Me decía un amigo con humor: He trabajado toda la vida con intensidad para
después jubilarme y tener tiempo para los amigos, viajar a otros países, comer
con calma y beber buenos vinos. Ahora ya tengo dinero y tiempo, pero con tanto
trabajar he destrozado mi salud de tal manera que ya no puedo viajar, ni comer,
ni beber. He tenido éxito en los negocios, pero he hecho el peor de todos los
negocios con mi vida.
Esto me confirma en lo que hace unos años trato de vivir con sencillez y
humildad. Vivir el presente y atender a lo cotidiano de la vida. Para ello
trato de ser fiel a la vida cotidiana en todas sus manifestaciones, en la
atención a cada momento y a cada persona, sin quedar absorbido por sueños y
ritmos que me agitan y me sacan del día a día y de aquella persona que tengo
delante de mí, sin dejarme tiempo para el encuentro en el que se rehacen las
personas y las tareas.
Cada vez veo más claramente, que es una trampa trabajar para vivir bien en el
futuro, sin tener, aquí y ahora, buenas relaciones con aquellas personas con
las que estoy, sean familiares, amigos y amigas, personas con las que ocasional
y puntualmente me encuentro, como por ejemplo aquellas con las que comparto
este mes de julio en México. Ya no me dejo llevar y arrastrar con impaciencia
por la agenda, pues he constatado que eso me hacer perder el tacto y la
sensibilidad necesaria para estar con las personas, asumir los sucesos de cada
día y vivir esperanzadamente el futuro posible, que no tanto el deseado.
Es por eso que para mí cada persona, cada encuentro, cada día… son únicos, y no
leña para quemar y así alumbrar el futuro. A medida que la vida y cada detalle
cobran su valor, me siento unificado en mi vida y vivo en paz y, de esta forma,
puedo pasar de una situación a otra, del dolor a la risa, del trabajo al canto,
porque cada segundo está situado en una corriente de vida que alimenta y
unifica desde dentro los instantes, tanto los dolorosos como los alegres.
Así trato de vivir el tiempo al ritmo del evangelio en el que cada detalle
cuenta: “el vaso de agua dado al servidor, el abrazo al niño que se abre paso
entre los adultos para ver qué pasa, la falta de vino en una boda, el perfume
de nardo en la cabeza, un hombre rico que se sube a una higuera del camino para
ver al hombre del que todo el mundo habla…”
Para mí, pues, vivir el hoy, el aquí ahora, me lleva a asumir con
responsabilidad y solidaridad el paso de la vida, lo que hacerme cargo de lo
que me pasa cada día, asumirla responsable y solidariamente, muy lejos de la
búsqueda del disfrute y del gozo del presente, al que descaradamente se nos
invita, por diversos modos y medios, en la sociedad del bullicio y el descarte.
Si quieres ejercitarte en vivir el hoy, desde la cotidianidad, te invito a
participar en el encuentro, que tendrá lugar en Segovia, “Desafíos de
humanización”, promovido por este servicio de Animación comunitaria por un
Mundo Mejor.
Nacho. Fuente: Religión digital