lunes, 7 de marzo de 2016

Ejercicios espirituales del Papa y la Curia a cargo del Padre Ronchi

Con diez preguntas en preparación a la Pascua, el Papa Francisco y los miembros de la Curia Romana se encuentran realizando los Ejercicios Espirituales, del 6 al 11 de marzo, en la Casa del Divino Maestro de la localidad Ariccia que comenzaron, la tarde del IV Domingo de Cuaresma, con la Adoración Eucarística y el rezo de las Vísperas. El padre Ermes Ronchi, de la Orden de los Siervos de María, dirige la meditación sobre “las preguntas desnudas del Evangelio”.
La primera meditación de este retiro espiritual, de la tarde del primer domingo de marzo fue sobre la pregunta de Jesús: “¿Qué buscan?” (Jn 1, 38), según un pasaje del Evangelio de Juan. Tal como afirmó el Padre servita, la propuesta para estos días es detenerse en escucha ante las preguntas de Dios, no para interrogar al Señor, sino para dejarse interrogar por Él. Y, en lugar de buscar inmediatamente la respuesta, detenerse para vivir bien estas preguntas, “las preguntas desnudas del Evangelio”. Y amar estas preguntas que ya son revelación. Es más, las preguntas son el “otro nombre de la conversión”.
En su meditación de la tarde del 6 de marzo el Padre Ronchi  afirmó que Jesús educa en la fe a través de preguntas más que a través de las palabras. Y de hecho, los cuatro Evangelio ofrecen más de 220 preguntas del Señor. Porque la pregunta – dijo –  es una comunicación no violenta, que no hace callar al otro, sino que relanza el diálogo, implicándolo y, al mismo tiempo, dejándolo libre. También explicó que el mismo Jesús es una pregunta, puesto que su vida y su muerte nos interpelan acerca del sentido último de las cosas y nos interrogan sobre lo que hace feliz la vida siendo, precisamente Él, la respuesta.
El religioso también afirmó que la fe es buscar a “un Dios sensible al corazón, uno que hace feliz el corazón, cuyo nombre es alegría, libertad y plenitud. Y tras recordar que Dios es bello, concepto que hay que anunciar dijo que tal vez el rostro de Dios haya sido empobrecido porque a veces lo hemos reducido a la miseria, relegado a hurgar en el pasado y en el pecado del hombre…
“Todo hombre – concluyó diciendo el Padre Ermes Ronchi – busca a un Dios atrayente. Dios puede morir de aburrimiento en nuestras iglesias. Devolvámosle su rostro solar, un Dios deseable del que gustar y gozar. Será como beber de las fuentes de la luz, en las orillas del infinito. ¿Qué buscan? ¿Por quién caminan? Busco a un Dios deseable – dijo – camino por uno que hace feliz el corazón”.
Las reflexiones del primer lunes de marzo se basan en las preguntas: “¿Por qué tienen miedo, no tienen fe?” (Mc, 4, 40), según el Evangelio de Marcos  y “Ustedes son la sal de la tierra. ¿Pero si la sal pierde sabor, luego será salada con qué?” (Mt, 5, 13), según el Evangelio de Mateo.
Las del martes se basarán en las preguntas: “Pero, ¿quién dicen que soy yo?” (Lc 9, 20); “Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿ves a esta mujer?” (Lc 7, 44), ambas basadas en el Evangelio de Lucas.
Las reflexiones del miércoles se centrarán en: “Jesús dijo a sus discípulos: ¿Cuántos panes tienen?” (Mc 6, 38; Mt 15, 34), tal como se lee en los Evangelios de Marcos y Mateo y “Entonces Jesús se levantó y dijo: mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?” (Jn 8, 10), según se lee en el Evangelio de Juan.
El jueves 10 de marzo, en el quinto día de Ejercicios Espirituales del Papa Francisco y la Curia Romana, basándose en el Evangelio de San Juan, el predicador ofrecerá sus meditaciones sobre el tema: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” (Jn 20, 15), y “Simón, hijo de Juan, ‘¿me amas?”, (Jn 21, 16).
Los Ejercicios Espirituales del Santo Padre y la Curia Romana terminarán el viernes 11 de marzo. El predicador ofrecerá su meditación conclusiva sobre la pregunta propuesta por el Evangelio de San Lucas: “María dijo al ángel: ¿Cómo sucederá esto?” (Lc, 1, 34).
(María Fernanda Bernasconi - RV).


Comentario del Papa Francisco al Evangelio según San Juan 4,43-54.

Ni «cristianos errantes como turistas existenciales» ni «cristianos inmóviles», sino testigos de una «fe que camina» siguiendo las promesas de Dios. Es la identidad cristiana así como la trazó el Papa Francisco el lunes 31 de marzo en la misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta.

El Pontífice habló del valor que —en la vida de un cristiano— tiene la confianza en Jesús «que no defrauda nunca». Está escrito en el Evangelio y el Papa Francisco lo puso de relieve al comentar las lecturas de la liturgia. «En la primera lectura —comenzó citando a Isaías (65, 17-21)— está la promesa de Dios, lo que nos espera. Lo que Dios ha preparado para nosotros: “Yo creo cielos nuevos y tierra nueva...”. No recordará ya el pasado, las fatigas... será todo nuevo. “Creó Jerusalén para la alegría....”. Habrá alegría. Es la promesa de la alegría».

El Señor, explicó el obispo de Roma, antes de pedir algo promete. Y por ello el fundamento principal de la virtud de la esperanza es precisamente fiarse de las promesas del Señor. También porque «esta esperanza —aseguró— no defrauda; porque Él es fiel y no falla». El Señor, continuó, no pidió nunca a nadie ir, actuar, sin antes haberle hecho una promesa. «Incluso Adán —recordó al respecto— cuando fue expulsado del Paraíso recibió una promesa». Y este «es nuestro destino: caminar en la perspectiva de las promesas, seguros de que llegarán a ser realidad. Es hermoso leer el capítulo once de la Carta a los Hebreos, donde se relata el camino del pueblo de Dios hacia las promesas: cómo esta gente amaba mucho estas promesas y las buscaba incluso con el martirio. Sabía que el Señor era fiel. La esperanza no defrauda nunca».

Para ayudar a comprender mejor el valor de la confianza en las promesas del Padre, el Papa hizo referencia al episodio narrado por el Evangelio de san Juan (4, 43-54) proclamado poco antes, en el cual se habla del funcionario del rey que, al enterarse de la llegada de Jesús a Caná, va a su encuentro para pedirle que salve al hijo enfermo que estaba muriéndose en Cafarnaún. Fue suficiente, recordó el Pontífice, que Jesús dijera: «Anda, tu hijo vive» para que ese hombre creyese en su palabra y se pusiese en camino: «Esta es nuestra vida: creer y ponerse en camino» como hizo Abrahán, que «confió en el Señor y caminó incluso en momentos difíciles», cuando, por ejemplo, su fe «fue probada» con la petición del sacrificio del hijo. Incluso en esa ocasión él «caminó. Se fio del Señor —destacó el Pontífice— y siguió adelante. La vida cristiana es esto: caminar hacia las promesas». Por ello «la vida cristiana es esperanza».

Sin embargo, se puede incluso no caminar en la vida. «Y, de hecho —apuntó el obispo de Roma— hay muchos, incluso cristianos y católicos de comunidad, que no caminan. Está la tentación de detenerse», de considerar ser un buen cristiano sólo porque, precisó, se forma parte de movimientos eclesiales y se sienten en ellos como en la propia «casa espiritual», casi «cansados» de caminar.

«Contamos con muchos cristianos inmóviles. Tienen una esperanza débil. Sí, creen que existe el cielo pero no lo buscan. Siguen los mandamientos —evidenció el Pontífice—, cumplen los preceptos, todo, todo; pero están inmóviles. Y el Señor no puede sacar levadura de ellos para hacer crecer a su pueblo. Y esto es un problema: los inmóviles».

«Luego —añadió— están los otros, los que se equivocan de camino. Todos nosotros algunas veces nos hemos equivocado de camino». Pero el problema, precisó, «no es equivocarse de camino. El problema es no volver cuando uno se da cuenta de que se ha equivocado. Es nuestra condición de pecadores lo que nos hace errar el camino. Caminamos, pero a veces cometemos esta equivocación de camino. Se puede volver: el Señor nos da esta gracia, de poder regresar».

Y «hay otro grupo que es más peligroso —dijo— porque se engaña a sí mismo». Son «los que caminan pero no hacen camino. Son los cristianos errantes: dan vueltas, dan vueltas como si la vida fuese un turismo existencial, sin meta, sin tomar en serio las promesas. Los que dan vueltas y se engañan porque dicen: “Yo camino...”. No; tú no caminas, tú das vueltas. En cambio el Señor nos pide que no nos detengamos, que no nos equivoquemos de camino y que no demos vueltas por la vida. Nos pide que miremos las promesas, que sigamos adelante con las promesas», como el hombre del Evangelio de Juan, que «creyó en las promesas de Jesús y se puso en camino». Y la fe se pone en camino.

La Cuaresma, dijo como conclusión, es un tiempo propicio para pensar si estamos en camino o si estamos «demasiado inmóviles» y entonces debemos convertirnos; o bien si «nos hemos equivocado de camino» y entonces debemos ir a confesarnos «para retomar el camino»; o, por último, si somos «turistas teologales», como los que dan vueltas por la vida «pero que nunca dan un paso hacia adelante».

«Pidamos al Señor la gracia —esta fue la exhortación del Papa Francisco— de retomar el camino, de ponernos en camino hacia las promesas. Mientras pensamos en esto, nos hará bien releer el capítulo once de la Carta a los Hebreos, para comprender bien lo que significa caminar hacia las promesas que nos hizo el Señor».

Para no ser turistas existenciales
Lunes 31 de marzo de 2014

Vuelve a tu casa, tu hijo vive

Evangelio según San Juan 4,43-54. 

Jesús partió hacia Galilea.
 
El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo.
 



Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. 

Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. 


Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo. 

Jesús le dijo: "Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen". 
El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera".


"Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. 

Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y leanunciaron que su hijo vivía. 
El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. 


El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia

Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.