jueves, 18 de diciembre de 2014

Los 3 pasos del Papa Francisco para vivir bien la Navidad

A la verdadera alegría de Navidad no le basta una "buena comilona", que también es algo bueno, ni el consumismo es la mejor manera de preparar la fiesta, de forma que llegamos con ansia al 24 de diciembre diciendo "me falta esto, me falta aquello. Esta no es la verdadera alegría cristiana".

Pocos días antes de Navidad, el Papa Francisco, en su octava visita a una parroquia romana, lanzaba su llamamiento por una fiesta que tenga más que ver con la alegría cristiana que con la carrera por los regalos.
 
Tres son los pasos para prepararse de forma digna a la Navidad, dice Bergoglio: "recemos en estos días, demos gracias a Dios y después pensemos '¿Dónde puedo ir a llevar alivio al que sufre?'. Ayudar a los demás. Así llegaremos ungidos al Nacimiento de Cristo, el Ungido".

Hay que dar gracias por todas las cosas buenas que la vida nos da y no hacer como "sor Lamentos", sonríe el papa recordando el mote que le dieron las hermanas a una religiosa que él conocía, una de esas personas que "no saben dar gracias a Dios" y "encuentran siempre algo de que lamentarse". El cristiano no puede vivir así, con "la cara amargada, inquieta. Nunca un santo o una santa han tenido cara fúnebre".

«EL MISTERIO DE NUESTRA RECONCILIACIÓN» De las cartas de san León Magno, papa

De nada sirve reconocer a nuestro Señor como hijo de la bienaventurada Virgen María y como hombre verdadero y perfecto, si no se le cree descendiente de aquella estirpe que en el Evangelio se le atribuye.

Pues dice Mateo: Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán; y a continuación viene el orden de su origen humano hasta llegar a José, con quien se hallaba desposada la madre del Señor.
Lucas, por su parte, retrocede por los grados de ascendencia y se remonta hasta el mismo origen del linaje humano, con el fin de poner de relieve que el primer Adán y el último Adán son de la misma naturaleza.
Para enseñar y justificar a los hombres, la omnipotencia del Hijo de Dios podía haber aparecido, por supuesto, del mismo modo que había aparecido ante los patriarcas y los profetas, es decir, bajo apariencia humana: por ejemplo, cuando trabó con ellos un combate o mantuvo una conversación, cuando no rehuyó la hospitalidad que se le ofrecía y comió los alimentos que le presentaban.
Pero aquellas imágenes eran indicios de este hombre; y las significaciones místicas de estos indicios anunciaban que él había de pertenecer en realidad a la estirpe de los padres que le antecedieron.
Y, en consecuencia, ninguna de aquellas figuras era el cumplimiento del misterio de nuestra reconciliación, dispuesto desde la eternidad, porque el Espíritu Santo aún no había descendido a la Virgen ni la virtud del Altísimo la había cubierto con su sombra, para que la Palabra hubiera podido ya hacerse carne dentro de las virginales entrañas, de modo que la Sabiduría se construyera su propia casa; el Creador de los tiempos no había nacido aún en el tiempo, haciendo que la forma de Dios y la de siervo se encontraran en una sola persona; y aquel que había creado todas las cosas no había sido engendrado todavía en medio de ellas.

Pues de no haber sido porque el hombre nuevo, encarnado en una carne pecadora como la nuestra, aceptó nuestra antigua condición y, consustancial como era con el Padre, se dignó a su vez hacerse consustancial con su madre, y, siendo como era el único que se hallaba libre de pecado, unió consigo nuestra naturaleza, la humanidad hubiera seguido para siempre bajo la cautividad del demonio. Y no hubiésemos podido beneficiarnos de la victoria del triunfador, si su victoria se hubiera logrado al margen de nuestra naturaleza.

(Carta 31, 2-3: PL 54, 791-793)
De News.va

Dios, nuestro Papá, camina con nosotros en la historia

 Dios hace la historia con nosotros y la corrige cuando nos equivocamos, reiteró el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta. Recordando que «Dios quiso salvarnos en la historia» y que «nuestra salvación no es una salvación ascética, de laboratorio – ‘¡no! ¡es histórica!», el Santo Padre hizo hincapié en que «no hay una salvación sin historia. Y para llegar al hoy hay una larga historia, una historia larguísima»:
«Y así, paso a paso, se hace la historia. Dios hace la historia, también nosotros la hacemos. Y, cuando nos equivocamosDios corrige la historia y nos lleva adelante, adelante siempre caminando con nosotros. Si no tenemos claro esto, ¡nunca comprenderemos la Navidad! ¡Nunca comprenderemos la Encarnación del Verbo! ¡Nunca! Es toda una historia que camina. ‘Padre, ¿esta historia terminó con la Navidad? ¡No! También ahora el Señor nos salva en la historia. Y camina con su pueblo».
Tras señalar que en esta historia, están los elegidos de Dios, esas personas que Él elige «para ayudar a su pueblo a ir adelante», como Abraham, Moisés, Elías, el Papa recordó que para ellos hubo algunos momentos feos, momentos oscuros, incómodos, fastidiosos. Personas a las que les gustaría vivir tranquilas, pero que «el Señor incomoda. ¡El Señor nos incomoda para hacer la historia! Y tantas veces nos hace caminar por sendas que no queremos». Tanto que Moisés y Elías llegan a querer morir, pero luego confían en el Señor.
Con el Evangelio del día, el Papa recordó «otro momento feo en la historia de la salvación». El de José que descubre que su prometida, María, está encinta: «él sufre, ve que las mujeres de la aldea chismeaban en el mercado, sufre. ‘Yo no la conozco. Es una mujer de Dios, ¿qué me ha hecho? ¡No es posible!’. Si la acusa la lapidan. Él no quiere eso, aunque no entiende. Sabe que «María es incapaz de infidelidad».  «En estos momentos feos – subrayó Francisco - «estos elegidos de Dios, para hacer la historia deben tomar el problema sobre sus espaldas, sin entender». Así «el Señor hace la historia»:

«Así hace José, el hombre que en el peor momento de su vida, en el momento más oscuro, toma sobre sí el problema. Se acusa a sí mismo ante los ojos de los demás, para encubrir a su esposa. Quizá algún psicoanalista dirá que este sueño es un condensado de su angustia, que busca una salida... que digan lo que quieran. Pero ¿qué hizo José? Después del sueño, llevó a su esposa consigo. ‘No entiendo nada, pero el Señor me ha dicho esto y resultará como hijo mío’».
«Hacer historia con su pueblo – dijo también el Papa - significa para Dios caminar y poner a prueba a sus elegidos», pero al final los salva: «recordemos siempre, con confianza aún en los momentos más feos, aun en los momentos de la enfermedad, cuando nos demos cuenta de que debemos pedir la extrema unción, porque no hay más salida sino la de decir: ‘Señor, la historia no ha comenzado conmigo y no terminará conmigo! Tú sigue adelante, yo estoy a disposición. Y así ponernos en las manos del Señor» ¿Qué nos enseñan pues los elegidos por Dios?»:
«Que Dios camina con nosotros, que Dios hace historia, que Dios nos pone a prueba y que Dios nos salva en los momentos más feos, porque es nuestro Padre. Y según Pablo es nuestro Papá. Que el Señor nos haga comprender este misterio de su caminar con su pueblo en la historia, de su poner a prueba a sus elegidos y la grandeza de corazón de sus elegidos, que toman sobre sí los dolores, los problemas, también la apariencia de pecadores – pensemos en Jesús – para llevar adelante la historia».
(CdM – RV)