sábado, 3 de junio de 2017

HACER UN MUNDO NUEVO

3 de junio: san Juan XXIII, Papa


Es el Papa de la sonrisa, también llamado el Papa de la bondad, y el «Papa bueno», que convocó el Concilio Vaticano II –Guía de la Iglesia en el Tercer Milenio– el 25 de enero de 1959, a 93 años de la anterior asamblea universal primera y que fue beatificado el día 3 de septiembre del 2000, en la misma ceremonia en que se subió a los altares a Pío IX, el Papa que convocó el otro concilio Vaticano.
Su pontificado se consideró desde el principio como un papado de transición; y en verdad fue breve, solo cuatro años y medio; pero supuso un cambio de rumbo en la Iglesia.
Fue el primer Papa que rompió el pertinaz aislamiento del Vaticano, saliendo tanto para visitar niños en un hospital romano, como para ver a los presos en sus cárceles, y a sus fieles –porque era el Obispo de Roma– de las parroquias ubicadas por los arrabales de la Ciudad Eterna.
Supo llamar la atención y ganarse la simpatía del mundo con su llamamiento a la paz durante la crisis cubana. Dos de sus encíclicas hicieron historia: la conocida como Mater et Magistra (14-V-1961) y la llamada Pacem in terris (11-IV-1963).
Con su personalidad, pletórica de humanidad gruesa en lo físico, a la que acompañaba un carácter bondadoso y una cara siempre sonriente, se ganó el cariño de los romanos y del mundo.
Fue el Sumo Pontífice de los años comprendidos entre el 1958 al 1963 que rompió los moldes fríos, y rígidos del papado hasta entonces.
El trabajo diplomático en Bulgaria, Turquía, Grecia y Francia lo había preparado intelectual y espiritualmente para el desempeño de su misión. Pero donde aprendió la bondad fue en la casa de sus padres, en un hogar muy pobre de Sotto il Monte, a 64 kilómetros de Bérgamo, en la comarca de Bergamasco. Era el cuarto de catorce hermanos, que nació el 25 de noviembre de 1881. Allí, Giovanni Battista Roncalli y Mariana Mazzola pusieron los fundamentos de su conocida afabilidad, experimentada por los búlgaros, turcos, griegos –países que le permitieron un contacto intenso con el mundo ortodoxo y musulmán que aprendió a amar como amaba a toda criatura humana y como amaba la paz– y por los franceses.
El que fue bautizado el mismo día de su nacimiento, ingresó en el seminario de Bérgamo en 1892; continuó sus estudios en Roma, en el Ateneo de San Apolinar desde 1901, donde obtuvo el doctorado en Teología en 1904. Se ordenó sacerdote el 10 de agosto del mismo año, cuando solo tenía veintitrés; lo nombraron secretario del nuevo obispo de Bérgamo y profesor del seminario; fue movilizado en la Segunda Guerra Mundial para prestar servicios en enfermería y ejercer como capellán de la tropa; reincorporado a la diócesis, lo hicieron director espiritual del seminario.
Luego, fue consagrado obispo para que desempeñara en el Este europeo encargos de Visitador, Delegado y Administrador Apostólico, hasta que se le nombró Nuncio en París en diciembre del 1944, cardenal en 1953, y enseguida Patriarca de Venecia. Después de los veinte años de papado de Pío XII, se eligió papa a Angelo Guiseppe Roncalli, contando 77 años, el día 28 de octubre de 1958.
Murió el 3 de junio de 1963, a las 19:49.
Sí; cuando se le beatificó, Juan XXIII vivía todavía en el corazón de los italianos y en los de millares de personas de todo el mundo que habían tenido la suerte de conocerlo. Entre los asistentes a la ceremonia se encontraban su secretario personal –monseñor Loris Capovilla, a quien el papa legó su diario y sus escritos– y la hermana Caterina Capitán, de 56 años, curada milagrosamente por la intercesión del papa Juan, cuando, el 25 de mayo de 1966, consumía sus últimas horas de vida con fiebre altísima y dolores intensos en el Hospital de la Marina de Nápoles, desahuciada a causa de una perforación gástrica con fístula por la que se le escapaban los alimentos. «Cuando estaba tumbada sobre el lado derecho sentí una mano y una voz que me llamaba: Sor Caterina. Asustada –refiere la religiosa– me di la vuelta y vi de pie junto a la cama al Papa Juan que me sonreía y me dijo: Has rezado mucho y también tus hermanas. Me habéis arrancado del corazón este milagro: No tengas miedo. Se ha acabado todo. Estás curada completamente. Suena la campanilla y llama a tus hermanas que están rezando en la capilla, menos alguna que duerme». Esto lo dijo con una sonrisa en los labios. Sor Caterina se levantó sin fiebre, comenzó a caminar de inmediato y a comer normalmente: la fístula había desaparecido sin dejar rastro. Dos días después abandonaba el hospital y, aunque han pasado treinta y cuatro años, lo recuerda como si fuera ayer.
Posiblemente el talante sencillo, bondadoso, servicial y sonriente de un papa nos anime a evitar los altivos estiramientos de los que somos menos importantes; esos engreídos aires de suficiencia que a bien poco conducen, salvo a marcar distancias.
Archimadrid.org

El Papa explica por qué Jesús eligió a Pedro, un pecador, para dirigir la Iglesia

El Papa Francisco explicó, durante la homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta, los motivos por los que Jesús eligió a San Pedro como primer Papa de la Iglesia, una decisión que podría parecer contradictoria teniendo en cuenta que unos días antes de su elección había renegado de Él.
El Santo Padre realizó esta reflexión a partir del Evangelio del día, en el que Jesús Resucitado dialoga con Pedro junto al mar de Galilea. Francisco subrayó que se trata de un diálogo entre amigos, en el contexto de la Resurrección. Durante esa conversación, Jesús confió su Iglesia a Pedro.
«Jesús escogió al más pecador de los apóstoles. Los otros escaparon, pero Pedro renegó de Él: ‘No lo conozco’. Jesús escoge al más pecador. El más pecador fue elegido para dirigir al Pueblo de Dios. Esto te hace pensar», observó el Pontífice.
Francisco explicó cómo es el modelo de Jesús para dirigir la Iglesia: «No se trata de dirigir con la cabeza alzada, como hacen los dominadores, no, sino de dirigir con humildad, con amor, como hizo Jesús».
Los pecados y los errores de Pedro no son obstáculo para Jesús. Incluso después de ser elegido, el apóstol vuelve a equivocarse: «Esa es la misión que Jesús encarga a Pedro. Sí, con sus pecados, con sus errores. Tanto es así que, justo después de este diálogo, Pedro da otro resbalón, comete otro error. Resulta tentado por la curiosidad y pregunta al Señor: ‘Y este otro discípulo, ¿adónde va? ¿Qué va a hacer?’».
Jesús le corrige, «pero con amor –continuó el Papa–, en medio de sus errores, de sus pecados…, con amor: ‘Porque estas ovejas no son tus ovejas, son mis ovejas’, dice el Señor. ‘Ama. Si eres mi amigo, debes ser también amigo de estos’».
Sin embargo, Francisco no quiso exculpar a Pedro de su traición, ya que en ella radica también su posterior redención y fidelidad ciega al Señor: Pedro, cuando reniega del Señor, lo hace convencido, al igual que estaba convencido cuando confiesa ante Jesús: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Vivo».
Pedro permanecerá fiel a Jesús hasta su muerte, y como Él, recibirá también una muerte de cruz.
«Después de toda una vida al servicio del Señor, termina del mismo modo que el Señor: en la cruz. Pero no se jacta: ‘Termino como mi Señor’. De hecho, pide: ‘Por favor, colocadme en la cruz cabeza abajo, para que por lo menos se vea que no soy el Señor, soy el siervo’».
En conclusión, el Papa Francisco resumió aquello que podemos aprender de la enseñanza que ofrece Jesús al elegir a un pecador, a una persona que renegó de Él, para cuidar a su Pueblo:
«Esto es lo que nosotros podemos tomar de este diálogo, este diálogo tan bello, tan sereno, tan amigable, tan púdico. Que el Señor siempre nos da la gracia de ir por la vida con la cabeza baja: la cabeza en alto por la dignidad que Dios nos da, pero la cabeza baja sabiendo que somos pecadores y que el único Señor es Jesús, nosotros somos siervos».
ACI/Miguel Pérez Pichel

Cardenal Osoro, a los catequistas: «Sois necesarios, porque el mundo no puede vivir sin Dios»



El cardenal Osoro clausuró este jueves, 1 de junio, el Curso de Catequética que ha organizado durante todo este curso la Delegación de Catequesis. Al dirigirse a los catequistas, el arzobispo de Madrid les recordó que «Cristo es el modelo de todo catequista, y en comunión con Él nosotros anunciamos el Evangelio».
Asimismo, resaltó que «la primera catequista fue la Virgen María, que fue la primera que se puso en camino para anunciar a Nuestro Señor. Para ella no fue fácil –dice la Escritura que "tuvo que atravesar regiones montañosas"–, como tampoco lo es para vosotros. Tenéis dificultades de todo tipo: dificultades con los padres, que a lo mejor no tienen interés, dificultades con los niños, que cuando acaban la catequesis a los mejor ya no quieren saber nada... Hay dificultades. Dar catequesis supone también "atravesar regiones montañosas"».
Sin embargo, «hemos recibido tres regalos esenciales para poder ser catequistas». El primero es «que hemos conocido a Cristo, y tenemos el regalo de su amor; sin esto, no seríamos catequistas, sino orientadores o simples parlanchines», destacó.
El segundo regalo es «la propia misión, que es un regalo. "Ir" es un regalazo del Señor. Tenemos que ir a los hombres, no esperar a que vengan. Venimos de una época de cristiandad, pero tenemos que empezar a realizar lo que el Papa llama "conversión pastoral". Tenemos que desinstalarnos, para ir a los caminos donde realmente está la gente, no donde a nosotros nos gustaría que estuviera. Ser catequista no es solo coger el Catecismo o aprender una serie de estrategias, es ir donde está de verdad la gente».
Y el tercer regalo es «el mandamiento del Señor: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado". No valen solo las metodologías, que son muy válidas, sino que el catequista es una persona que vive esta experiencia de amor a todos los hombres». En este sentido, el arzobispo de Madrid aconsejó a los catequistas: «Hay que conquistar a los padres, no con estrategias, sino con amor».
Por último, el cardenal Osoro les exhortó: «No os desaniméis, el Señor está con vosotros. El mensaje que lleváis no es vuestro, es de Dios, y Él tiene más interés que vosotros mismos en llegar a los hombres. Vosotros sois muy necesarios, porque el mundo no puede vivir en ausencia de Dios».
Después, el purpurado entregó los más de 60 diplomas acreditativos a los catequistas participantes presenciales (y a los que habían acreditado también su seguimiento a través de su transmisión online) del curso, provenientes de parroquias y colegios de todas las vicarías territoriales.
Este ha sido el primer curso de formación de catequistas con el formato de ciclo de conferencias –cada tema, un ponente–, organizado por la Delegación de Catequesis. Se ha emitido también vía online por el canal de YouTube del Arzobispado de Madrid para todos los interesados que lo han podido seguir en directo, personalmente o en grupos, o que han podido descargarlos después. De este modo, han podido beneficiarse de esta formación catequistas de diversos municipios de Madrid y de toda España.
ARCHIMADRID

COMENTARIO AL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (21,20-25) POR SAN AGUSTÍN, OBISPO, DOCTOR Y PADRE DE LA IGLESIA:





La Iglesia sabe de dos vidas, ambas anunciadas y recomendadas por el Señor; de ellas, una se desenvuelve en la fe, la otra en la visión; una durante el tiempo de nuestra peregrinación, la otra en las moradas eternas; una en medio de la fatiga, la otra en el descanso; una en el camino, la otra en la patria; una en el esfuerzo de la actividad, la otra en el premio de la contemplación.

La primera vida es significada por el apóstol Pedro, la segunda por el apóstol Juan. La primera se desarrolla toda ella aquí, hasta el fin de este mundo, que es cuando terminará; la segunda se inicia oscuramente en este mundo, pero su perfección se aplaza hasta el fin de él, y en el mundo futuro no tendrá fin. Por eso se le dice a Pedro: Sígueme, en cambio de Juan se dice: Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú, sígueme. 

«Tú, sígueme por la imitación en soportar las dificultades de esta vida; él, que permanezca así hasta mi venida para otorgar mis bienes». Lo cual puede explicarse más claramente así: «Sígame una actuación perfecta, impregnada del ejemplo de mi pasión; pero la contemplación permanezca así hasta mi venida para perfeccionarla».

El seguimiento de Cristo consiste, pues, en una amorosa y perfecta constancia en el sufrimiento, capaz de llegar hasta la muerte; la sabiduría, en cambio, permanecerá así, en estado de perfeccionamiento, hasta que venga Cristo para llevarla a su plenitud. Aquí, en efecto, hemos de tolerar los males de este mundo en el país de los mortales; allá, en cambio, contemplaremos los bienes del Señor en el país de la vida.

Aquellas palabras de Cristo: Si quiero que se quede hasta que yo venga, no debemos entenderlas en el sentido de permanecer hasta el fin o de permanecer siempre igual, sino en el sentido de esperar; pues lo que Juan representa no alcanza ahora su plenitud, sino que la alcanzará con la venida de Cristo. 

En cambio, lo que representa Pedro, a quien el Señor dijo: ‘Tú, sígueme’, hay que ponerlo ahora por obra, para alcanzar lo que esperamos... El seguimiento del uno y la permanencia del otro eran un signo. Uno y otro, creyendo, toleraban los males de esta vida presente; uno y otro, esperando, confiaban alcanzar los bienes de la vida futura.

Y no sólo ellos, sino que toda la santa Iglesia, esposa de Cristo, hace lo mismo, luchando con las tentaciones presentes, para alcanzar la felicidad futura. Pedro y Juan fueron, cada uno, figura de cada una de estas dos vidas. Pero uno y otro caminaron por la fe, en la vida presente; uno y otro habían de gozar para siempre de la visión, en la vida futura.

Por esto, Pedro, el primero de los apóstoles, recibió las llaves del reino de los cielos, con el poder de atar y desatar los pecados, para que fuese la guía de todos los santos, unidos inseparablemente al cuerpo de Cristo, en medio de las tempestades de esta vida; y, por esto, Juan, el evangelista, se reclinó sobre el pecho de Cristo, para significar el tranquilo puerto de aquella vida eterna.

En efecto, no sólo Pedro, sino toda la Iglesia ata y desata los pecados. Ni fue sólo Juan quien bebió, en la fuente del pecho del Señor, para enseñarla con su predicación, la doctrina acerca de la Palabra que existía en el principio y estaba en Dios y era Dios –y lo demás acerca de la divinidad de Cristo, y aquellas cosas tan sublimes acerca de la trinidad y unidad de Dios, verdades todas estas que contemplaremos cara a cara en el reino, pero que ahora, hasta que venga el Señor, las tenemos que mirar como en un espejo y oscuramente—, sino que el Señor en persona difundió por toda la tierra este mismo Evangelio, para que todos bebiesen de él, cada uno según su capacidad.
(Tratado 124, 5. 7: CCL 36, 685-687)

EVANGELIO DE HOY: TÚ SÍGUEME







Lectura del santo evangelio según san Juan (21,20-25):

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»

Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?»

Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»

Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?» 

Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo.

Palabra del Señor

Papa: seguir a Jesús con el corazón abierto para cambiar el mundo


Rezar por todos, también por nuestros enemigos, como nos enseña Jesús para cambiar el mundo, empezando por las cosas pequeñas de cada día
(RV).- En un clima hogareño de alegría y entusiasmo, afrontando también temas sobre el sufrimiento, el Papa Francisco dialogó con más de seis mil chicos y chicas de escuela secundaria de Italia, que participan en la experiencia educativa cristiana denominada “Los Caballeros de San Esteban” que buscan el Grial, que nació en el Movimiento de Comunión y Liberación. También había grupos que llegaron de España, Portugal, Francia y Suiza. Así como otros se unieron, en conexión desde Paraguay y Brasil
«Cambiar el mundo con las pequeñas cosas de cada día, con la generosidad, con el compartir, escuchando a los demás y creando actitudes de hermandad»
Una vez más,  el Papa escuchó algunas preguntas y luego respondió. Como cuando  Giulia le preguntó cómo los chicos, los jóvenes, pueden cambiar el mundo:
«Nunca responder al mal con el mal. Nunca. ¿Me haces daño? ¿Y qué nos ha enseñado Jesús sobre ello? Escuchen: recen por todos; recen por sus amigos y por sus enemigos, por los que los hacen sufrir. Y Jesús dice: ‘Como el Padre nuestro que está en el Cielo, hace salir el sol sobre los buenos y sobre los malos’. Sí, rezar por todos. La oración por todos y no para desear el mal contra los demás. Así se puede cambiar el mundo. No hay varilla mágica, sino que son las cosas pequeñas de cada día, que tenemos que aprender.
Ante ciertas situaciones de dolor, no todo se puede explicar en la vida. Sentimos el amor de Dios gracias a los que nos acompañan en el sufrimiento
Como Tanio, que en su joven edad ha conocido mucho dolor. Fue abandonado cuando tenía un mes de nacido, luego falleció la mamá que lo había adoptado, así como también murieron sus  abuelitos adoptivos. Y le preguntó al Papa cómo sentir que el Señor nos ama, en medio de tanto sufrimiento. Ahora ha conocido el apoyo y cercanía de los Caballeros.
Mirar al CrucificadoEl amor de Dios ante el sufrimiento
«Sólo encontrarás alguna explicación, no al por qué sino al para qué, en el amor de aquellos que te acompañan en tu sufrimiento», dijo el Santo Padre, añadiendo que algunas peguntas no se pueden responder con palabras, como si fuera un teorema matemático:
«En la vida hay preguntas y situaciones que no se pueden explicar. Una de ellas es la que tú me has preguntado, sobre tu sufrimiento. Pero detrás de ello, siempre está el amor de Dios. Y ¿cómo lo explicas?  No se puede explicar. Yo no puedo explicarlo. Y si alguien te dice: ‘ven que te lo explico’, duda. Sólo te harán sentir el amor de Dios aquellos que te sostienen, que te acompañan y te llevan adelante».
(CdM – RV)
(from Vatican Radio)