jueves, 14 de julio de 2016

La sabiduría de dialogar

Dialogar no es debilidad, sino madurez personal y social




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Se han programado mesas de diálogo entre el gobierno federal y los maestros, tanto del Sindicato Nacional (SNTE), como de la Coordinadora (CNTE), para abordar asuntos educativos, políticos y sociales. Es de alabar que se haya llegado a esta decisión, que es el mejor camino para encontrar soluciones a la inestabilidad social que se produjo con las movilizaciones de quienes están inconformes con la llamada reforma educativa, aprobada por el Congreso Federal.
En estos días, disfruté mucho que dos grupos antagónicos de una parroquia, que llevaban 25 años en una actitud de rechazo mutuo por sus diferentes posturas políticas y eclesiales, finalmente pudieron llegar a unos acuerdos básicos para integrar el Consejo Parroquial con 8 personas de cada grupo y empezar a programar acciones conjuntas. Se escucharon con respeto y unos aceptaron las propuestas de los otros. Desde hace 16 años, yo les había insistido en dar este paso. Fue como un milagro, que me parecía imposible. Con humildad de corazón, se avanza; con orgullo y prepotencia, todo se pierde.
Escucharse es abrir la mente y el corazón para ponerse en el lugar del otro y tratar de comprender su posición. Dialogar no es conceder todo lo que se pide, sino analizar qué se puede y qué no se puede hacer. Es “saber perder”, para que ganemos todos. Es hacer a un lado el egoísmo personal y grupal, para el bien social.
Dialogar no es debilidad, sino madurez personal y social. Una persona que se niega a dialogar, se considera como la única poseedora de la verdad; se diviniza, se absolutiza; y todo absolutismo es dictatorial. Sólo Dios es la verdad plena y El no se impone, no es dictador, porque es amor, es cercanía, es misericordia, es perdón, es paciencia. Estos son los atributos de un verdadero diálogo.
PENSAR
El Papa Francisco, en su Exhortación La alegría del amor, en los Nos. 136-141, ofrece unos criterios para el diálogo en la familia, valederos para todo tipo de diálogo:
El diálogo supone un largo y esforzado aprendizaje. El modo de preguntar, la forma de responder, el tono utilizado, el momento y muchos factores más, pueden condicionar la comunicación. Siempre es necesario desarrollar algunas actitudes que hacen posible el diálogo auténtico:
Darse tiempo, tiempo de calidad, que consiste en escuchar con paciencia y atención, hasta que el otro haya expresado todo lo que necesitaba. Esto requiere la ascesis de no empezar a hablar antes del momento adecuado. En lugar de comenzar a dar opiniones o consejos, hay que asegurarse de haber escuchado todo lo que el otro necesita decir. Esto implica hacer un silencio interior para escuchar sin ruidos en el corazón o en la mente: despojarse de toda prisa, dejar a un lado las propias necesidades y urgencias, hacer espacio.
Desarrollar el hábito de dar importancia real al otro. Se trata de valorar su persona, de reconocer que tiene derecho a existir, a pensar de manera autónoma y a ser feliz. Nunca hay que restarle importancia a lo que diga o reclame, aunque sea necesario expresar el propio punto de vista. Subyace aquí la convicción de que todos tienen algo que aportar. Es posible reconocer la verdad del otro, el valor de sus preocupaciones más hondas y el trasfondo de lo que dice, incluso detrás de palabras agresivas. Para ello hay que tratar de ponerse en su lugar e interpretar el fondo de su corazón.
Amplitud mental, para no encerrarse con obsesión en unas pocas ideas, y flexibilidad para poder modificar o completar las propias opiniones. Es posible que, de mi pensamiento y del pensamiento del otro pueda surgir una nueva síntesis que nos enriquezca a los dos. La unidad a la que hay que aspirar no es uniformidad, sino una unidad en la diversidad, o una diversidad reconciliada. También se necesita astucia para advertir a tiempo las interferencias que puedan aparecer. Es importante la capacidad de expresar lo que uno siente sin lastimar; utilizar un lenguaje y un modo de hablar que pueda ser más fácilmente aceptado o tolerado por el otro, aunque el contenido sea exigente; plantear los propios reclamos pero sin descargar la ira como forma de venganza, y evitar un lenguaje moralizante que sólo busque agredir, ironizar, culpar, herir”.
ACTUAR
Aprendamos a dialogar, que es escuchar, comprender, valorar, aprender, cambiar, controlar impulsos, pedir perdón, agradecer. Con la fuerza del Espíritu, se puede.
ZENIT

Francisco sobre los ultraconservadores: "Ellos hacen su trabajo y yo hago el mío"


El ruido y la furia del mundo parecen cesar en Santa Marta. La vida transcurre en un ambiente de serenidad y silencio. Es la casa del Papa. Francisco ingresa en la ya célebre sala de su residencia. Y dice, directo y preciso: "Yo no tengo ningún problema con el presidente Macri. No me gustan los conflictos. Ya me cansé de repetir eso".

- ¿Cómo se lleva con los ultraconservadores de la Iglesia?

Ellos hacen su trabajo y yo hago el mío. Yo quiero una Iglesia abierta, comprensiva, que acompañe a las familias heridas. Ellos le dicen que no a todo. Yo sigo mi camino sin mirar al costado. No corto cabezas. Nunca me gustó hacerlo. Se lo repito: rechazo el conflicto. Y concluye con una sonrisa amplia: "Los clavos se sacan haciendo presión hacia arriba. O se los coloca a descansar, al lado, cuando llega la edad de la jubilación". Genio y figura del papa Bergoglio.

Parte de  una entrevista al Papa Francisco por Joaquín Morales Solá

Los ultraconservadores lanzan una campaña de desobediencia al Papa Francisco.


Un grupo de 45 "prelados, académicos, profesores, autores y sacerdotes católicos" han escrito al cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, pidiendo que los cardenales y patriarcas de la Iglesia católica pidan al Papa Francisco que "repudie una lista de proposiciones erróneas" que, supuestamente, contiene la exhortación apostólica Amoris laetitia.
El documento que se ha mandado al cardenal Sodano -detalles del cual solo se conocen, por ahora, por la nota de prensa publicada por este grupo de disidentes- cita 19 pasajes de la exhortación "que parecen estar en conflicto con las doctrinas católicas".
Según el comunicado difundido por el grupo,los axiomas con los que chocarían las enseñanzas contenidas en Amoris laetitia incluirían "la posibilidad real de obedecer a los mandamientos con la gracia de Dios, el hecho de que ciertas conductas son malas en cualquier circunstancia, la superioridad del esposo, la superioridad de la virginidad consagrada sobre la vida matrimonial y la legitimidad de la pena capital en ciertas circunstancias".
Es más, el manifiesto del grupo discrepante sostiene que la exhortación apostólica post-sinodal "socava la enseñanza de la Iglesia que los católicos divorciados o casados por lo civil que no se hayan comprometido a la continencia no pueden ser admitidos a los sacramentos mientras se mantengan en ese estado".
"No estamos acusando al papa de herejía", dice Joseph Shaw -portavoz y único miembro del grupo, hasta ahora, en dar a conocer su nombre públicamente- "pero consideramos que numerosas proposiciones en Amoris laetitia pueden interpretarse como heréticas en una lectura natural del texto".
"Otras ideas en el documento podrían incluirse bajo otras censuras teológicas establecidas, como escandalosas, erróneas o ambiguas, entre otras", continuó Shaw, que además es académico de la Universidad de Oxford y presidente de la Sociedad para la Misa Latina del Reino Unido.
Como también ha explicado Joseph Shaw, lo que busca este grupo disidente en su petición al cardenal Sodano -manifiesto que, además, será traducido a varios idiomas y mandado a los 218 cardenales y patriarcas vivientes actualmente- es que los jerarcas de la Iglesia presionen al Papa Francisco con el fin de que el pontífice condene "de forma definitiva y final" los errores contenidos en la exhortación apostólica y que "declare con autoridad que Amoris laetitia no requiere que nadie se los crea [a los supuestos errores] o considere correctos, de ninguna manera".
Afirman estar actuando al amparo del artículo del Código Canónico que establece que los fieles "tienen el derecho ... de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia" (212, 3), y solo con el propósito de aclarar el verdadero significado de la exhortación apostólica, que ya ha dado lugar a debates hasta incluso entre cardenales.
"Esperamos que al buscar del Santo Padre un repudio definitivo de estos errores podamos ayudar a aliviar la confusión que ya ha producido Amoris laetitia entre pastores y fieles", manifestó Shaw en su nota de prensa.
"Esta confusión solo puede disiparse, de forma efectiva, con una afirmación por el sucesor de Pedro de la auténtica doctrina católica, sin ambigüedades", dijo este representante del grupo.
En vez de un mayor grado de claridad o precisión, no obstante, la súplica del grupo de Joseph Shaw parece más bien haber traído, hasta ahora, más dudas y confusión. El  otro único miembro del grupo disidente que ha hablado con la prensa a la hora de publicar este artículo -que de nuevo no ha querido revelar su nombre- ha manifestado al National Catholic Register que los signatarios de la misiva prefieren mantener su anonimato porque "temen represalias".
"Están preocupados por repercusiones a su comunidad religiosa, o si tienen una carrera académica y una familia, temen por sus trabajos", afirmó esta fuente anónima a la web católica estadounidense.
Pero no es tanto por un verdadero miedo a revanchas que los firmantes del manifiesto han escogido ocultar sus identidades, en la opinión de Michael Sean Winters - corresponsal del National Catholic Reporter quien ha sido uno de los primeros en reaccionar a esta nueva campaña de desobediencia al Papa Francisco- en su opinión, se trata, más bien, de"mera cobardía". Un acto en el que unos 45 malcontentos de entre una Iglesia de más de mil millones de almas "han tirado la piedra y escondido la mano".

COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO según san Mateo 11,28-30




“Queridos hermanos y hermanas,

En el Evangelio de hoy encontramos la invitación de Jesús. Dice así: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré». Cuando Jesús dice esto, tiene ante sus ojos a las personas que encuentra todos los días por los caminos de Galilea: mucha gente sencilla, pobres, enfermos, pecadores, marginados... 

Esta gente lo ha seguido siempre para escuchar su palabra —¡una palabra que daba esperanza! Las palabras de Jesús dan siempre esperanza— y también para tocar incluso sólo un borde de su manto. Jesús mismo buscaba a estas multitudes cansadas y agobiadas como ovejas sin pastor (cf. Mt 9, 35-36), y las buscaba para anunciarles el Reino de Dios y para curar a muchos en el cuerpo y en el espíritu. Ahora los llama a todos a su lado: «Venid a mí», y les promete alivio y consuelo.

Esta invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días, para llegar a muchos hermanos y hermanas oprimidos por precarias condiciones de vida, por situaciones existenciales difíciles y a veces privados de válidos puntos de referencia. 

En los países más pobres, pero también en las periferias de los países más ricos, se encuentran muchas personas cansadas y agobiadas bajo el peso insoportable del abandono y la indiferencia. La indiferencia: ¡cuánto mal hace a los necesitados la indiferencia humana! Y peor, ¡la indiferencia de los cristianos! 

En los márgenes de la sociedad son muchos los hombres y mujeres probados por la indigencia, pero también por la insatisfacción de la vida y la frustración. Muchos se ven obligados a emigrar de su patria, poniendo en riesgo su propia vida. Muchos más cargan cada día el peso de un sistema económico que explota al hombre, le impone un «yugo» insoportable, que los pocos privilegiados no quieren llevar. 

A cada uno de estos hijos del Padre que está en los cielos, Jesús repite: «Venid a mí, todos vosotros». Lo dice también a quienes poseen todo, pero su corazón está vacío y sin Dios. También a ellos Jesús dirige esta invitación: «Venid a mí». La invitación de Jesús es para todos. Pero de manera especial para los que sufren más.

Jesús promete dar alivio a todos, pero nos hace también una invitación, que es como un mandamiento: «Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29). 

El «yugo» del Señor consiste en cargar con el peso de los demás con amor fraternal. Una vez recibido el alivio y el consuelo de Cristo, estamos llamados a su vez a convertirnos en descanso y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro. La mansedumbre y la humildad del corazón nos ayudan no sólo a cargar con el peso de los demás, sino también a no cargar sobre ellos nuestros puntos de vista personales, y nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia.

Invoquemos a María santísima, que acoge bajo su manto a todas las personas cansadas y agobiadas, para que a través de una fe iluminada, testimoniada en la vida, podamos ser alivio para cuantos tienen necesidad de ayuda, de ternura, de esperanza.
(Papa Francisco, Ángelus del 6 de julio de 2014)

VENID A MI TODOS LOS QUE ESTÁIS CANSADOS Y AGOBIADOS



Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11,28-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. 

Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. 

Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».