En los alrededores de Ceuta hay
emigrantes. No sé cuántos son. Sé que son seres humanos.
Sé que no tienen papeles, pero tienen hambre. Sé que no están autorizados a
estar donde están, pero tienen derecho a buscarse un futuro para sí mismos y
para sus familias. Sé que las autoridades de las naciones los consideran una
amenaza, aunque la realidad es que las autoridades son una amenaza para ellos.
El lunes les llevamos alimentos. El martes
nos llaman para informar que las fuerzas del orden (ellos dicen "la
policía") se los han quitado. ¿Qué dirían ustedes de una sociedad que
persiguiese a hombres, mujeres y niños vulnerables e indefensos -a los que
leyes inicuas han hecho ilegales, irregulares, clandestinos-, los acosase como si fuesen alimañas, los persiguiera
como si fuesen criminales, los golpease como no se permitiría hacer con los
animales, y los cercase para rendirlos por hambre? Se diría que esa sociedad se
había deshumanizado, corrompido, embrutecido, envilecido, degenerado.
Pues lo que no hace la sociedad marroquí,
acogedora y humana, se nos dice que lo hacen agentes uniformados, miembros de
fuerzas del orden del Estado, que entran en el bosque de Beliones, no para
apartar de la frontera -de una maldita frontera que Dios no hizo ni quiso ni
quiere-, a unos emigrantes, sino para apropiarse de los pocos
alimentos que los emigrantes han recibido para subsistir.
¿Qué nombre te das a ti mismo,
tú, agente de la autoridad, si te has llevado a tu cuartel o a tu casa lo que
un hermano tuyo necesita para vivir? ¿Te has divertido? ¿Te has escondido para
que nadie te viese? ¿Es lo que te han mandado hacer? ¿Lo has hecho por propia
iniciativa? ¿Crees que no habrás de dar cuenta al único Dios?
Por si lo hubieses olvidado, te recuerdo
lo que dice el Señor de todos, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios
de Jesús de Nazaret, el Dios de Mohamed:
"He visto la opresión de mi pueblo, he oído sus quejas contra los
opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos". Te
lo recuerdo por si quieres tener piedad de ti mismo, pues si comes el pan que
has quitado a los pobres, estás comiendo tu propia condenación, estás comiendo
el bocado que mete en tu cuerpo a Satanás.
Se lo recuerdo al soldado y al oficial que
lo manda, al político que fija las normas y a los gobiernos que las ejecutan: Dios ve al opresor y al oprimido, y
toma partido por el oprimido.
Tal vez pienses que puedes honrar a Dios y
despreciar a los pobres. Un día comparecerás ante él y descubrirás aterrorizado
que los pobres eran tan dignos de respeto como Dios. Aquel día, el Rey, el
único Rey, el hermano de los pequeños a quienes hoy robamos el pan, lo creáis o
no, nos juzgará y nos condenará, y de nada servirá que le llamemos
"Señor", pues sólo se recordará el pan que
le hemos dado o le hemos negado.
"Si no os convertís, todos pereceréis
lo mismo". A nadie le pediré que se convierta a Dios. Podéis
tranquilamente no creer en él. No se os pedirá cuenta de semejante ignorancia.Pero estamos perdidos si no nos convertimos a los pobres.
Entonces nuestra suerte estará entre los malditos.
(Santiago Agrelo Martínez, Arzobispo de Tánger).-