La madre de los hijos de
Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para
pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo:
"Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el
otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús.
"¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le
respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En
cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo,
sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al
oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los
llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre
ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe
suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de
ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo
del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en
rescate por una multitud".
(San Mateo 20,20-28)
1. No porque pidamos a
Jesús algo que queramos, él lo va a conceder. La petición de la madre de los
hijos de Zebedeo viene hoy a representar a muchos que asumen que cualquier cosa
que pidan a Jesús, él la va a dar. Aquí vemos a una madre pidiendo algo para
sus hijos pero no lo consigue de Jesús. Podría pensarse que esto contradice a
lo que Jesús dijo en otro pasaje: "Y yo haré todo lo que ustedes pidan en
mi Nombre" (Jn 14, 13). Pero debemos comprender que eso sucederá si está
en la voluntad de Dios. Acá Cristo le hace ver que lo que pide no es acorde a
lo establecido en la voluntad de Dios. Y pensemos ¿Cuantas cosas estaré
pidiendo a Dios, sin saber si me convienen? ¿Estoy resentido con Dios por algo
que pedí y no me dio? En esta sociedad hay muchos resentidos porque una oración
no rindió el fruto que esperaban, pero no nos ponemos a analizar si era la
voluntad de Dios para nosotros. Recordemos siempre lo que el Apóstol Juan nos
dejó: Tenemos plena confianza de que Dios nos escucha si le pedimos algo
conforme a su voluntad. (1 Jn 5, 14)
2. Reaccionemos como Jesús,
no como el hombre. Los otros apóstoles se molestan cuando escuchan la petición
de la madre, pero Cristo en vez de molestarse le aclara a la madre y le aclara
a los apóstoles. Esta pedagogía de Cristo nos cuesta aplicar porque siempre
apelaremos al MOTIVO, y como humanos débiles y pecadores perdemos la luz de
Dios para reaccionar como se debe. Entonces, pidamos la luz del Espíritu Santo
para saber comprender como Dios comprende. Es un hecho que estuvo mal lo que
pedía la madre, pero Cristo la trató de un modo distinto sin por ello justificarle
o aprobarle. Debemos hoy tomar la actitud de Cristo con quien necesita
aclaración o direccionamiento. En este caso, ella no alegó, no persistió en su
error, y por ello la actitud de Jesús. Por tanto, tampoco creamos que debemos
ser dulces ante el pecado o la herejía, pero siempre ser proporcional en la
corrección con la actitud que muestre quien necesita ser corregido.
3.
Ser grande es ser servidor. Me gusta esto, porque esa misma valentía que
muestran para recriminar la petición de la madre, debe ser mostrada a la hora
de servir al Señor y darlo todo por él. Somos fáciles de caer en esto, para
unas cosas somos rápidos: señalar, reclamar, y puede que sean sentimientos
humanos justos en algún momento, pero así mismo debiéramos ser rápidos para
servir al Señor. Ahí está la grandeza, en el servicio.El que quiera ser grande
que se haga esclavo. Es una forma misma de decirle a los Apóstoles: ¿ustedes se
molestan por lo que esa madre pidió para sus hijos? Pues entonces sirvan!,
háganse servidores, así serán grandes. No quieran ganarse algo, recriminando al
que lo pide, hagan ustedes lo que deben.
Estas palabras nos deben poner a pensar y replantear algunas actitudes que tenemos, sobre todo en el servicio, donde se ven los celos y las envidias.
Estas palabras nos deben poner a pensar y replantear algunas actitudes que tenemos, sobre todo en el servicio, donde se ven los celos y las envidias.
Católicos firmes en su Fe