El grande Doctor de la Iglesia, San Bernardo Abad, nos exhorta a amar afectuosamente a los ángeles y a confiar en ellos, porque estos espíritus celestiales nos han sido dados por Dios para acompañarnos y protegernos en el camino de nuestra vida: “Amemos entrañablemente a estos espíritus, que han de ser algún día nuestros coherederos. ¿Qué podremos temer bajo su custodia? Ni pueden ser vencidos ni sobornados. Ni pueden engañar, ni hay medio de que los engañen. Son fieles, prudentes y poderosos. ¿Por qué temer? Sigámosles, escuchémosles, y vivamos bajo la protección de Dios”. (Cfr. Oficio de Lectura para la memoria de los Santos Ángeles custodios).
Los ángeles son mensajeros de felicidad que nos indican constantemente la dirección a seguir para escoger el bien y evitar el mal, viviendo según la libertad de los hijos de Dios. En medio a todos nuestros combates, ellos están junto a nosotros para defendernos de los espíritus del mal y sostenernos en el combate más difícil: el que tenemos contra nuestro egoísmo.
Benedicto XVI