jueves, 17 de noviembre de 2016

XIII Semana de Cine Espiritual. Al cine para encontrarse con Dios


Cuentan que cuando Gaudí levantaba la fachada llamada del Nacimiento de la basílica de la Sagrada Familia otro colega le dijo que admiraba las formas de la naturaleza en su arquitectura y entonces él puntualizó: «Diga más bien creación». Esta frase del arquitecto, que está en proceso de beatificación, ha sido tomada como lema de la XIII Semana de Cine Espiritual, organizada por el departamento de Pastoral de Juventud de la Conferencia Episcopal Española y en la que se proyectarán películas que plantean el compromiso del cuidado y la contemplación de la naturaleza como creación de Dios.
El objetivo, según Raúl Tinajero, director del departamento de Pastoral de Juventud de la CEE, es «poner en contacto al espectador con Dios». Tratar de «remover el corazón y la mente» del que se sienta a ver una película «para que se abra a lo trascendente». Destacar aquellos «valores espirituales que despiertan en el ser humano el deseo de una búsqueda que va más allá de sus propio límites». Y «todo esto pensado y enfocado especialmente para jóvenes y niños».
Las películas seleccionadas –Little BoyResucitadoFrancisco. El padre JorgeGhadiSi Dios quiereAtrapa la banderaEl Principito– se proyectarán en 60 sedes repartidas por 40 diócesis distintas de toda España (cada diócesis establece las fechas de celebración de la actividad). Tras el visionado, los estudiantes que participen en la iniciativa –el año pasado lo hicieron cerca de 150.000 personas– podrán trabajar sobre el contenido de cada película gracias a unos materiales didácticos preparados por la editorial Edebé.
J.C.A.

«La fe de los cristianos de Irak no se explica sin Dios»



Jaume Vives tiene 24 años. Periodista casi recién estrenado, es de los que no se conforman con ver las noticias por la televisión o hablar por teléfono con una fuente. «Empecé a ver en medios de comunicación residuales que había un genocidio de los cristianos de Oriente Medio. Yo era muy escéptico y no me lo creía, así que me fui a Líbano primero, y después a Irak».

El joven contó en el Congreso Católicos y Vida Pública que encontró en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, «testimonios de fe y coherencia que no se pueden explicar sin Dios». Recuerda especialmente al padre de la niña Myriam, conocida en el mundo entero tras una entrevista en la que «daba gracias a Dios por el ISIS». «Su padre nos dijo una frase: “Sé que ese 6 de agosto en que lo perdí todo el Señor entró en mi corazón y lo transformó”». «No es un loco, es que está enamorado del Señor. Y te da una patada en la conciencia».

C.S.A.

El Papa en Santa Marta: 'A los católicos tibios su tranquilidad les engaña'


El papa Francisco, en la misa de este martes en la Residencia Santa Marta, ha tomado inspiración en la primera lectura del Apocalipsis de Juan, donde el Señor reprende a los cristianos de la localidad de Laodicea por el riesgo de adormecerse en la Iglesia.
Francisco destacó el fuerte lenguaje usado por el Señor para criticarlos por no ser ni fríos ni calientes. Y les dice: «Estoy a punto de vomitarles fuera de mi boca». No a la tranquilidad que engaña. El Señor advierte que esa tranquilidad «sin sustancia» de los tibios «es una paz que engaña». El Santo Padre se interroga: «¿Qué piensa un tibio? Piensa que es rico, ‘Soy rico y no tengo necesidad de nada’ y esa tranquilidad engaña».
Porque «cuando en el alma de una Iglesia, de una familia, de una comunidad o de una persona está todo tranquilo, Dios no está allí».
Francisco les dice a los tibios que no dormiten en el sopor, en la convicción de que no carecen de nada, de que no hacen daño a nadie. El Señor muestra que los tibios están desnudos. El Señor –prosiguió el Papa– define a los que se creen ricos como «infelices y miserables», pero lo hace por amor, para descubrirles otras riquezas, que sólo Él puede dar.
«No es que la riqueza del alma que uno cree tener porque se siente bien, porque hace todas las cosas bien, con todo tranquilo: es la otra riqueza, la que viene de Dios, que siempre trae una cruz, que trae una tormenta, que siempre causa una inquietud en el alma».
De aquí el consejo –prosiguió el Santo Padre– que se compren vestiduras blancas para vestirse, «para no mostrar su desnudez y la vergüenza: los tibios no se dan cuenta de que están desnudos, como en la fábula del rey desnudo que es un niño quien dice: ‘El rey está desnudo!’... Los tibios están desnudos».
Los tibios, indica el Papa, «pierden la capacidad de contemplación, la capacidad de ver las cosas grandes y bellas de Dios». Por lo tanto, el Señor intenta despertarlos y ayudarles a convertirse.
Por ello el Papa subraya la importancia de ser capaz de «sentir cuando el Señor golpea a nuestra puerta», «porque nos quiere dar algo bueno, quiere entrar en nosotros». El Señor, añade el Papa, es aquel que tenemos delante de nosotros «que quiere ser invitado». Es lo que ocurre con Zaqueo a quien el Señor le dice de recibirle en su casa.
El Papa así invita a preguntarse: «¿Sé distinguir en mi corazón cuando el Señor me ‘despierta’, cuando me dice ‘abre’, o cuando me dice ‘baja’?». Y a rezar para «que el Espíritu Santo nos dé la gracia de discernir estos llamados».
Zenit

RECONOCER EL TIEMPO EN QUE DIOS NOS VISITA



Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,41-44):
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén, cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella,diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en ese día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes.
Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios».
Palabra del Señor

El Papa en la catequesis: “ayudemos a descubrir lo esencial con paciencia y humildad”

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Dedicamos la catequesis de hoy a una obra de misericordia que todos conocemos muy bien, pero que tal vez no la ponemos en práctica como deberíamos: sufrir con paciencia los defectos del prójimo. Todos somos muy buenos para identificar la presencia de alguno que puede incomodar: sucede cuando encontramos a alguien por la calle, o cuando recibimos una llamada telefónica… Enseguida pensamos: “¿Por cuánto tiempo tendré que escuchar las quejas, los comentarios, los pedidos o las vanaglorias de esta persona?”. A veces, sucede también, que las personas fastidiosas son aquellas que están más cercana de nosotros: entre los familiares hay siempre alguien; en el centro de trabajo no faltan; y ni siquiera en el tiempo libre no estamos eximidos. ¿Qué cosa debemos hacer con las personas fastidiosas? También nosotros muchas veces somos incomodos a los demás. ¿Por qué entre las obras de misericordia ha sido incluida también ésta? ¿Sufrir con paciencia los defectos del prójimo?.
En la Biblia vemos que Dios mismo debe usar misericordia para soportar las quejas de su pueblo. Por ejemplo, en el libro del Éxodo el pueblo resulta ser verdaderamente insoportable: primero llora porque es esclavizado en Egipto, y Dios lo libera; luego, en el desierto, se queja porque no tiene que comer (Cfr. 16,3), y Dios envía las codornices y el mana (Cfr. 16,13-16), pero no obstante esto las quejas no cesan. Moisés hacía de mediador entre Dios y el pueblo, y también él algunas vez habría sido incómodo para el Señor. Pero Dios ha tenido paciencia y así ha enseñado a Moisés y al pueblo también esta dimensión esencial de la fe.
Entonces, surge espontáneamente una pregunta: ¿hacemos siempre el examen de conciencia para ver si también nosotros, a veces, podemos resultar incomodos para los demás? Es fácil apuntar el dedo contra los defectos y las faltas de los demás, pero debemos aprender a ponernos en el lugar de los otros.
Miremos sobre todo a Jesús: ¡cuánta paciencia ha debido tener en los tres años de su vida pública! Una vez, mientras estaba de camino con sus discípulos, lo detuvo la madre de Santiago y Juan, y ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda» (Mt 20,21). La madre creaba las elites para sus hijos, pero era la mamá… También de aquella situación Jesús aprovecha la ocasión para dar una enseñanza fundamental: su reino, no es un reino de poder, no es un reino de gloria como aquellos terrenos, sino de servicio y donación a los demás. Jesús enseña a ir siempre a lo esencial y a mirar más lejos para asumir con responsabilidad la propia misión. Podríamos ver aquí la evocación a otras dos obras de misericordia espiritual: aquella de corregir al que se equivoca y enseñar al que no sabe. Pensemos en el gran empeño que se puede poner cuando ayudamos a las personas a crecer en la fe y en la vida. Pienso, por ejemplo, en los catequistas – entre los cuales hay muchas mamás y tantas religiosas – que dedican tiempo para enseñar a los jóvenes los elementos básicos de la fe. ¡Cuánto trabajo, sobre todo cuando los jóvenes preferirían jugar en vez de escuchar el catecismo!
Acompañar en la búsqueda de lo esencial es bello e importante, porque nos hace compartir la alegría de probar el sentido de la vida. Muchas veces nos sucede que encontramos a personas que se detienen en cosas superficiales, efímeras y banales; a veces porque no han encontrado a nadie que los estimulara a buscar algo más, a apreciar los verdaderos tesoros. Enseñar a mirar lo esencial es una ayuda determinante, especialmente en un tiempo como el nuestro que parece haber perdido la orientación y busca satisfacciones inmediatas. Enseñar a descubrir que cosa el Señor quiere de nosotros y cómo podemos corresponderle significa ponerse en su camino para crecer en la propia vocación, el camino de la verdadera alegría. Así las palabras de Jesús a la madre de Santiago y de Juan, y luego a todo el grupo de los discípulos, indican la vía para evitar caer en la envidia, en la ambición, en la adulación, tentaciones que están siempre presentes también entre nosotros cristianos. La exigencia de aconsejar, amonestar y enseñar no nos debe hacer sentir superiores a los demás, sino nos obliga sobre todo a entrar en nosotros mismos para verificar si somos coherentes con lo que pedimos a los demás. No olvidemos las palabras de Jesús: «¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?» (Lc 6,41). El Espíritu Santo nos ayude a ser pacientes para soportar y humildes y sencillos para aconsejar.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)