Este miércoles 22 de julio, concluyó en
el Vaticano, el Encuentro organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias
sobre “Esclavitud moderna y cambio climático, el compromiso
de las grandes ciudades”, en la cual, Alcaldes de 70 ciudades del mundo junto a
algunos representantes de las Naciones Unidas se confrontaron sobre los cambios
climáticos y la trata de personas.
Los compromisos comunes asumidos por los
participantes fueron sigilados el día de ayer, al finalizar el encuentro con el
Papa Francisco, en la Declaración Conjunta de los Alcaldes. La misma que el
Pontífice firmó y dejo escrito: “Agradezco esta declaración. Deseo que haga
mucho bien”.
En el documento, se precisa que los
participantes tienen por “objeto abordar dos dramáticas emergencias correlacionadas:
el cambio climático inducido por el ser humano, y la exclusión social en las
formas extremas de radical pobreza, de la esclavitud moderna y de la trata de
personas”.
En este sentido y después de haber llegado
a un consenso sobre las urgencias planteadas, se lee en el documento, “es
nuestra intención declarar que el cambio climático antropogénico es una
realidad científicamente comprobada, y su efectivo control es un imperativo
moral que alcanza a toda la humanidad”.
Asimismo, los participantes se
comprometieron “a reforzar en sus ciudades y asentamientos urbanos la capacidad
de resilencia de los pobres y de aquellos en situación de vulnerabilidad y
reducir su exposición a los eventos extremos relacionados con el clima y otros
impactos, y catástrofes económicos, sociales y medioambientales, que fomentan
la trata de personas y los riesgos de la migración forzada”.
Texto completo de la Declaración
Conjunta firmada por el Papa y los Alcaldes
Los abajo firmantes nos hemos reunido
aquí, en la Academia Pontificia de las Ciencias y la Academia Pontificia de las
Ciencias Sociales, con el objeto de abordar dos dramáticas emergencias
correlacionadas: el cambio climático inducido por el ser humano, y la exclusión
social en las formas extremas de radical pobreza, de la esclavitud moderna y de
la trata de personas. Hemos llegado hasta aquí desde diversos ámbitos y
diferentes culturas, y somos así el fiel reflejo del deseo, compartido por toda
la humanidad, de paz, felicidad, prosperidad, justicia y sostenibilidad
ambiental. Siguiendo cuanto afirma la Encíclica Laudato si', hemos considerado
la abrumadora evidencia científica que confirma la existencia de un cambio
climático provocado por el ser humano, al igual que la pérdida de biodiversidad
y la vulnerabilidad de los más pobres a los desastres económicos, sociales y
ambientales.
Ante las urgencias planteadas por el
cambio climático antropogénico, la exclusión social y la pobreza extrema, es
nuestra intención declarar lo siguiente, fruto de nuestro consenso. El cambio
climático antropogénico es una realidad científicamente comprobada, y su
efectivo control es un imperativo moral que alcanza a toda la humanidad.
En este fundamental espacio moral, las
ciudades de todo el planeta cumplen un papel clave. Todas nuestras tradiciones
culturales afirman la inherente dignidad y la responsabilidad social de cada
individuo en su relación con el bien común de la humanidad toda. Proclaman lo
bello y lo maravilloso del mundo natural, al igual que su inherente bondad, y
lo valoran como un don precioso que ha sido confiado a nuestro común cuidado;
por eso es nuestro deber moral respetar, y nunca devastar, este jardín que es
nuestra "casa común".
Los pobres y los excluidos, a pesar de que
participen mínimamente en la disrupción del clima, están expuestos a temibles
amenazas por causa de perturbaciones climáticas antropogénicas tales como la
mayor frecuencia de sequías, tormentas extremas, olas de calor y el aumento
incesante del nivel del mar. Hoy la humanidad cuenta con los instrumentos
tecnológicos, los medios financieros y el conocimiento adecuado para revertir
el cambio climático antrópico, poniendo fin, al mismo tiempo, a la pobreza
extrema, mediante la aplicación de soluciones relativas al desarrollo
sostenible tales como la adopción de sistemas bajos en carbono, con el respaldo
de las tecnologías de la información y de la comunicación.
El financiamiento de las iniciativas en
pro del desarrollo sostenible, tales como las que apuntan a tener un efectivo
control del cambio climático antropogénico, debe estar impulsado por incentivos
que ayuden a la transición hacia energías bajas en carbono y renovables, y debe
incorporar la búsqueda incansable de la paz, lo que permitirá que los
presupuestos de los gobiernos pasen a priorizar las inversiones en la
sostenibilidad, que tanto hacen falta, en desmedro del gasto bélico.
El mundo debe saber que la cumbre sobre el
cambio climático, a celebrarse en París hacia el final de este año (COP2 1),
puede ser la última oportunidad efectiva de negociar acuerdos para mantener el
calentamiento antropogénico por debajo de los dos grados centígrados, y para
apuntar, para mayor seguridad, a mantener el clima del planeta bien por debajo
de ese umbral. Sin embargo, de seguir la trayectoria actual, la humanidad
fácilmente podría alcanzar la devastadora cifra de cuatro grados centígrados o
más.
Los líderes políticos de todos los Estados
Miembros de la ONU tienen la especial responsabilidad de consensuar, en el
marco de la COP21, un osado acuerdo en pro del clima que confine el
calentamiento del planeta a un límite seguro para la humanidad, y que proteja a
los más pobres y vulnerables del cambio climático ininterrumpido, que pone sus
vidas en grave peligro. Tal como lo han prometido, los países de altos niveles
de ingresos deben ayudar a financiar los costos de la mitigación del cambio
climático en las naciones más necesitadas.
Para revertir el cambio climático
antrópico, será necesaria una veloz transformación que haga de nuestro hábitat
un mundo impulsado por energías bajas en carbono — entre ellas las renovables
—, y fundado en la gestión sostenible de los ecosistemas. Dichas
transformaciones deberán llevarse a cabo en el marco de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible, que consensuados a nivel mundial, tendrán por objeto
poner fin a la pobreza extrema; garantizar el acceso universal a la salud, a la
educación de calidad, al agua potable, y a la energía sostenible; y fomentar la
cooperación para erradicar la trata de personas y todas las formas modernas de
esclavitud.
Como alcaldes nos comprometemos a reforzar
en nuestras ciudades y asentamientos urbanos la capacidad de resilencia de los
pobres y de aquellos en situación de vulnerabilidad y reducir su exposición a
los eventos extremos relacionados con el clima y otros impactos, y catástrofes
económicos, sociales y medioambientales, que fomentan la trata de personas y
los riesgos de la migración forzada.
Asimismo nos comprometemos a terminar con
el abuso, la explotación, la trata de personas y todas las formas de esclavitud
moderna, que son crímenes de lesa humanidad, incluido el trabajo forzado y la
prostitución, el tráfico de órganos, y la esclavitud doméstica. Nos
comprometemos también a desarrollar programas nacionales de reasentamiento y
reintegración que eviten la repatriación involuntaria de las personas víctimas
de trata (cf. la revision de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las
Naciones Unidas, n. 162, realizada por la PASS).
Querernos que nuestras ciudades y
asentamientos urbanos sean cada vez más socialmente inclusivos, seguros,
resilientes y sostenibles (cf. Objetivos de Desarrollo Sostenible de las
Naciones Unidas, n. 11). Todos los sectores y todas las partes interesadas
deberán desempeñar el papel que les corresponde: este es un compromiso al que
cada uno de nosotros se suma plenamente ya como alcaldes ya como personas.