“Todo el mundo” hoy “está en guerra”, por la cual “no hay justificación”. Y el rechazo del “camino de la paz” hace que Dios mismo, que
Jesús mismo, lloren. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la
Casa de Santa Marta.
“Jesús ha llorado”. Con estas palabras el
Pontífice comenzó su homilía, en la que resonó el eco del Evangelio de Lucas
leído poco antes, un pasaje tan breve cuanto conmovedor.
El mundo disfrazado de fiesta
Jesús se acerca a Jerusalén y –
probablemente desde un punto más alto que le permite verla – la observa y
llora, dirigiendo estas palabras a la ciudad: “¡Si hubieras comprendido también
tú, en este día, lo que conduce a la paz! Pero ahora ha sido escondido a tus
ojos”. Francisco las repitió una a una y añadió:
Pero también hoy Jesús llora. Porque
nosotros hemos preferido el camino de las guerras, el camino del odio, el
camino de las enemistades. La Navidad está cerca: habrá luces, habrá fiestas,
árboles iluminados, también pesebres… todo falsificado: el mundo sigue haciendo
la guerra, sigue haciendo las guerras. El mundo no ha comprendido el camino de
la paz.
Guerra para los bolsillos de los
traficantes
El Santo Padre recordó las recientes
conmemoraciones de la Segunda Guerra Mundial, las bombas de Hiroshima y
Nagasaki, su visita a Redipuglia, el año pasado con motivo del aniversario de
la Gran Guerra. “Matanzas inútiles”, repitió con las palabras del Papa
Benedicto. “Hoy hay guerra por doquier, hay odio”, constató. Y se preguntó:
“¿Qué queda de una guerra, de ésta, que estamos viviendo ahora?”:
¿Qué queda? Ruinas, miles de niños sin
educación, tantos muertos inocentes: ¡tantos!, y tanto dinero en los bolsillos
de los traficantes de armas.
Una vez Jesús dijo: “No es posible servir
a dos patrones: o a Dios, o las riquezas”. La guerra es precisamente la
elección por las riquezas: “Construyamos armas, así la economía se equilibra un
poco, y vamos adelante con nuestro interés”. Hay una palabra fea del Señor:
“¡Malditos!”. Porque Él ha dicho: “¡Bienaventurados los constructores de paz!”.
Estos que trabajan por la guerra, que hacen las guerras, son malditos, son
delincuentes. Una guerra se puede justificar – entre comillas – con tantas,
tantas razones. Pero cuando todo el mundo, como sucede hoy, está en guerra,
¡todo el mundo!: es una guerra mundial – a pedazos: aquí, allá, allá, por
doquier… no hay justificación. Y Dios llora. Jesús llora.
Que el mundo llore por sus crímenes
“Y mientras los traficantes de armas hacen
su trabajo – prosiguió diciendo el Pontífice – están los pobres
agentes de paz que sólo para ayudar a una persona, a otra, a otra, y a otra,
dan su vida”. Como hizo “un icono de nuestros tiempos, Teresa de Calcuta”. Contra
la cual también – observó – “con el cinismo de los potentes, se podría decir:
‘¿Pero qué ha hecho aquella mujer? ¿Ha perdido su vida ayudando a la gente a
morir?”. No se comprende el camino de la paz…”:
Nos hará bien también a nosotros pedir la
gracia del llanto, por este mundo que no reconoce el camino de la paz. Que vive
para hacer la guerra, con el cinismo de decir que no hay que hacerla. Pidamos
la conversión del corazón. Precisamente en el umbral de este Jubileo de la
Misericordia, que nuestro júbilo, nuestra alegría sea la gracia para que el
mundo vuelva a encontrar la capacidad de llorar por sus crímenes, por lo que
hace con las guerras.
(María Fernanda Bernasconi - RV).