jueves, 6 de agosto de 2015

«¡QUÉ BIEN SE ESTÁ AQUÍ!»


El misterio que hoy celebramos lo manifestó Jesús a sus discípulos en el monte Tabor. En efecto, después de haberles hablado, mientras iba con ellos, acerca del reino y de su segunda venida gloriosa, teniendo en cuenta que quizá no estaban muy convencidos de lo que les había anunciado acerca del reino, y deseando infundir en sus corazones una firmísima e íntima convicción, de modo que por lo presente creyeran en lo futuro, realizó ante sus ojos aquella admirable manifestación, en el monte Tabor, como una imagen prefigurativa del reino de los cielos. 

Era como si les dijese: "El tiempo que ha de transcurrir antes de que se realicen mis predicciones no ha de ser motivo de que vuestra fe se debilite, y, por esto, ahora mismo, en el tiempo presente, os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar al Hijo del hombre con la gloria de su Padre." 

Y el evangelista, para mostrar que el poder de Cristo estaba en armonía con su voluntad, añade: Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. 

Éstas son las maravillas de la presente solemnidad, éste es el misterio, saludable para nosotros, que ahora se ha cumplido en la montaña, ya que ahora nos reúne la muerte y, al mismo tiempo, la festividad de Cristo.

Del sermón de Anastasio Sinaíta, obispo, en el día de la Transfiguración del Señor (Núms. 6-10: Mélanges d'archéologie et d'histoire 67 (1955), 241-244)

Sobre una homilía de San Basilio el Grande

Hace unos días leí un escrito de San Basilio el Grande que encontré magnífico (Homilía sobre la caridad, 3, 6: PG 31, 266-267. 275). Invitaba a imitar la tierra que da fruto del cual ella no goza. Por el contrario los hombres se aprovechan de lo que ella produce. Si has dado de comer al hambriento ciertamente retorna a ti con creces tal como el grano de trigo caído en tierra se vuelve ganancia para el sembrador igualmente el pan dado al que pasa hambre te producirá luego una ganancia superior.

Acá, contra tu voluntad dejarás las riquezas, por el contrario te llevarás hacia el Señor la gloria de las buenas obras, que al fin de tu trabajo en el campo de esta vida sea para ti inicio de una siembra celestial. Entonces todo el pueblo que te rodeará ante el juez universal te llamará caritativo y benéfico y te aplicará todos los nombres que significan benignidad y humanidad.

¿No ves aquellos hombres que por un breve honor o un aplauso malgastan fortunas? Tú por el contrario te muestras parco en los gastos que podrían darte una cierta satisfacción. Si eres activo en el bien Dios te aprobará, los ángeles te alabarán y todos los hombres de este mundo te llamarán bienaventurado. En que honor tendrías que tener que tú no tengas que llamar a las puertas de los demás, sino que los demás llamen a las tuyas.

Las reflexiones de este santo patriarca del siglo IV son todavía hoy de gran actualidad. Como dijo Jesús en casa de Marta: “A los pobres siempre los tendréis entre vosotros, pero a mí no siempre me tendréis” (Jn 12, 8). 
Texto: Hna. Maria Nuria Gaza.

Éste es mi Hijo amado

Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, corno no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
-«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:
-«Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
-«No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

Palabra del Señor.