La docilidad a la voz del Espíritu impulsa a ‘quemar’ la vida por el anuncio del Evangelio, aun en los lugares más lejanos. Es lo que caracteriza a cada mujer y a cada hombre, cuya opción es misionar para servir a la Iglesia. Lo destacó el Papa Francisco en su homilía, en la Misa matutina, en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
Una llamada que «encadena», un impulso irresistible, que lleva a donar la
vida a Cristo, aún más a ‘quemarla’ por Él. Como el fuego que ardía en el
corazón de San Pablo, el mismo que arde en aquellos «jóvenes, muchachos y
muchachas, que dejaron su patria, su familia, para ir lejos, a otros
continentes, para anunciar a Jesús».
‘Encadenados’
por el Espíritu
El Obispo de Roma reflexionó, con los Hechos de los Apóstoles, sobre la
despedida de Pablo de la comunidad de Mileto, cuando anuncia que va a Jerusalén
«como encadenado por el Espíritu Santo», que tiene el señorío de su vida, para
cumplir su carrera y la misión que recibió del Señor Jesús: «la de dar
testimonio de la Buena Noticia de la gracia de Dios» (cfr Hch 20,34). Y destacó
que esta lectura evoca la vida de nuestros misioneros de toda época:
«¡Iban como encadenados por el Espíritu Santo: una vocación! Y cuando, en
esos lugares, vamos a los cementerios y vemos sus lápidas: tantos murieron
jóvenes, con menos de 40 años. Porque no estaban preparados a soportar las
enfermedades del lugar. Dieron su vida siendo jóvenes: ‘quemaron’ su vida.
Pienso que, en ese último instante, lejos de su patria, de su familia, de sus
seres queridos, ellos dijeron: ‘¡Valía la pena, lo que hice!’».
Los
Misioneros son la gloria de la Iglesia
Haciendo hincapié en que «el misionero va sin saber lo que le espera»,
citando la despedida de San Francisco Javier, que narra José María Pemán, el
Papa señaló que evoca la de San Pablo: «Sólo sé que, de ciudad en ciudad, el
Espíritu Santo me va advirtiendo cuántas cadenas y tribulaciones me esperan». Y
con emoción, el Santo Padre habló de los misioneros de hoy:
«Nuestros
misioneros, estos héroes de nuestros tiempos. Europa que llenó de misioneros
otros continentes… Se iban sin volver… Me parece justo que demos gracias al
Señor por el testimonio que dieron, son verdaderos testigos. Pienso en cómo fue
el último momento de ellos: ¿cómo habrá sido su despedida? Como Javier: ‘¡Lo
dejé todo, pero valía la pena!’ Se fueron de forma anónima. Mártires, ofreciendo
su vida por el Evangelio. ¡Estos misioneros son nuestra gloria! ¡La gloria de
nuestra Iglesia!».
Jóvenes
‘quemen’ su vida con la alegría de anunciar el Evangelio
Recordando que la docilidad es una cualidad de los misioneros, el Papa
concluyó con su anhelo y ruego, para que los jóvenes de hoy que están
capturados por la insatisfacción, escuchen la voz del Espíritu:
«Quisiera decirles a los muchachos y a las muchachas de hoy, que sé que no
se sienten cómodos, que no son tan felices con la cultura del consumismo, del
narcisismo… ¡Miren el horizonte! ¡Miren más allá, miren a estos misioneros
nuestros! Recen al Espíritu Santo para que los impulse a ir lejos a ‘quemar’ su
vida. Es una palabra algo dura, pero la vida vale la pena vivirla. Y, para
vivirla bien, ‘quemarla’ en el servicio, en el anuncio, e ir adelante. Ésta es
la alegría del anuncio del Evangelio».
(CdM – RV)