Un rico desalmado? Nos convendría no juzgar muy severamente. El domingo se celebra la Jornada de Manos Unidas, que recuerda que 800 millones de personas pasan hambre en el mundo, mientras en España un tercio de los alimentos termina en el cubo de la basura. La analogía es demasiado hiriente.
Sabemos –nos lo recuerda, si no, Manos Unidas– que el planeta puede abastecer a toda la humanidad. Que el problema está en los sistemas de producción y comercialización de los alimentos, convertidos en un producto con el que los mercados especulan a costa de la vida de muchos. Entramos así en una dimensión global que a un ciudadano español de a pie tal vez le venga muy grande. Pero Manos Unidas nos dice también que cada uno de nosotros es parte de ese engranaje; cómplices, por tanto, aunque también víctimas de un sistema desalmado (una «economía que mata», dice el Papa) que genera graves injusticias y desigualdades, y dosis nada desdeñables de alienación personal.
La Cuaresma –escribe Francisco– es «una fuerte llamada a la conversión», a volver los ojos a Dios y a abrir «nuestro corazón al otro». Esa conversión tiene una dimensión social. Adoptar estilos de vida más sobrios se ha convertido en una de las primeras formas de solidaridad, porque la voracidad en el norte alimenta terribles formas de explotación en el sur. Pero el Papa ha aludido también a la necesidad de compromiso político. Al dirigirse el sábado a representantes de empresas focolares de Economía de Comunión, les advirtió de que «un empresario que es solamente un buen samaritano cumple solo la mitad de su deber: cura a las víctimas de hoy, pero no reduce las de mañana». Es necesario además implicarse para cambiar unas reglas del juego injustas, aunque ahora podamos pensar que el reto nos viene muy grande.
Alfa y Omega

El Papa admite que en el Vaticano «hay corrupción» y una «atmósfera mundana y principesca»


Francisco ha recibido a los 60 integrantes de la revista jesuita La Civiltà Cattolica con motivo de la publicación de su número 4.000. En el próximo número, se publicarán unas respuestas del Papa a los superiores religiosos en las que les pide que le ayuden a combatir la mundanidad y el clericalismo en la Iglesia
«¡Permanezcan en mar abierto! El católico no debe tener miedo del mar abierto, no debe buscar reparo en puertos seguros. Ustedes como jesuitas eviten aferrarse a certezas y seguridades»: fue la invitación que dirigió el Papa Francisco a los a 60 integrantes de la revista jesuita La Civiltà Cattolica, recibidos en audiencia, en la mañana de este 9 de febrero, en ocasión del número 4.000 de esta revista quincenal que cuenta con 167 años de historia.
El Papa les recordó que en su navegación van «en la barca de Pedro». «Este vínculo al Pontífice es, desde siempre, una característica esencial de vuestra revista», encargada por Pío IX a la Compañía de Jesús para estar «al servicio directo de la Sede Apostólica». Y exclamó: «¡Rememos al servicio de la Iglesia, rememos juntos! Es este el vínculo entre ustedes y yo». En este sentido, el Pontífice les agradeció que «siempre han acompañado cada pasaje fundamental de mi Pontificado» con la publicación de las Encíclicas y Exhortaciones Apostólicas, «dando siempre una fiel interpretación».
La misión de La Civiltà Cattolica es ser católica, sin ser «de sacristía»: «Una revista es verdaderamente católica solo si posee la mirada de Cristo sobre el mundo y lo transmite y da testimonio». Por eso, recordando la felicitación que les ha enviado con motivo del número 4.000, ha explicado que debería ser «al mismo tiempo puente y frontera».
Inquietos, incompletos e imaginativos
Para seguir adelante y profundizar sobre el «diseño constitucional» de la revista, el Vicario de Cristo usó tres palabras: la «inquietud», que ayuda a no ser estériles, con la certeza de la fe que debe ser el motor de la investigación; el ser «incompletos» porque deben ser escritores de pensamiento abierto, incompleto; y finalmente, «imaginación» porque «el pensamiento rígido no es divino» y «la sabiduría del discernimiento rescata la necesaria ambigüedad de la vida».
«El pensamiento de la Iglesia –prosiguió– debe recuperar genialidad y entender cada vez mejor cómo el hombre se comprende hoy para desarrollar y profundizar su propia enseñanza».
Edición en español
Esta celebración de la veterana publicación católica coincide con el lanzamiento de sus versiones en español, inglés, francés y coreano. Y también con la publicación, en su próximo número, de las respuestas del Santo Padre a las preguntas de varios superiores de órdenes y congregaciones religiosas en un encuentro celebrado el 25 de noviembre.
En su respuestas, adelantadas este jueves por Corriere della Sera, Francisco admite que en el Vaticano «hay corrupción» y una «atmósfera mundana y principesca» que no afecta solo a los cardenales –llamados príncipes de la Iglesia–. «Basta ser clericales». Los religiosos –añadió– «tienen que contribuir a destruir este ambiente nefasto», que es «lo peor en la organización de la Iglesia».
A pesar de todo ello, el Pontífice subrayó que vive «en paz». Cuando hay un problema –contó– se lo encomienda a san José, cuya imagen durmiente tiene en su habitación. «Yo duermo bien. Duermo seis horas y rezo. Esta paz es un regalo del Señor» que recibió al ser elegido Papa.
Las críticas «hacen bien»
También le ayuda un poco de «pasotismo», aunque ¬–subrayó– «nunca lavarse las manos» como Poncio Pilato, que tiene muchos imitadores en la Iglesia. «Un superior que se lava las manos no es padre y no ayuda», insistió. En este sentido, tampoco le molestan las críticas, que «hacen bien» si «sirven para crecer».
Sobre los abusos sexuales por parte de sacerdotes y religiosos a menores y la pederastia, el Papa subraya que esta «es una enfermedad» y, «en el caso de que estén implicados curas o religiosos, está calro que está presente el diablo, que destroza la obra de Jesús a través de quien la tendría que anunciar».
Por eso, pide que se preste atención a verificar la madurez afectiva de los candidatos a la vida sacerdotal o religiosa, y que en el caso de que hayan sido rechazados por otra institución, se averigüe con profundidad el porqué.
El adelanto de la conversación en el Corriere della Sera incluye, además, una reflexión del Pontífice sobre las penitencias físicas, como el cilicio. «Cuando entré en el noviciado de los jesuitas, me dieron el cilicio. Esta bien el cilicio, pero atención: no tiene que ayudarme a demostrar que soy bueno y fuerte. La verdadera ascesis tiene que hacerme más libre».
Agencias
Alfa y Omega

COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS (7,24-30)




El Evangelio de Marcos presenta hoy la figura de la mujer «de lengua griega y de origen siro-fenicio» que suplica a Jesús «que expulse el demonio de su hija». 

La mujer, dirigiéndose a Jesús, es «valiente», como lo es toda «madre desesperada» que «ante la salud de un hijo», está dispuesta a hacer de todo. «Le habían dicho que existía un hombre bueno, un profeta», y así fue a buscar a Jesús, a pesar de que «no creía en el Dios de Israel».

Por el bien de su hija «no tuvo vergüenza de la mirada de los apóstoles». Y se acercó a Jesús para suplicarle que ayudara a su hija que estaba poseída por un espíritu impuro. 

A su petición Jesús respondió que había venido «ante todo para las ovejas de la casa de Israel». Y se lo «explica con un lenguaje duro», diciéndole: «Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». 

La mujer no respondió a Jesús «con su inteligencia, sino con sus entrañas de madre, con su amor». Y dijo: «Pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». Queriendo decir: «Dame estas migajas a mí». 

Impresionado por su fe «el Señor hizo un milagro». Y, así, «al llegar a su casa, se encontró a la niña acostada en la cama, y el demonio se había marchado».

Es, en esencia, la historia de una madre que «se había expuesto al riesgo de hacer un mal papel, pero insistió» por amor a su hija. Viniendo «del paganismo y de la idolatría, encontró la salud para su hija»; y para sí misma «encontró al Dios viviente». Su camino «es el camino de una persona de buena voluntad que busca a Dios y lo encuentra». Por su fe «el Señor la bendice». 

Pero es también la historia de mucha gente que aún hoy «recorre este camino». Y «el Señor espera» a estas personas, movidas por el Espíritu Santo. «Cada día en la Iglesia del Señor hay personas que recorren este camino, silenciosamente, para encontrar al Señor», precisamente «porque se dejan conducir por el Espíritu Santo». 

«Recorramos el camino de la mujer cananea, de esa mujer pagana, acogiendo la Palabra de Dios que fue sembrada en nosotros y que nos conducirá a la salvación».

Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños



Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 24-30
En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro.
Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse.
Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies.
La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.
Él le dijo:
«Deja que coman primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».
Pero ella replicó:
«Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».
Él le contestó:
«Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija».
Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
Palabra del Señor.