jueves, 20 de octubre de 2016

Papa: No basta el catecismo para conocer a Jesús, hay que rezar

Para conocer verdaderamente a Jesús tenemos necesidad de oración, de adoración y de reconocernos pecadores. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice subrayó que el catecismo no es suficiente para comprender la profundidad del misterio de Cristo.
“Ganar a Cristo”
El Papa Bergoglio desarrolló su homilía partiendo del pasaje de la Carta de San Pablo a los Efesios, contenido en la Primera Lectura del día. El Apóstol de los Gentiles  – observó – pide que el Espíritu Santo dé a los Efesios la gracia de “ser fuertes, reforzados”, hacer que Cristo habite en sus corazones. “Allí está el centro”.
No se conoce a Jesús sólo con el catecismo, es necesario rezar
El Santo Padre observó que Pablo “se sumerge” en el “mar inmenso que es la persona de Cristo”. Y tras formular las preguntas: “¿Cómo podemos conocer a  Cristo? ¿Cómo podemos comprender el amor de Cristo que supera todo conocimiento”?, Francisco dijo:
“Cristo está presente en el Evangelio. Leyendo el Evangelio conocemos a Cristo. Y todos nosotros hacemos esto. Al menos escuchamos el Evangelio cuando vamos a Misa. Con el estudio del catecismo. El catecismo nos enseña quién es Cristo. Pero esto no es suficiente. Para ser capaces de comprender cuál es la amplitud, la longitud, la altura y la profundidad de Jesucristo es necesario entrar en un contexto, primero, de oración, como hace Pablo, de rodillas: ‘Padre envíame al Espíritu para conocer a Jesucristo’”.
Encontrar al Señor en el silencio de la adoración
Par conocer verdaderamente a Cristo – reafirmó el Obispo de Roma – “es necesaria la oración”. Pero Pablo –  añadió –  “no sólo reza, sino que adora este misterio que supera todo conocimiento y en un contexto de adoración pide esta gracia” al Señor:
“No se conoce al Señor sin esta costumbre de adorar, de adorar en silencio. Adorar. Creo – si no me equivoco – que esta oración de adoración es la menos conocida por nosotros, es la que hacemos menos. Perder el tiempo – me permito decir – ante el Señor, ante el misterio de Jesucristo. Adorar. Y allí en silencio, el silencio de la adoración. Él es el Señor y yo adoro”.
Reconocerse pecadores para entrar en el misterio de Jesús
Tercero –  dijo el Papa al concluir – “para conocer a Cristo es necesario tener conciencia de nosotros mismos”, es decir, tener la costumbre de acusarnos a nosotros mismos, reconociendo que  somos “pecadores”:
“No se puede adorar sin acusarse a sí mismo. Para entrar en este mar sin fondo, sin orilla, que es el misterio de Jesucristo, son necesarias estas cosas. La oración: ‘Padre, envíame al Espíritu para que Él me conduzca a conocer a Jesús’. Segundo: la adoración del misterio, entrar en el misterio, adorando. Y tercero: acusarse a sí mismo. Soy un hombre de labios impuros’. Que el Señor nos dé esta gracia que Pablo pide para los Efesios, también para nosotros, esta gracia de conocer y ganar a Cristo”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

El Papa bendijo una estatua del cura Brochero en la plaza de San Pedro



El Papa Francisco bendijo este miércoles al término de la audiencia general en la plaza de San Pedro una estatua tamaño natural del nuevo santo argentino, conocido como el "cura Brochero".
La estatua, de cerca 2 metros de altura, realizada en fibra de vidrio por el artista Fernando Pugliese, representa al santo José Gabriel Brochero montado en una mula, el medio de transporte con el que el nuevo santo recorrió parte de su país para ayudar a los pobres y enfermos de lepra.
La estatua del llamado "cura gaucho", canonizado por el Papa el domingo en el curso de una ceremonia solemne a la que asistió el presidente argentino Mauricio Macri, permanecerá en el Vaticano.
El religioso argentino, muy popular en su país, cumplió su misión evangelizadora a lomo de mula en las sierras de Córdoba, al norte de Buenos Aires, donde nació en 1840 y murió en 1914, víctima de la lepra.
Se trata del primer santo argentino nacido y fallecido en su país. 
(RD/Agencias)

Frei Betto: "Orar por la paz es comprometerse a luchar por la justicia"


"Sólo las naciones ricas del hemisferio Norte, que tanto hablan de paz, son quienes fabrican artefactos de guerra"

 El Papa Juan Pablo II estableció, el 27 de noviembre de 1986, el Día Mundial de Oración por la Paz. En aquella fecha reunió en Asís, tierra de san Francisco, a 160 representantes de 32 confesiones cristianas y 11 denominaciones no cristianas: hinduismo, sikismo, budismo, judaísmo, islamismo, shintoismo, zoroastrismo, bahaismo y tradiciones de origen africano.
El Papa Francisco repitió la iniciativa el pasado 20 de septiembre, aunque manteniendo la convocatoria para el 27 de octubre.
Este año hay motivos especiales para orar por la paz. Por primera vez en la historia una nación votó democráticamente por la continuación de una guerra que ya dura 50 años: el conflicto en Colombia entre las tropas del gobierno y la guerrilla de las FARC. Se espera que el premio Nobel de la Paz, concedido este mes al presidente colombiano Juan Manuel Santos, fortalezca el acuerdo de paz entre las fuerzas beligerantes.
Según la ONU las guerras del siglo XX segaron la vida de 109,700 millones de personas. La primera Guerra Mundial (1914-1918) dejó el rastro de 15 millones de muertos. En la Segunda (1939-1945) perdieron la vida 50 millones, de los cuales el 62% eran civiles.

Durante el siglo XXI, la guerra de Irak eliminó en siete años cerca de cien mil personas, de las cuales cuatro mil fueron militares norteamericanos. La de Siria, iniciada en el 2011, ya lleva sacrificadas 300 mil vidas, un tercio de las cuales eran civiles, además de obligar a once millones de personas a abandonar sus casas.
No seamos ingenuos. La guerra no es sólo "la continuidad de la política por otros medios", como declaró Clausewitz. Hoy día es, sobre todo, un medio sórdido de obtener un lucro fácil a través de la industria bélica, que factura US$400 mil millones al año, y del contrabando de armas. Sólo las naciones ricas del hemisferio Norte, que tanto hablan de paz, son quienes fabrican artefactos de guerra y promueven intervenciones militares en naciones periféricas. Practican el precepto de "armaos los unos a los otros".
Orar por la paz es comprometerse a luchar por la justicia. Fue el profeta Isaías el primero que advirtió que la paz no se gana con un equilibrio de armas, como piensan los gobernantes actuales envueltos en el conflicto de Siria, sino con la promoción de la justicia.
Ningún animal mata a su semejante, excepto para alimentarse. Sólo nosotros los seres humanos, criaturas de Dios, cargamos con esa perversidad de matar por venganza, ira, prejuicio o ambición de poder.
Orar por la paz es practicar el "amaos unos a otros", o sea la tolerancia, y extirpar del corazón esas energías negativas que nos inducen a desencadenar pequeñas guerras cotidianas que usan como arma el lenguaje ofensivo y las posturas exclusivas.
En el corazón de cada uno de nosotros se engendran guerras que equivocadamente tienen como objetivo a aquellos que no están de acuerdo con nuestras ideas, opiniones e iniciativas. Cuando debiéramos mirar el verdadero objetivo: las desigualdades sociales que son el origen de tantos conflictos, y la pretensión de imponer a los demás, a sangre y fuego, nuestro modo personal de pensar y actuar.
Orar por la paz es erradicar la intolerancia y combatir las causas de las injusticias. Ellas son las fuentes de todas las desavenencias.
Frei Betto 

COMENTARIO AL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS (12,49-53) POR BENEDICTO XVI



“Queridos hermanos y hermanas: 
En el evangelio de este domingo hay una expresión de Jesús que siempre atrae nuestra atención y hace falta comprenderla bien. Mientras va de camino hacia Jerusalén, donde le espera la muerte en cruz, Cristo dice a sus discípulos: "¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división". 

Y añade: "En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra". 

Quien conozca, aunque sea mínimamente, el evangelio de Cristo, sabe que es un mensaje de paz por excelencia; Jesús mismo, como escribe san Pablo, "es nuestra paz" (Ef 2, 14), muerto y resucitado para derribar el muro de la enemistad e inaugurar el reino de Dios, que es amor, alegría y paz.

¿Cómo se explican, entonces, esas palabras suyas? ¿A qué se refiere el Señor cuando dice —según la redacción de san Lucas— que ha venido a traer la "división", o —según la redacción de san Mateo— la "espada"? (Mt 10, 34). 

Esta expresión de Cristo significa que la paz que vino a traer no es sinónimo de simple ausencia de conflictos. Al contrario, la paz de Jesús es fruto de una lucha constante contra el mal. 

El combate que Jesús está decidido a librar no es contra hombres o poderes humanos, sino contra el enemigo de Dios y del hombre, contra Satanás. Quien quiera resistir a este enemigo permaneciendo fiel a Dios y al bien, debe afrontar necesariamente incomprensiones y a veces auténticas persecuciones. 

Por eso, todos los que quieran seguir a Jesús y comprometerse sin componendas en favor de la verdad, deben saber que encontrarán oposiciones y se convertirán, sin buscarlo, en signo de división entre las personas, incluso en el seno de sus mismas familias. 

En efecto, el amor a los padres es un mandamiento sagrado, pero para vivirlo de modo auténtico no debe anteponerse jamás al amor a Dios y a Cristo. De este modo, siguiendo los pasos del Señor Jesús, los cristianos se convierten en "instrumentos de su paz", según la célebre expresión de san Francisco de Asís. No de una paz inconsistente y aparente, sino real, buscada con valentía y tenacidad en el esfuerzo diario por vencer el mal con el bien (cf. Rm 12, 21) y pagando personalmente el precio que esto implica. 

La Virgen María, Reina de la paz, compartió hasta el martirio del alma la lucha de su Hijo Jesús contra el Maligno, y sigue compartiéndola hasta el fin de los tiempos. Invoquemos su intercesión materna para que nos ayude a ser siempre testigos de la paz de Cristo, sin llegar jamás a componendas con el mal”.
Benedicto XVI, Ángelus del 19 de agosto de 2007

HE VENIDO A PRENDER FUEGO EN EL MUNDO




Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,49-53):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! 

Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! 

¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. 

En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

Palabra del Señor

Siempre hay alguien que tiene hambre y sed y no puedo delegarlo a ningún otro. El Papa en la catequesis

«Supongan que un hermano o hermana andan medio desnudos, o sin el alimento necesario, y uno de ustedes le dice: vayan en paz, abríguense y coman todo lo que quieran; pero no les da lo que sus cuerpos necesitan ¿de qué sirve?» (Sant 2, 15-16) Una de las consecuencias del así llamado 'bienestar' es la de conducir a las personas a encerrarse en sí mismas, volviéndolas insensibles a las exigencias de los demás. En cambio, la realidad debe ser afrontada por lo que es, y hay necesidades urgentes que requieren una respuesta "inmediata y urgente". Entre ellas, el hambre y la sed. De la carta del apóstol Santiago, la reflexión del Papa sobre dos de las obras de misericordia corporales:
“Queridos hermanos y hermanas, como hemos escuchado en la Carta de Santiago, hay situaciones de necesidad entre nosotros que requieren una respuesta inmediata y urgente, como dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento; ambas son obras de misericordia corporales. Es muy dura la experiencia del hambre y la sed, y desgraciadamente es una realidad actual y cercana a nosotros. Cada día encontramos personas que sufren estos males y necesitan nuestra ayuda”.
El derecho a la alimentación y al agua, cumple un papel importante para la consecución de otros derechos. Citando a Benedicto XVI, el Obispo de Roma recordó que dar de comer al hambriento es un imperativo ético para la Iglesia Universal. Cuántas veces los medios de comunicación informan sobre poblaciones que sufren la falta de alimento y de agua con graves consecuencias en especial para los niños. Ante estas noticias la opinión pública se siente tocada y parten las campañas de ayuda. Pero, ¿qué sucede cuando encuentro “en primera persona” al hambriento o al sediento?
“Jesús nos enseña a responder a estas necesidades con su ejemplo, - dijo el Sucesor de Pedro hablando en nuestro idioma. Y nos recuerda que «él es el pan de vida» y «quien tenga sed venga mí». Él mandó a sus discípulos que dieran de comer a la multitud, pero ellos sólo tenían cinco panes y dos peces. Jesús pronunció sobre estos la bendición y los partió, y al distribuirlos, todos quedaron saciados. Su ejemplo nos interpela y nos anima a reconocer que cuando damos nuestro poco al hermano necesitado se hace presente la ternura y la misericordia de Dios”.
La pobreza en abstracto no nos interpela. Fue ésta otra de las afirmaciones del Papa Francisco hablando en italiano. “La pobreza en abstracto nos hace pensar, lamentar…”, dijo,en cambio cuando uno ve la pobreza en la carne de un hombre, de una mujer, de un niño, ¡esto sí que nos interpela! Y es por eso que tenemos la costumbre de ‘huir’ de los necesitados, de no acercarnos, o de “maquillar” la realidad de los necesitados con costumbres a la moda: nos aleja de la realidad.
De ahí la afirmación del pontífice a partir de la narración del Apóstol Santiago: “siempre hay alguien que tiene hambre y sed y que necesita de mi” y “no puedo delegarlo a ningún otro”. “Éste pobre necesita de mí, de mi ayuda, de mi palabra, de mi compromiso”. “Si la fe no está seguida por las obras, está completamente muerta”. Y todos, aseveró el Papa, estamos involucrados en esto.
En la conclusión de su catequesis impartida en nuestro idioma el Sucesor de Pedro lanzó nuevamente una invitación: aquella de salir al encuentro de las necesidades más básicas de los que encontremos en nuestro camino, dando lo poco que tenemos. “Dios, a su vez, les corresponderá con su gracia y los colmará de una auténtica alegría. Muchas gracias”.
(Griselda Mutual - Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)