sábado, 12 de abril de 2014

Domingo de Ramos. Juan Pablo II

1. "Bendito el que viene en nombre del Señor" (Mc 11, 9).
La liturgia del domingo de Ramos es casi un solemne pórtico de ingreso en la Semana santa. Asocia dos momentos opuestos entre sí:  la acogida de Jesús en Jerusalén y el drama de la Pasión; el "Hosanna" festivo y el grito repetido muchas veces:  "¡Crucifícalo!"; la entrada triunfal y la aparente derrota de la muerte en la cruz. Así, anticipa la "hora" en la que el Mesías deberá sufrir mucho, lo matarán y resucitará al tercer día (cf. Mt 16, 21), y nos prepara para vivir con plenitud el misterio pascual.

2. "Alégrate, hija de Sión; (...) mira a tu rey que viene a ti" (Zc 9, 9).
Al acoger a Jesús, se alegra la ciudad en la que se conserva el recuerdo de David; la ciudad de los profetas, muchos de los cuales sufrieron allí el martirio por la verdad; la ciudad de la paz, que a lo largo de los siglos ha conocido violencia, guerra y deportación.
En cierto modo, Jerusalén puede considerarse la ciudad símbolo de la humanidad, especialmente en el dramático inicio del tercer milenio que estamos viviendo. Por eso, los ritos del domingo de Ramos cobran una elocuencia particular. Resuenan consoladoras las palabras del profeta Zacarías:  "Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso, modesto y cabalgando en un asno. (...) Romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones" (Zc 9, 9-10). Hoy estamos de fiesta, porque entra en Jerusalén Jesús, el Rey de la paz.


3. Entonces, a lo largo de la bajada del monte de los Olivos, fueron al encuentro de Cristo los niños y los jóvenes de Jerusalén, aclamando y agitando con júbilo ramos de olivo y de palmas.
Hoy acogemos con fe y con júbilo a Cristo, que es nuestro "rey":  rey de verdad, de libertad, de justicia y de amor. Estos son los cuatro "pilares" sobre los que es posible construir el edificio de la verdadera paz, como escribió hace cuarenta años en la encíclica Pacem in terrisel beato Papa Juan XXIII. 


4. La paz es don de Cristo, que nos lo obtuvo con el sacrificio de la cruz. Para conseguirla eficazmente, es necesario subir con el divino Maestro hasta el Calvario. Y en esta subida, ¿quién puede guiarnos mejor que María, que precisamente al pie de la cruz nos fue dada como madre en el apóstol fiel, san Juan?  El vínculo íntimo con la Madre del Señor llevará al "discípulo amado" a convertirse en el apóstol del Amor que él había tomado del Corazón de Cristo a través del Corazón inmaculado de María.

5. "He ahí a tu Madre". Jesús os dirige estas palabras a cada uno de vosotros, queridos amigos. También a vosotros os pide que acojáis a María como madre "en vuestra casa", que la recibáis "entre vuestros bienes", porque "ella, desempeñando su ministerio materno, os educa y os modela hasta que Cristo sea formado plenamente en vosotros" (Mensaje, 3). María os lleve a responder generosamente a la llamada del Señor y a perseverar con alegría y fidelidad en la misión cristiana.

6. "Realmente, este hombre era el Hijo de Dios" (Mc 15, 39). Hemos vuelto a escuchar la clara profesión de fe del centurión, "al ver cómo había expirado" (Mc 15, 39). De cuanto vio brota el sorprendente testimonio del soldado romano, el primero en proclamar que ese hombre "era el Hijo de Dios".

EL PAPA: PIDO PERDÓN POR TODO EL MAL COMETIDO POR ALGUNOS SACERDOTES CON LOS ABUSOS SEXUALES A LOS NIÑOS

«Queridos amigos,

les doy las gracias por este encuentro. Aprecio sus esfuerzos en favor de los niños: es una expresión concreta y actual de la predilección que el Señor Jesús tiene por ellos.

A mí me gusta decir que en una sociedad bien constituida los privilegios sólo deben ser para los niños y los ancianos, porque el futuro de un pueblo está en manos de ellos. Los niños porque ciertamente llevarán adelante la fuerza de la historia. Los ancianos porque son la sede de la sabiduría de un pueblo y tienen que aportar esa sabiduría ¿no?

Podemos decir que el BICE nació de la maternidad de la Iglesia. En efecto, tuvo su origen a partir de la intervención del Papa Pío XII en defensa de los niños, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, esta organización se ha comprometido siempre en promover la defensa de los derechos del menor, contribuyendo también a la Convención de las Naciones Unidas de 1989. Y en esta labor colabora constantemente con las oficinas de la Santa Sede en Nueva York, en Estrasburgo y sobre todo en Ginebra.

Usted, con delicado espíritu de fineza, habló del buen trato. Le agradezco, esta expresión suave, pero me siento interpelado a hacerme cargo de todo el mal de algunos sacerdotes, bastantes. Bastantes en número, no en comparación con la totalidad. Hacerme cargo de pedir perdón del daño que han hecho con los abusos sexuales a los niños. La Iglesia es consciente de este daño; es un daño personal y moral de ellos, pero hombres de Iglesia. Y no vamos a dar un paso atrás en lo que se refiere al tratamiento de estos problemas y a las sanciones que se deben poner, al contrario. Creo que debemos ser muy fuertes. Con los chicos no se juega.

En nuestros días, es importante llevar adelante los proyectos contra el trabajo esclavo, contra el reclutamiento de niños soldados y cualquier tipo de violencia sobre los menores.

Dicho en positivo, es preciso reafirmar el derecho de los niños a crecer en una familia, con un padre y una madre capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su madurez afectiva. Seguir madurando en la relación y confrontación con lo que es la masculinidad y la femineidad de un padre y de una madre y a seguir así madurando, ir armando su madurez afectiva.

Esto comporta al mismo tiempo apoyar el derecho de los padres a la educación moral y religiosa de sus hijos. Y en este punto quisiera manifestar mi rechazo a todo tipo de experimentación educativa con los chicos. Con niños y jóvenes no se puede experimentar. No son cobayas de laboratorio.

Los horrores de la manipulación educativa que hemos vivido en las grandes dictaduras genocidas del siglo XX no han desparecido; conservan su actualidad bajo ropajes diversos y propuestas que, con pretensión de modernidad, fuerzan a caminar a niños y jóvenes por el camino dictatorial del “pensamiento único”. Me decía hace un poco más de una semana un gran educador: a veces uno no sabe si con estos proyectos – se refería a proyectos concretos de educación – uno manda al chico a la escuela o a un campo de reeducación.

Trabajar por los derechos humanos presupone mantener siempre viva la formación antropológica, estar bien preparados en la realidad de la persona humana, y saber responder a los problemas y desafíos que plantean las culturas contemporáneas y la mentalidad difundida por los medios de comunicación social. 


Obviamente no se trata de acurrucarnos en cobertizos de protección, que hoy día son incapaces de dar vida, que dependen de culturas que ya está pasadas... que... no eso no. Eso está mal. Pero enfrentar con los valores positivos de la persona humana los nuevos desafíos que nos traen las culturas nuevas.

Para ustedes, se trata de ofrecer a sus dirigentes y funcionarios una formación permanente sobre la antropología del niño, porque es ahí donde los derechos y las obligaciones tienen su fundamento. De ella depende el planteamiento de los proyectos educativos, que obviamente tienen que ir progresando tienen que ir madurando, tienen que acomodarse a los signos de los tiempos. Respetando siempre la identidad humana y la libertad de conciencia.

Gracias de nuevo. Les deseo un buen trabajo. Me viene a la mente el logo que la comisión de protección de niñez y adolescencia tenía en Buenos Aires, que Norberto conoce muy bien. El logo de la Sagrada Familia arriba de un burrito, escapando a Egipto, defendiendo ese Niño. A veces para defender hay que escapar. A veces hay que quedarse y proteger. A veces hay que pelear. Pero siempre hay que tener ternura. Gracias por lo que hacen. Que el Señor los bendiga y la Virgen los acompañe».

Los sumos sacerdotes y los fariseos resuelven matar a Jesús. Evangelio según San Juan 11,45-57.


Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.
Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos.
Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación".
Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada.
¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?".
No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación,
y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos.
A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús.
Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.
Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse.
Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?".
Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.