"El amor de Jesús no tiene límites,
no se cansa de amar. A ninguno"
Francisco ha lavado los pies de
doce presos, hombres y mujeres, hijos todos del mismo Dios que muere, y que
resucitará, por el Amor con mayúsculas
(Jesús Bastante).- El
día del Amor Fraterno. Dios se hace hombre, se hace rotundamente humano, y nos
lava, y nos besa los pies. Se hace uno con nuestro
sufrimiento, sea cual sea. No importa su origen, sus pecados,
su pasado. Sólo importa el Amor. Lágrimas, emoción, mucha
emoción. Esta fue la principal sensación que un cronista saca
después de seguir la ceremonia del Lavatorio de los Pies de este Jueves Santo,
en el que el Papa Francisco ha lavado los pies de doce presos,
hombres y mujeres, hijos todos del mismo Dios que muere, y que
resucitará, por el Amor con mayúsculas.
Francisco no pudo evitar emocionarse
cuando se arrodilló, no sin esfuerzo, a lavar los pies de seis hombres, seis mujeres y un pequeño niño negro, en
la parroquia del Padre Nuestro de Rebbibia. Presos, presas, voluntarios,
sufrientes en los márgenes, que sintieron la acogida y la cercanía de un Papa
que, hoy más que nunca, se hizo presente en una emotiva ceremonia, que hizo saltar sus propias lágrimas, y las de todos cuanto
participaban en la misma.
Unos 300 presos
participaron en la ceremonia que recuerda el momento en que
Jesús instituyó la Eucaristía y lavó los pies de sus discípulos. No sólo se
lavó a hombres, como estipulaban las normas vaticanas -aduciendo que los
discípulos, como los sacerdotes, eran sólo varones-: hubo mitad hombres, mitad
mujeres, incluso un niño, al que el Papa lavó el pie derecho mientras su madre
y una reclusa cercana estallaban en lágrimas.
"Jesús, habiendo amado a los
suyos, los amó hasta el extremo", dijo el Papa en su homilía previa al
gesto del lavado de pies. Y es que, recordó Francisco, "el amor de Jesús
por nosotros no tiene límites. Siempre más, siempre más. No se
cansa de amar. A ninguno".
"Nos ama a todos nosotros,
hasta el punto de dar la vida por nosotros, por todos nosotros" añadió
Bergoglio. "Da la vida por cada uno de nosotros. Por cada
uno. Cada uno podemos decir: fue por mí. Porque su amor es así,
personal. El amor de Jesús no desilusiona nunca, porque él no se cansa de amar.
Como no se cansa de perdonar, de abrazarnos.".
"Jesús se ha hecho esclavo para
servirnos, para curarnos, para pulirnos", sostuvo el Santo
Padre, quien explicó el gesto que, posteriormente, llevó a cabo. "La
Iglesia quiere que el sacerdote lave los pies de doce personas en memoria de
los 12 apóstoles. Pero en nuestro corazón tenemos que tener la certeza, la
seguridad de que cuando el Señor nos lava los pies nos lava
enteros, nos purifica. Nos hace sentir otra vez su amor".
Una iglesia hospital de campaña, que
no se olvida de ninguno de sus hijos, esté en prisión, perdido o renegado.
"¿Puede una madre olvidarse de su hijo? Si una madre se olvidara de su
hijo, yo nunca me olvidaré de ti. Así es el amor de Dios con nosotros",
insistió el Papa, quien apuntó que "hoy lavaré los pies de doce de
vosotros, y en esos hermanos y hermanas estáis todos
vosotros, todos los que vivís aquí. Representáis a todos ellos"
"También yo necesito ser lavado
por el Señor, y por esto rezad durante la misa, para que el Señor también lave
mi suciedad. Para que yo me vuelva más esclavo vuestro, más
esclavo en el servicio de la gente, como lo ha sido Jesús", terminó el
Papa, antes de arremangarse y colocarse un delantal blanco para, con ayuda de
un par de acólitos, arrodillarse y levantarse doce -contando al niño, trece-
veces para lavar los pies de estos presos. Y, con ellos, los de toda la
Humanidad.
Jesús Bastante,