domingo, 10 de mayo de 2015

El corazón de Cristo ama a todos, cultos e ignorantes, ricos y pobres, justos y pecadores, dijo el Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy  – Juan, capítulo 15 – nos vuelve a llevar al Cenáculo, donde escuchamos el mandamiento nuevo de Jesús. Dice así: “Este es mi mandamiento: ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (v. 12). Y, pensando en el sacrificio de la cruz ya inminente, añade: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando” (vv.13-14).
Estas palabras, pronunciadas durante la última Cena, resumen todo el mensaje de Jesús; es más, resumen todo lo que Él ha hecho: Jesús ha dado la vida por sus amigos. Amigos que no lo habían comprendido, que en el momento crucial lo han abandonado, traicionado y renegado. Esto nos dice que Él nos ama aun no siendo merecedores de su amor: ¡así nos ama Jesús!
De este modo, Jesús nos muestra el camino para seguirlo, el camino del amor. Su mandamiento no es un simple precepto, que permanece siempre como algo abstracto o exterior a la vida. El mandamiento de Cristo es nuevo, porque Él, en primer lugar, lo ha realizado, le ha dado carne, y así la ley del amor es escrita una vez para siempre en el corazón del hombre (Cfr. Jer 31,33). ¿Y cómo está escrita? Está escrita con el fuego del Espíritu Santo. Y con este mismo Espíritu, que Jesús nos da, ¡podemos caminar también nosotros por este camino!
Es un camino concreto, un camino que nos conduce a salir de nosotros mismo para ir hacia los demás. Jesús nos ha mostrado que el amor de Dios se realiza en el amor al prójimo. Ambos van juntos. Las páginas del Evangelio están llenas de este amor: adultos y niños, cultos e ignorantes, ricos y pobres, justos y pecadores han tenido acogida en el corazón de Cristo.
Por tanto, esta Palabra del Señor nos llama a amarnos unos a otros, incluso si no siempre nos entendemos, no siempre vamos de acuerdo… pero es precisamente allí donde se ve el amor cristiano. Un amor que también se manifiesta si existen diferencias de opinión o de carácter, ¡pero el amor es más grande que estas diferencias! Éste es el amor que nos ha enseñado Jesús. Es un amor nuevo porque ha sido renovado por Jesús y por su Espíritu. Es un amor redimido, liberado del egoísmo. Un amor que da la alegría a nuestro corazón, como dice el mismo Jesús: “Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto” (v.11).
Es precisamente el amor de Cristo, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones, el que realiza cada día prodigios en la Iglesia y en el mundo. Son tantos pequeños y grandes gestos que obedecen al mandamiento del Señor: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Cfr. Jn 15,12).
Gestos pequeños, de todos los días, gestos de cercanía a un anciano, a un niño, a un enfermo, a una persona sola y con dificultades, sin casa, sin trabajo, inmigrada, refugiada… Gracias a la fuerza de esta Palabra de Cristo, cada uno de nosotros puede estar cerca del hermano y de la hermana que encuentra. Gestos de cercanía, de proximidad. En estos gestos se manifiesta el amor que Cristo nos ha enseñado.
Que en esto nos ayude nuestra Madre Santísima, para que en la vida cotidiana de  cada uno de nosotros el amor de Dios y el amor del próximo estén siempre unidos.


DIOS NOS HA RECONCILIADO POR MEDIO DE CRISTO


Del comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre la segunda carta a los Corintios (Caps. 5, 5-6, 2: PG 74, 942-943)

«La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros», y, para que nosotros tuviésemos vida, sufrió la muerte según la carne, y así es como conocimos a Cristo; sin embargo, ahora ya no es así como lo conocemos. Pues, aunque retiene su cuerpo humano, ya que resucitó al tercer día y vive en el cielo junto al Padre, no obstante, su existencia es superior a la meramente carnal, puesto que murió de una vez para siempre y ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él, porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. 

Si tal es la condición de aquel que se convirtió para nosotros en abanderado y precursor de la vida, es necesario que nosotros, siguiendo sus huellas, formemos parte de los que viven por encima de la carne, y no en la carne. Por esto, dice con toda razón san Pablo: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.

Fuente: News.va

Juan de Ávila y la crítica a la limpieza de sangre

Teresa de Jesús contó con el privilegio del magisterio espiritual de Juan de Ávila, cuya fiesta litúrgica se celebra hoy. Este hecho sería decisivo para respaldar su experiencia de Dios y abrirle confiadamente al camino de la contemplación mística.
Muchos puntos de contacto encontramos entre ambos, pero hoy vamos a resaltar uno muy concreto: ambos eran cristianos nuevos, con antepasados conversos, lo que constituía un inconveniente o una lacra social que les cerraba muchas puertas. Bien lo pudo comprobar Teresa en su fundación de Toledo.
Ser cristiano nuevo o amigo de judeoconversos en una sociedad en la que se iban imponiendo los “estatutos de limpieza de sangre” era algo socialmente deshonroso. A ambos su experiencia de Dios les liberó de prejuicios en este tema, y les llevó a criticar abiertamente cuestiones de “honra”: «Siempre he estimado en más la virtud que el linaje» –afirmará Teresa con rotunda claridad. Y no tiene miedo a declarar que no posee nobleza por razón de su origen familiar. Así, a propósito de la fundación de Sevilla, recalca que el apoyo de Dios a su obra es por pura gracia: «pues no sería por ser de sangre ilustre el hacerme honra» (27, 12).
Presentamos a continuación un trabajo  de Juan Ignacio Pulido Serrano, de la Universidad de Alcalá de Henares, sobre Juan de Ávila donde muestra que el hecho de ser descendiente de judíos, por vía paterna, algo que fue bien conocido por sus contemporáneos, y presenta su singular postura frente al problema converso, que le causó distintos problemas, entre otros, un proceso inquisitorial ante el tribunal de Sevilla. En este artículo se analiza la huella que dejaron estas experiencias en sus principales obras (Audi, filia, sermones,Epistolario espiritual), enlas que se expresa su actitud y su pensamiento sobre la polémica cuestión de la limpieza de sangre.

Leer el artículo en la revista Sefarad, Vol 73, No 2 (2013): Juan de Ávila: su crítica a la limpieza de sangre y su condición conversa”
Fuente: Blog Para Vos Nací

ASIA/SIRIA - El obispo caldeo Audo: en las guerras sucias de Oriente Medio hay quieres instrumentalizan los sufrimientos de los cristianos

Alepo - “Diariamente estamos bajo las bombas. Creo que muchos cristianos huirán de Alepo y buscarán refugio en la zona costera, pero lo harán cuando se cierren las escuelas y universidades, después de los exámenes. Es paradójico, pero en el desastre en el que vivimos, este año en los distritos centrales de Alepo las escuelas y universidades han permanecido abiertas. Y quienes han podido no han dejado de ir a clase y de hacer los exámenes, mostrando que todavía creen que el estudio es importante para el futuro. Y todo esto, mientras se vive en una ciudad que parece no tener futuro”. Con estas palabras, el jesuita sirio Antoine Audo, obispo caldeo de Alepo, explica a la Agencia Fides los sentimientos compartidos por las familias cristianas de la ciudad mártir.
En las últimas horas, según las noticias relanzadas por los organismos internacionales, en la región de Alepo las milicias yihadistas parecen haber consolidado sus posiciones, intimidando a la rendición a dos mil soldados del ejército gubernamental que han quedado atrapados en la zona. “En realidad”, dice el obispo Audo “desde hace más de tres años para salir de Alepo no utilizamos los aeropuertos, que están todos en zonas en disputa. La impresión es que se está llevando a cabo una fuerte propaganda y guerra psicológica contra el gobierno, orquestada también a nivel internacional con el uso pilotado de la información. Hablan de un ataque a Alepo, dicen que Alepo está acabada. Tal vez están preparando algo”.
Las noticias acerca de los cristianos, según el obispo caldeo de Alepo, también se utilizan a menudo en clave instrumental: “hace tres semanas”, señala el obispo Audo “los grupos armados anti-gobierno realizaron ataques muy fuertes contra los distritos donde se concentran las Catedrales cristianas y luego también atacaron el distrito Suleimanya, donde viven muchos cristianos. Tal vez la intención era la de impresionar a la opinión pública internacional y justificar las respuestas militares. Desde el principio, han hecho todo lo posible para presentar este conflicto como un enfrentamiento religioso entre cristianos y musulmanes, o entre chiitas y sunitas. Por supuesto, los cristianos son el grupo más indefenso, no tienen armas, tienen miedo. Pero ciertas consignas y determinadas interpretaciones dirigidas y pilotadas, sólo sirven para ocultar las verdaderas razones y la dinámica real de la guerra. Hay quienes quieren dividir toda la zona en pequeñas entidades sectarias, como trataron de hacer también en Iraq, para poner unos contra otros y continuar dominando todo”. 
Fuente: News.va

Hoy celebramos a San Isaías, profeta. El gran profeta que predijo la muerte de Cristo en la Cruz

No todos los profetas nos dejaron sus visiones en forma de escritos. De Elías y Eliseo, por ejemplo, sólo sabemos lo que nos narran los libros históricos del Antiguo Testamento, principalmente los libros de Samuel y de los Reyes.
 
Entre los vates cuyos escritos poseemos es, sin duda, el mayor Isaías, hijo de Amós, de la tierra de Judá, quien fue llamado al duro cargo de profeta en el año 738 a.C., y cuya muerte ocurrió probablemente bajo el rey Manasés (693-639).

Según una antigua tradición judía, murió aserrado por la mitad, a manos de verdugos de este impío rey. En 442 d. C. su restos fueron transportados a Contantinopla. La Iglesia celebra su memoria el 6 de julio.
 
Isaías es el primero de los profetas del Antiguo Testamento, desde luego por lo acabado de su lenguaje que representa el siglo de oro de la literatura hebrea, mas sobre todo por la importancia de los vaticinios que se refieren al pueblo de Israel, a los pueblos paganos y a los tiempos mesiánicos y escatológicos.

Ningún otro profeta vio con tanta claridad al futuro Redentor, y nadie, como él, recibió tantas ilustraciones acerca de la salvación mesiánica, de manera que san Jerónimo no vacila en llamarlo "el Evangelista entre los Profetas".
 
Distínguense en el Libro de Isaías un Prólogo (cap. 1) y dos partes principales. La primera (cap. 2 a 35) es una colección de profecías, exhortaciones y amonestaciones, que tienen como punto de partida el peligro asirio, y contiene vaticinios sobre Judá e Israel (2, 1 a 12, 6), oráculos contra las naciones paganas (13, 1 a 23, 18); profecías escatológicas (24, 1 a 27, 13); amenazas contra la falsa seguridad (28, 1 a 33, 24), y la promesa de salvación de Israel (34, 1 a 35, 10).

Entre los profetas descuellan las consignadas en los capítulos 7 a 12. Fueron pronunciadas en tiempo de Acaz y tienen por tema la encarnación del Hijo de Dios, por lo cual son también llamadas El Libro de Emmanuel.
 
Entre la primera y segunda parte media un trozo de cuatro capítulos (36 - 39), que forma algo así como un bosquejo histórico.
 
El capítulo 40 da comienzo a la parte segunda del libro (cap. 40 a 66), que trae veintisiete discursos, cuyo fin inmediato es consolar con las promesas divinas a los que iban a ser desterrados a Babilonia, como expresa El Eclesiástico (48, 27 s.).
 
Fuera de eso, su objeto principal es anunciar el misterio de la Redención y de la salvación mesiánica, a la cual precede la pasión del siervo de Dios, que se describe proféticamente con la más sorprendente claridad.
 
No es de extrañar que la crítica racionalista haya atacado la auntenticidad de esta segunda parte, atribuyéndola a otro autor posterior al cautiverio babilónico. Contra tal teoría, que se apoya casi exclusivamente en criterios internos y linguísticos, se levanta no sólo la tradición judía, cuyo primer testigo es Jesús, hijo de Sirac, (Ecli. 48, 25 ss.), sino también toda la tradición cristiana.
 
Para la interpretación del profeta Isaías y de todos los profetas hay que tener presente el decreto de la Pontificia Comisión Bíblica, del 29 de junio de 1908, que establece los siguientes principios:
 
1. No es lícito considerar las profecías como productos de la historiografía post eventum, es decir, compuestos después de los acontecimientos que se pretende vaticinar.
 
2. La opinión de que Isaías y los demás profetas sólo anunciaron cosas fáciles de conjeturar, no se compagina con las profecías, especialmente con las mesiánicas y escatológicas; ni con la opinión general de los Santos Padres.
 
3. No se puede admitir que los profetas debieran hablar siempre en forma inteligible, y que por esto la segunda parte del libro, en la cual el profeta consuela a las futuras generaciones, como si viviese en medio de ellas, no pueda tener por autor a Isaías.
 
4. La prueba filológica, sacada del lenguaje y estilo, para combatir la identidad del autor del libro de Isaías, no es de tal índole que obligue a reconocer la pluralidad de autores.
 
El creyente que lea este divino libro con espíritu de oración, no tardará en descubrir que las profecías no son simples anuncios, sino que contienen ricas enseñanzas de vida espiritual, preciosas para anunciar nuestra fe y esperanzas.
 
Artículo publicado originalmente por evangeliodeldia.org 

Oración para el Jubileo de la Misericordia

Señor Jesucristo,
tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él.
Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura;  hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana:
¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén.

Cardenal Jorge Mario Bergoglio

Sentido cristiano de la enfermedad

El papa Francisco, en el Mensaje para la Cuaresma de este año, nos invitaba a ser "islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia". He recordado estas palabras ante la Pascua del enfermo, que coincide con este sexto domingo de Pascua. San Juan Pablo II, muy sensible al sufrimiento humano y a la atención a los enfermos, instituyó la Jornada Mundial del Enfermo, que coincide cada año con la fiesta de la Virgen de Lourdes, el día 11 de febrero. Entre nosotros, esta jornada mundial se complementa con la dedicada a los enfermos en este tiempo pascual, que por eso mismo se llama la Pascua del enfermo.

El sufrimiento humano encuentra su significado más profundo y su valor salvífico en la muerte y la resurrección de Jesús. Juan Pablo II afirmó, hablando de la enfermedad, que de la paradoja de la cruz brota la respuesta a nuestros interrogantes más angustiosos ante la enfermedad y el sufrimiento. Nos decía que "Cristo sufre por nosotros, ya que quita el sufrimiento de todos y lo redime. Cristo sufre con nosotros, dándonos la posibilidad de compartir con él nuestros sufrimientos."

El sufrimiento humano unido al de Cristo se transforma en medio de salvación. Este es el mensaje esperanzador que la Iglesia ofrece a todas las personas que sufren. El dolor, si es acogido con fe, se convierte en puerta para entrar en el misterio del sufrimiento redentor del Señor. Se convierte, por tanto, en un sufrimiento que no puede quitar la paz y la felicidad, porque está iluminado por el fulgor de la resurrección.

El don de la fe ilumina toda la realidad de la vida humana y da una respuesta positiva a la realidad lacerante de la enfermedad y de la muerte. Ciertamente, la enfermedad y la muerte permanecen en la existencia terrenal después de la salvación de Jesucristo, pero han perdido su sentido negativo. A la luz de la fe, la muerte del cuerpo, vencida por la de Cristo, se convierte en pasaje obligado hacia la plenitud de la vida inmortal.

El lema de la Jornada del Enfermo que hoy celebramos nos dice que "otra mirada es posible con un corazón nuevo"; es decir, que es posible dar un sentido cristiano a la enfermedad y al dolor, que es lo que he querido expresar en esta comunicación. En esta jornada quisiera dar gracias a Dios por todas aquellas personas que están al servicio de los enfermos y que son verdaderamente, como dice el papa Francisco, "islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia". Por ello, pensando en los profesionales de la salud y en las personas que están cerca de los enfermos con los recursos de la ciencia de curar, pero también con la sabiduría del corazón para aliviar el sufrimiento, termino con unas palabras de la oración que se ha compuesto para la jornada del enfermo de este año: "Danos, Señor, un corazón misericordioso como el tuyo".
† Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona