Pocos minutos después de las 15 horas, el papa Francisco
viajaba en el papamovil entre la gente que le esperaba por las calles y le
aplaudía.
Después de haber saludado y besado a algunos niños, entró en
la catedral. Y mientras el coro creaba una atmósfera recogida, el papa se sentó
adelante, al pie del altar.
El arzobispo de Cagliari, Arrigo Miglio,
recordó que estaban presentes los voluntarios de la Cáritas, un grupo de presos.
Al final de sus palabras el papa saludó a diversas personas, pobres, detenidos,
encarcelados menores, ex prostitutas y también enfermos y personas varias.
El papa inició agradeciendo a los presentes de estar allí, y en su “yo
me siento aquí como en mi casa” estallaron los aplausos. “Porque como se dice en
América Latina esta casa es mi casa” dijo.
El papa subrayó, en algunas
palabras fuera del discurso que había preparado: “Aquí sentimos de manera fuerte
y concreta que somos todos hermanos. Aquí el único Padre es el Padre Celeste, y
el único maestro es Jesucristo”. Y volviendo al mensaje escrito recordó: “La
primera cosa que quiero compartir es esta alegría de tener a Jesús como
Maestro”.
Y les aconsejó: “Miremos hacia Él, esto nos da tanta fuerza,
tanta consolación en nuestras fragilidades, en nuestras miserias y
dificultades”. Porque “todos los que estamos aquí somos iguales delante del
Padre”, y señaló que “Jesús decidió de hacerse hombre y como hombre hacerse
siervo, hasta la morir en la cruz”. El papa precisó que esta es la vía del amor,
y señaló que “la caridad no es asistencialismo” porque advirtió que eso “es
hacer negocios”.
Sobre la palabra solidaridad en esta cultura de lo
descartable consideró “que corre el riesgo de ser borrada del vocabulario,
porque da fastidio y en cambio nosotros decimos que este es el camino”. Y
recordó que la humildad de Jesús fue real, porque eligió de estar con los
pequeños, con los excluidos, con nosotros. Pero volvió a advertir: “Atención, no
es una ideología”.
Un segundo aspecto que quiso subrayar el santo padre
es que “Jesús no vino al mundo para hacer un desfile, para hacerse ver” y por
eso agradeció a Dios por el empeño de aquellos que quieren seguirlo, en
particular los voluntarios a quienes instó a “ realizar obras de misericordia
con misericordia, las de caridad con caridad, con ternura y siempre con
humildad.
“¿Saben?, a veces se encuentra arrogancia en el servir a los
pobres” dijo, y “estoy seguro que ustedes lo han visto, la arrogancia de quienes
saben que necesitamos de su servicio”. Y señalo que “algunos instrumentalizan a
los pobres por intereses personales o del propio grupo. Sé que esto es humano
¡pero no está bien! Y digo más: esto es pecado, pecado grave, porque es usar a
los que son carne de Jesús para su vanidad propia”, y concluyó el santo padre:
“Sería mejor si estas personas se quedaran en su casa”.
“Siguiendo a
Cristo en la vía de la caridad sembramos la esperanza” dijo. Recordó que la
sociedad italiana y en general, necesita esperanza, “y algunos miembros de ella
deben empeñarse en el sector político que es una forma alta de caridad”. Matizó
que como Iglesia existe una responsabilidad de colaborar con las instituciones
públicas respetando las propias competencias.
Y repitió “No se dejen
robar la esperanza y vayan adelante”. Concluyó bendiciendo “a todos ustedes
junto a vuestras familias”. Al despedirse pidió: “recen por mí que tengo mucha
necesidad de oraciones”.
A la salida de la catedral hubo un evento fuera
de programa, del santo padre encontró a un grupo de unas cien religiosas de
clausura, de diversas congregaciones. “El señor nos ha llamado --les dijo-- para
sostener a la Iglesia, ante todo con las oraciones. Recen por mí”.