sábado, 7 de noviembre de 2015

Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Sal 144, 2-3. 4-5. 10-11 
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Día tras día, te bendeciré 
y alabaré tu nombre por siempre jamás. 
Grande es el Señor, merece toda alabanza, 
es incalculable su grandeza.
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Una generación pondera tus obras a la otra, 
y le cuenta tus hazañas. 
Alaban ellos la gloria de tu majestad, 
y yo repito tus maravillas.
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, 
que te bendigan tus fieles; 
que proclamen la gloria de tu reinado, 
que hablen de tus hazañas.

Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Si no fuisteis a fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?


Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 9-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
-«Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.»
Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él.
Jesús les dijo:
-«Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro.
La arrogancia con los hombres Dios la detesta.»
Palabra del Señor