domingo, 6 de enero de 2013

Querido Jesús, yo también te quiero regalar


«Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra» (Mateo 2, 11).
Mi buen Jesús... hoy, día que celebramos Tu epifanía a todos los hombres... y día en que te visitaron los «magos de Oriente» para llevarte sus dones... yo también me acerco a Ti para entregarte lo poco que tengo...

En este día, te entrego el «oro» de lo poco que poseo, con la conciencia de que lo tengo porque Tú me lo has dado... te entrego mis pensamientos y mis acciones... mi trabajo, mi esfuerzo y mi cansancio... en fin, te entrego mi vida para que Tú la dirijas como y hacia donde Tú quieras hacerlo...
...
Te entrego el «incienso» de mis oraciones... las dichas con fervor... y aquellas que, por la prisa, en ocasiones he repetido sin poner todo mi corazón en ellas... las dichas ante el Sagrario y las dichas en el automóvil, mientras conduzco... te entrego mis horas ante Ti en el Santísimo... y las Eucaristías a las que he asistido a encontrarme contigo... te entrego cada Rosario... cada Novena... y cada oración que te he ofrecido... para que Tú, mi Señor, las multipliques y las hagas dar fruto...

Te entrego, también, la «mirra» de mis dificultades y problemas... de mis angustias y pesares... te entrego mis momentos de ansiedad, cuando buscaba con urgencia Tu Paz... te ofrezco mis miserias... mis momentos de dudas... mis miedos y temores... te entrego las tormentas que he encontrado y de las que Tú me has permitido salir... te entrego cada cruz... cada sufrimiento... cada tribulación... para que Tú, Dios mío, las guardes en Tú Sacratísimo Corazón...

Por último, mi amado Jesús... te pido que bendigas a cada uno de los amigos que nos visitan en este pequeño rinconcito que tenemos aquí... derrama sobre ellos y sus familias Tus Gracias... llénalos de Tu Amor... y concédeles Tu Paz... para que vivan, hoy y siempre, unidos a Ti...

~*~*~*~

¡Muchas felicidades y que Dios me los bendiga mucho en este día de los Reyes Magos!!!
De "Tengo sed de Ti"

«Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra» (Mateo 2, 11).

Mi buen Jesús... hoy, día que celebramos Tu epifanía a todos los hombres... y día en que te visitaron los «magos de Oriente» para llevarte sus dones... yo también me acerco a Ti para entregarte lo poco que tengo...

En este día, te entrego el «oro» de lo poco que poseo, con la conciencia de que lo tengo porque Tú me lo has dado... te entrego mis pensamientos y mis acciones... mi trabajo, mi esfuerzo y mi cansancio... en fin, te entrego mi vida para que Tú la dirijas como y hacia donde Tú quieras hacerlo...

Te entrego el «incienso» de mis oraciones... las dichas con fervor... y aquellas que, por la prisa, en ocasiones he repetido sin poner todo mi corazón en ellas... las dichas ante el Sagrario y las dichas en el automóvil, mientras conduzco... te entrego mis horas ante Ti en el Santísimo... y las Eucaristías a las que he asistido a encontrarme contigo... te entrego cada Rosario... cada Novena... y cada oración que te he ofrecido... para que Tú, mi Señor, las multipliques y las hagas dar fruto...

Te entrego, también, la «mirra» de mis dificultades y problemas... de mis angustias y pesares... te entrego mis momentos de ansiedad, cuando buscaba con urgencia Tu Paz... te ofrezco mis miserias... mis momentos de dudas... mis miedos y temores... te entrego las tormentas que he encontrado y de las que Tú me has permitido salir... te entrego cada cruz... cada sufrimiento... cada tribulación... para que Tú, Dios mío, las guardes en Tú Sacratísimo Corazón...

Por último, mi amado Jesús... te pido que bendigas a cada uno de los amigos que nos visitan en este pequeño rinconcito que tenemos aquí... derrama sobre ellos y sus familias Tus Gracias... llénalos de Tu Amor... y concédeles Tu Paz... para que vivan, hoy y siempre, unidos a Ti...

~*~*~*~

¡Muchas felicidades y que Dios me los bendiga mucho en este día de los Reyes Magos!!!

¿Quiénes eran los Magos?

Hoja Parroquia de Nuestra Señora de Europa

Epifanía del Señor


Con los pastores pasó hace unos días un acontecimiento extraño que resultó bien. Cuidaban sus rebaños cumpliendo su rudo oficio cuando vieron una tan extraña como clara visión de ángeles que les decían cosas al principio incomprensibles y al poco rato comprobadas. Sí, allí, en un casuco, estaba el Niño del que se les habló, con su madre y un varón. Hicieron lo que pudieron en su tosquedad y carencia según mandaban las circunstancias. Como les habían asegurado que era la "Luz que iluminaba al pueblo que habitaba en sombras de muerte", de lo que tenían dieron para ayudar y para quedar bien con aquella familia que al parecer era más pobre que ellos. No les costó trabajo aceptar el milagro que era tan claro. Lo dijeron los ángeles, pues... tenían razón.



Vinieron unos Reyes. Fueron los últimos en llegar a ver a aquel Niño y si se entretienen un poco más..., pues ¡que no lo encuentran! Viajaron mucho por los caminos del mundo. Venían desde muy lejos. Pasaron miedo, frío y calor. Hasta estuvieron perdidos pero, preguntando e inquiriendo, sacaron fruto de su investigación. Aquello fue un consuelo porque tuvieron susto de haber perdido el tiempo y tener que regresar a los comienzos con el fracaso en sus reales frentes. Pero no, sabían que aquella estrella era capaz de llevarles adonde estaba Dios. También las circunstancias mandaban y adoraron y ¡cómo no! ofrecieron dones al Niño-Creador.

Los dos son caminos, la fe y la razón. Uno es sencillo, basta con que hable Dios. El otro es costoso, búsqueda constante y sincera con peligros de equivocación. La Verdad está en su sitio. Sencillez es condición. Los pastores la aprehenden y los sabios la descubren. Entrambos la sirven y entrambos son de Dios.



Archidiócesis de Madrid

Los Magos de Oriente, modelos del verdadero sabio. Benedicto XVI

¡Queridos hermanos y hermanas!

Celebramos hoy la gran fiesta de la Epifanía, el misterio de la Manifestación del Señor a todas las gentes, representadas por los Magos, venidos de Oriente para adorar al Rey de los Judíos (cfr Mt 2,1-2). El evangelista Mateo, que relata el acontecimiento, subraya que éstos llegaron a Jerusalén siguiendo una estrella, avistada en su surgimiento e interpretada como signo del nacimiento del Rey anunciado por los profetas, o sea, el Mesías. Llegados sin embargo a Jerusalén, los Magos necesitaron las indicaciones de los sacerdotes y de los escribas para conocer exactamente el lugar a donde dirigirse, es decir, Belén, la ciudad de David (cfr Mt 2,5-6; Mi 5,1). La estrella y las Sagradas Escrituras fueron las dos luces que guiaron el camino de los Magos, los cuales aparecen como modelos de los auténticos buscadores de la verdad.

Éstos eran unos sabios, que escrutaban los astros y conocían la historia de los pueblos. Eran hombres de ciencia en un sentido amplio, que observaban el cosmos considerándolo casi un gran libro lleno de signos y de mensajes divinos para el hombre. Su saber, por tanto, lejos de considerarse autosuficiente, estaba abierto a ulteriores revelaciones y llamadas divinas. De hecho, no se avergüenzan de pedir instrucciones a los jefes religiosos de los judíos. Habrían podido decir: hagámoslo solos, no necesitamos a nadie, evitando, según nuestra mentalidad actual, toda “contaminación” entre la ciencia y la Palabra de Dios. En cambio los Magos escuchan las profecías y las acogen; y, apenas se vuelven a poner en camino hacia Belén, ven nuevamente la estrella, casi como confirmación de una perfecta armonía entre la búsqueda humana y la Verdad divina, una armonía que llenó de alegría sus corazones de auténticos sabios (cfr Mt 2,10). El culmen de su itinerario de búsqueda fue cuando se encontraron ante "el niño con María su madre" (Mt 2,11). Dice el Evangelio que “postrándose le adoraron". Habrían podido quedarse desilusionados, es más, escandalizados. En cambio, como verdaderos sabios, se abrieron al misterio que se manifiesta de modo sorprendente; y con sus dones simbólicos demostraron que reconocían en Jesús al Rey y al Hijo de Dios. Precisamente en ese gesto se cumplen los oráculos mesiánicos que anuncian el homenaje de las naciones al Dios de Israel.

Un último detalle confirma, en los Magos, la unidad entre inteligencia y fe: es el hecho de que “advertidos en sueños de que no volvieran a Herodes, volvieron a su tierra por otro camino" (Mt 2,12). Habría sido natural volver a Jerusalén, al palacio de Herodes y al Templo, para proclamar su descubrimiento. En cambio, los Magos, que han elegido como soberano al Niño, lo cus
ces de vivir siempre la profunda sintonía que hay entre la razón y la fe, entre la ciencia y la revelación.

Benedicto XVI. 6 de enero de 2010