jueves, 19 de noviembre de 2015

¿Dónde estaba Dios la noche del viernes en París?


Desde luego, no en la acción de los terroristas que mataban en su Nombre. Nada hay más ajeno al Dios verdadero que la destrucción de sus hijos y de sus criaturas. El Magisterio de la Iglesia recuerda que los musulmanes se dirigen al mismo Dios Padre que los cristianos. Y Dios es amor.

Tampoco estaba en los arrebatos de ira y de racismo visceral que estas acciones suelen hacer surgir hasta en personas de bien, aunque no lo exterioricen. El odio incrementa el odio, porque es el alimento del diablo. Y desde luego, no estaba de brazos cruzados mirando para otro lado, insensible a lo que les suceda a los hombres.

¿Dónde estaba Dios, entonces? ¿Es el mal una muestra de que no existe?

En absoluto. La noche del viernes, Dios estaba siendo asesinado por la libertad mal empleada. Dios fue hecho rehén y fue muerto. Fue degollado, tiroteado, graneado. Dios estaba consolando y compadeciendo (padeciendo con) a cada familiar y amigo afectado de lleno por los terroristas. Dios estaba gritando desagarradoramente silencioso en cada sagrario, llorando en el Sacramento para que los terroristas no atentasen. Dios estaba preso de su amor, que dio libertad a los hombres. Dios estaba, de nuevo, crucificado en el dolor.

Y estaba, y está, en el corazón de todos los hombres y mujeres que no desean devolver mal por mal. Que anhelan la paz y la justicia. Que desean que a los asesinos se les frene, no por sed de venganza, sino por deseo de concordia.

Fuente: "Alfa y Omega":

serpersona.info

El arzobispo de Madrid presidió una misa por las víctimas de París, y por la paz

Osoro: "La mayor victoria del terrorismo sería colonizar los corazones de odio"
El arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, presidió anoche una Misa en la catedral de Santa María la Real de la Almudena por las víctimas de los atentados de París y por la paz. En su homilía, ha recordado que «una tragedia provocada por manos humanas ha puesto de luto a todos los pueblos de la tierra, después de inundar de dolor la ciudad de París» y ha incidido en que, en la celebración, «recordamos a los fallecidos y los presentamos con todo nuestro cariño a Dios, pedimos por el restablecimiento de los heridos, y no dejamos de rezar por la paz en el mundo, en las guerras conocidas y olvidadas», con una mención especial a los cristianos perseguidos en Oriente Medio.
En este sentido, el prelado ha denunciado de nuevo el uso blasfemo por parte de los terroristas del «nombre de Dios», al cual «las grandes religiones confesamos como el Señor de la Vida, el que es Compasivo y Padre Misericordioso». Y ha reivindicado la fraternidad como camino para conseguir la paz. Esa fraternidad, que «es una palabra sagrada también dentro del imaginario de nuestra nación hermana Francia», proviene de reconocernos hijos de un padre común, tal como se reza en el Padrenuestro, la oración cristiana por excelencia. «Aprendamos a decir y a vivir diciendo Padrenuestro; así vendrá la paz, paz en el corazón, en las relaciones interpersonales, en las relaciones internacionales», ha añadido.
Además, monseñor Osoro ha apelado a la esperanza de la fe ante tragedias para las que, humanamente, «no hay explicación», sin olvidar «nuestra responsabilidad» tras la matanza. «Los actos terroríficos no pueden embotarnos el corazón», ha dicho, antes de asegurar que «la mayor victoria del terrorismo sería que colonizase nuestro corazón con el odio y nuestra razón, haciéndonosla perder, con respuestas creadoras de más violencia».
«No podemos confundir a los verdugos con las víctimas. Esta tragedia nos debe llevar a ejercer la sabiduría y la prudencia. Pero ni puede ni debe anestesiarnos ante el dolor ajeno. No podemos permanecer insensibles ante las grandes tragedias humanas que llaman a nuestras puertas, como las personas víctimas del fundamentalismo, de la violencia o del hambre. No dejemos ganar al terrorismo. Su mayor victoria sería enajenarnos el alma; el alma de una Europa construida sobre unos valores de honda raigambre cristiana y que son tan universales y actuales», ha aseverado.

Junto al arzobispo de Madrid, han concelebrado el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini, y varios obispos, entre ellos un prelado en representación del episcopado francés; el arzobispo de Urgel y copríncipe de Andorra, monseñor Joan-Enric Vives; el arzobispo de Malabo, monseñor Juan Nsue Edjang Mayé; el secretario general de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo; así como los vicarios episcopales y el Cabildo de la catedral. Han participado también varios representantes de las Iglesias ortodoxas, evangélica y anglicana.

Entre las autoridades, han estado presentes el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes; la delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa; la presidenta de la Asamblea, Paloma Adrados; el presidente del Consejo de Estado, José Manuel Romay Beccaría, y la defensora del Pueblo, Soledad Becerril; además de varios representantes diplomáticos, entre ellos el embajador de Francia en España, Yves Saint-Geours, a quien muchos asistentes a la celebración se han acercado para mostrarle su solidaridad y apoyo.
Archidiócesis d Madrid

Homilía del Papa: Jesús llora por el mundo que mata y no comprende la paz


“Todo el mundo” hoy  “está en guerra”, por la cual “no hay justificación”. Y el rechazo del  “camino de la paz” hace que Dios mismo, que Jesús mismo, lloren. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
“Jesús ha llorado”. Con estas palabras el Pontífice comenzó su homilía, en la que resonó el eco del Evangelio de Lucas leído poco antes, un pasaje tan breve cuanto conmovedor.

El mundo disfrazado de fiesta

Jesús se acerca a Jerusalén y – probablemente desde un punto más alto que le permite verla  – la observa y llora, dirigiendo estas palabras a la ciudad: “¡Si hubieras comprendido también tú, en este día, lo que conduce a la paz! Pero ahora ha sido escondido a tus ojos”. Francisco las repitió una a una y añadió:
Pero también hoy Jesús llora. Porque nosotros hemos preferido el camino de las guerras, el camino del odio, el camino de las enemistades. La Navidad está cerca: habrá luces, habrá fiestas, árboles iluminados, también pesebres… todo falsificado: el mundo sigue haciendo la guerra, sigue haciendo las guerras. El mundo no ha comprendido el camino de la paz.

Guerra para los bolsillos de los traficantes

El Santo Padre recordó las recientes conmemoraciones de la Segunda Guerra Mundial, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, su visita a Redipuglia, el año pasado con motivo del aniversario de la Gran Guerra. “Matanzas inútiles”, repitió con las palabras del Papa Benedicto. “Hoy hay guerra por doquier, hay odio”, constató. Y se preguntó: “¿Qué queda de una guerra, de ésta, que estamos viviendo ahora?”:
¿Qué queda? Ruinas, miles de niños sin educación, tantos muertos inocentes: ¡tantos!, y tanto dinero en los bolsillos de los traficantes de armas.

Una vez Jesús dijo: “No es posible servir a dos patrones: o a Dios, o las riquezas”. La guerra es precisamente la elección por las riquezas: “Construyamos armas, así la economía se equilibra un poco, y vamos adelante con nuestro interés”. Hay una palabra fea del Señor: “¡Malditos!”. Porque Él ha dicho: “¡Bienaventurados los constructores de paz!”. Estos que trabajan por la guerra, que hacen las guerras, son malditos, son delincuentes. Una guerra se puede justificar – entre comillas – con tantas, tantas razones. Pero cuando todo el mundo, como sucede hoy, está en guerra, ¡todo el mundo!: es una guerra mundial – a pedazos: aquí, allá, allá, por doquier… no hay justificación. Y Dios llora. Jesús llora.

Que el mundo llore por sus crímenes

“Y mientras los traficantes de armas hacen su trabajo  – prosiguió diciendo el Pontífice  – están los pobres agentes de paz que sólo para ayudar a una persona, a otra, a otra, y a otra, dan su vida”. Como hizo “un icono de nuestros tiempos, Teresa de Calcuta”. Contra la cual también – observó – “con el cinismo de los potentes, se podría decir: ‘¿Pero qué ha hecho aquella mujer? ¿Ha perdido su vida ayudando a la gente a morir?”. No se comprende el camino de la paz…”:
Nos hará bien también a nosotros pedir la gracia del llanto, por este mundo que no reconoce el camino de la paz. Que vive para hacer la guerra, con el cinismo de decir que no hay que hacerla. Pidamos la conversión del corazón. Precisamente en el umbral de este Jubileo de la Misericordia, que nuestro júbilo, nuestra alegría sea la gracia para que el mundo vuelva a encontrar la capacidad de llorar por sus crímenes, por lo que hace con las guerras.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

¡Si comprendieras lo que conduce a la paz!


Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 41-44
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando:
-« ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!
Pero no: está escondido a tus ojos.
Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra.
Porque no reconociste el momento de mi venida.»
Palabra del Señor