jueves, 9 de marzo de 2017

"Visibilizaremos una Iglesia con más presencia femenina"


Este miércoles, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer. Con este motivo, la Comisión frente a la Violencia contra la Mujer de la Vicaría de Pastoral Social e Innovación de la archidiócesis de Madrid ha emitido una nota en la que recuerda que se trata de:
- Un día para felicitar a las mujeres, por su aportación en nuestra sociedad, en nuestra Iglesia y en nuestra diócesis.
- Un día para tomar conciencia de las desigualdades que viven las mujeres y que nos interpelan porque nos alejan de la misericordia y la justicia.
- Un día para exigir la erradicación de la violencia contra la mujer. En un año especialmente duro en España, con las peores cifras de mujeres asesinadas a manos de su pareja de la última década, nos unimos a todas aquellas personas que claman para poner fin a la violencia. Ni una mujer menos.
- Un día para que, como dice el Papa Francisco, sean «muchas mujeres en la responsabilidad pastoral, en el acompañamiento espiritual de personas, familias y grupos, así como en la reflexión teológica». Así visibilizaremos una Iglesia con más presencia significativa femenina.
- Un día que contagie a los 364 días restantes, generando un año que se prolongue a los siguientes.
Archidiócesis de Madrid

El Papa plantea la posibilidad de algún tipo de ordenación para hombres casados



«El populismo acaba mal», advierte Francisco en una entrevista que este jueves publica el semanario alemán Die Zeit. El Obispo de Roma se muestra reacio a la papolatría y se declara advierto a estudiar la posibilidad de implantar en la Iglesia católica la figura de los viri probati
«Debemos analizar si los viri probati son una posibilidad», dice el Papa en una entrevista que este jueves publica el semanario alemán Die Zeit, realizada en el Vaticano a finales de febrero. Se trata de una figura que existió en la Iglesia primitiva, hombres casados de probada virtud ordenados sacerdotes, y que algunos han planteado para el momento actual como una posible solución a la falta de sacerdotes, sobre todo en relación a determinados contextos geográficos, como las comunidades rurales en América Latina.
Francisco, sin embargo, deja claro que no está pensando en una ordenación sacerdotal convencional. «Debemos establecer cuáles tareas podrían asumir, por ejemplo en comunidades aisladas», aclara. Y añade que «el celibato opcional no es la solución».
La Iglesia, no obstante, «debe reconocer» qué le pide en cada momento el Espíritu Santo, asegura el Pontífice, quien anima a la teología a investigar sin miedos.
Francisco alude también a la comisión que abordará la posibilidad de ordenar a mujeres diaconisas, aunque no se pronuncia en un sentido ni en otro.
«No soy infalible»
En la entrevista al prestigioso semanario, del que durante años fue editor el excanciller alemán Helmut Schmidt (socialdemócrata), el Papa se define como «una persona normal que hace lo que puede». «No me veo como alguien extraordinario», asegura. «Soy pecador y no soy infalible», dice, y advierte de que «la idealización de una persona es también una especie de agresión subliminal». «Cuando soy idealizado –confiesa–, me siento agredido»
El Pontífice responde también a la pregunta sobre si tiene dudas de fe, frente lo cual reconoce que ha experimentado «los momentos de vacío». Esas crisis, sin embargo, son una oportunidad para crecer. «No quiero decir que la crisis sea el pan de cada día de la fe, pero una fe que no atraviesa crisis para crecer, se mantiene infantil».
Las críticas «enriquecen»
Francisco habla también sobre las críticas a su pontificado, que no le quitan «la paz», e incluso afirma que es «legítimo y humano» tener opiniones discrepantes de la suya, lo cual «enriquece». Del cardenal Burke, en particular, el Obispo de Roma asegura que no le considera un opositor, sino que, por el contrario, valora la colaboración que le presta.
El Papa se refiere también a la situación de los jóvenes, que «son los grandes perdedores de la sociedad moderna», y alude como ejemplo a las altas tasas de paro en algunos países.
Al mismo tiempo, considera que los populismos no son la solución a estas crisis. «El populismo es malo y acaba mal como se demostró» en el siglo XX, afirma.
«El mundo entero está en guerra», dice en otro momento. «Por eso hablo de una tercera guerra mundial». «Hay toda una red de fabricantes de armas que la mantienen activa», denuncia.
R.B./Agencias
Alfa y Omega

«Montini es el Papa de Francisco»


El director de L’Osservatore Romano presenta este jueves en Madrid el libro Pablo VI. Un hombre como vosotros junto al cardenal Osoro
«Ha sido el Papa de nuestro tiempo», afirma con rotundidad Giovanni Maria Vian. Pero para muchos sigue siendo un gran desconocido. «Un olvidado». «Pablo VI no ha sido un Papa popular, a pesar de que su impronta está presente en todo el desarrollo posterior de la Iglesia hasta hoy», asegura el director de L’Osservatore Romano.
Vian presenta este jueves en Madrid Pablo VI. Un hombre como vosotros (Ediciones Cristiandad) en la librería Neblí (Serrano, 80), a las 19:30, en compañía del arzobispo de Madrid. Se trata una selección de textos de Juan Bautista Montini, la mayoría anteriores a su elección como Obispo de Roma, y muchos hasta ahora prácticamente desconocidos.
«He pretendido mostrar a un hombre que fue un cristiano moderno, un apasionado de Cristo que se cuestionó a fondo sobre las grandes preguntas de la vida, la muerte, la pobreza, el mundo contemporáneo, el mal…», dice el historiador y periodista, uno de los mayores expertos sobre Pablo VI, de quien su padre fue amigo desde la juventud.
El título del libro está extraído de su discurso ante las Naciones Unidas, en 1965, pero las imágenes que, según el autor, mejor describen a este Papa son las que le muestran en una audiencia general estrechando manos con sencillez y naturalidad, «como un hombre moderno normal». Aparecen en un documental de la televisión italiana de aquellos años. «Aludirá años después a ese gesto en el funeral por Pablo VI el entonces arzobispo de Múnich, uno de sus cuatro últimos cardenales», Joseph Ratzinger, quien por cierto comentaría en 1978 cómo Montini se planteó la posibilidad de la renuncia. «Es un texto impresionante. El futuro Benedicto XVI estaba hablando de su propio destino sin saberlo».
¿Por qué dice que Montini es el Papa clave de nuestro tiempo?
Porque entendió como nadie la modernidad. No fue el primero. Pío XII se acercó a ella, pero no con la sensibilidad de Montini, que por otra parte fue su colaborador más estrecho. Cuando, en 1950, se encuentra por primera vez con Jean Guitton, Montini le pregunta para qué sirve hablar de la verdad si los hombres de nuestro tiempo no nos entienden. Una década después vendría el Concilio y Juan XXIII diría aquello de que el Evangelio no cambia, pero sí la forma de presentarlo.
El pontificado de Pablo VI ha marcado decisivamente la historia de la Iglesia desde entonces, pero ha quedado eclipsado por el de su antecesor, Juan XXIII, y por el de su sucesor, Juan Pablo II. Ahora el Papa Francisco lo está devolviendo a la memoria de la Iglesia y del mundo.
Se suele decir que la personalidad de Bergoglio recuerda a la de Juan XXIII, pero su línea pastoral se asemeja más a la de Pablo VI. ¿Es acertado verlo así?
Yo creo que este Papa tiene bastante de Juan XXIII, y antes de Pío X, por el afán pastoral, la cercanía a la gente… Pero también recuerda a Juan Pablo II, un Papa que viene de lejos, que provocó un impacto enorme, que tuvo enseguida una popularidad inmensa, aunque después vinieron unas oposiciones inmensas. Esto ayuda a entender que las oposiciones a Francisco hoy no son para tanto. Pero sí es verdad que su afán de evangelizar lo acerca más a Pablo VI. En las congregaciones generales anteriores al cónclave en el que fue elegido, al presentar el ideal de una Iglesia en salida, incluye dos citas de Pablo VI, y sabemos que a Bergoglio no le gusta citar. Y cada vez que habla de Pablo VI se le nota una gran cercanía. Montini es su Papa.
¿Es su Papa?
Sin ningún lugar a dudas. Él ha canonizado a Juan XXIII y a Juan Pablo II, pero esas causas estaban ya avanzadas.
Ahora podría canonizar a Montini.
Ya lo ha beatificado, y los rumores dicen efectivamente que podría canonizarle. Este mes se cumplen 50 años de la encíclica Populorum progressio, pero el próximo año son los 50 de la Humanae vitae y los 40 de su muerte. Repito: son rumores. Como director de L’Osservatore Romano no sé nada más. Dicen que hay un milagro, pero tendría que pasar todavía por la congregación.
En octubre participó usted en el simposio homenaje a Pablo VI organizado por la Conferencia Episcopal Española. ¿Cree que se ha superado la incomprensión desde España a Montini?
El simposio fue muy importante, porque aunque Pablo VI quería mucho a España, España no entendió a Pablo VI, y esta iniciativa de la CEE fue un acto de justicia, de agradecimiento póstumo.
«Este es un pontificado que va a incidir, y mucho, en el futuro de la Iglesia»
La próxima semana se cumple el cuarto aniversario de la elección de Francisco. ¿Qué destacaría de lo que va de pontificado?
Francisco ha confirmado que es esencialmente un Papa misionero. Cuando, en las congregaciones generales, describe el identikit del futuro Papa, habla de un hombre que, adorando y contemplando a Jesucristo, debe ayudar a la Iglesia a salir de sí misma hacia las periferias, hacia las fronteras, que no son solamente geográficas, sino también existenciales. Es la vocación misionera de los jesuitas, que contribuyeron a lanzar a la Iglesia por todo el mundo. Y eso es lo que está haciendo este Papa.
Hace unas semanas, en su visita a la parroquia de Santa María Josefa de Castelverde, unos niños le preguntaron cómo se llega a ser Obispo de Roma. Él les explicó que no se elige al mejor ni al más inteligente o astuto, sino que el Papa es el que Dios manda a la Iglesia en cada momento. Y su sucesor a lo mejor no será más inteligente. O sí, eso no se sabe. Pero lo que sí sabemos es que será el Papa que Dios quiera para la Iglesia.
¿Cómo ve que va reaccionando la Iglesia a ese impulso misionero?
No es algo que se cambie de hoy a mañana, pero esto es ya un movimiento irreversible. Yo soy muy optimista. Este es un pontificado que va a incidir, y mucho, en el futuro de la Iglesia. Sin duda.
Ricardo Benjumea
Alfa Y Omega

Carta del cardenal arzobispo de Madrid: Hambre de Dios



Es verdad que el ser humano quizá se hace otros dioses que no son el Dios verdadero, pero todo hombre, en lo más profundo de su corazón, barrunta la necesidad de Dios. Salgamos a la misión y quitemos de la vida de los hombres las dificultades que impiden el encuentro con Dios
Hay unas palabras que san Juan Pablo II escribió en el inicio de su pontificado, y a las que luego me referiré, que siempre me llenan de sugerencias, sobre todo en este tiempo de Cuaresma, cuando os estoy escribiendo esta carta. Deseo que sea una meditación, que nos ayude en esa conversión que nos pide el Señor para poder realizar el trabajo de la misión que, como Iglesia de Jesucristo, tenemos que hacer. El grito del ciego de Jericó para que lo atendiese el Señor es el grito que todo ser humano, consciente o inconscientemente, da en su vida: tiene necesidad de la cercanía de Dios. Aunque muchas veces ni sepa quién es o no tenga noticia de Él, siente necesidad de Alguien que le quiera incondicionalmente; por eso grita y grita y no para hasta que Dios se acerca a su vida y experimenta su amor. El ser humano no puede vivir sin el amor más grande. Y ese solamente lo puede dar Dios. Aquella cercanía de Jesús, que le dijo al ciego: «¿Qué quieres que haga por ti?», es la que necesita todo ser humano.
Es verdad que el ser humano quizá se hace otros dioses que no son el Dios verdadero, pero todo hombre que viene a este mundo, en lo más profundo de su corazón, barrunta la necesidad de Dios. Hará un dios del dinero, de unas ideas, etc., pero siempre tendrá un Dios. A la larga verá que, si se deja querer por el dios construido por los hombres, sentirá la soledad más grande. No le vale cualquier dios para llenar su corazón y curar las heridas que tiene y que por sus propias fuerzas no puede curar. No puede curar un dios que él mismo se construye o recoge, pero que no manifiesta ni le entrega lo que necesita el ser humano para vivir en plenitud. Las palabras del ciego de Jericó son las que todo ser humano dice de una manera u otra: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!». Necesitamos sentir que alguien nos ama, nos hace, nos construye, nos alienta, nos da felicidad, nos hace ser, nos da seguridad y firmeza, nos da presente y futuro. La compasión que pide el ciego de Jericó es que Jesús tenga pasión por su persona; que lo acoja, le dé su gracia y su amor; que le dé su luz, le quite la oscuridad en la que vive y le dé aliento y fundamentos. Esto es lo que necesita todo ser humano.
Aquella propuesta de Jesús a los discípulos de «Id y anunciad el Evangelio» es un imperativo para la Iglesia. Convencidos de la necesidad de nuestra misión, hemos iniciado el camino cuaresmal, que lo es de conversión, de seguimiento al Señor, de encuentro con Él, de esperanza. El Señor nos ha llamado para una misión fundamental, sin la que el ser humano no puede vivir. Nos ha dicho: «Seréis mis testigos». Hemos de estar disponibles para esta tarea. Jesucristo, que es Amor, dona al hombre la plena familiaridad con la verdad y nos invita a vivir continuamente en ella. Es una verdad que es su misma Vida, que conforma al hombre. Fuera de esa verdad, estamos perdidos y tenemos necesidad de gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».
¡Qué fuerza tiene la presencia del Señor junto al ciego de Jericó! La presencia del Amor y la Verdad impulsa la inteligencia humana hacia horizontes inexplorados. Jesucristo atrae hacia sí el corazón de todo ser humano, lo dilata, lo colma de alegría, de paz, de iniciativas que buscan el desarrollo de los hombres. Es impresionante comprobar que la verdad de Cristo, en cuanto toca a cada persona que busca siempre la alegría, la felicidad y el sentido, supera cualquier otra verdad que la razón pueda encontrar. ¡Qué comprobación más evidente hacemos en este encuentro con el ciego! La Verdad, que es Cristo, nos busca. Hemos de decir a los hombres que se dejen interpelar por Aquel que se acerca a sus vidas.
Las palabras de san Juan Pablo II a las que aludía antes son estas: «El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor, como se ha dicho anteriormente, revela plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es –si se puede expresar así– la dimensión humana del misterio de la Redención» (RH 10a).
Precisamente por eso te propongo en este itinerario cuaresmal que vivas así:
1. Vive en amor a la Verdad y al Amor: son como dos caras de ese don inmenso que viene de Dios y que se ha manifestado y revelado en Jesucristo. Sabemos que el hombre no puede vivir sin amor. Por eso proponemos la persona de Jesucristo, pues la caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad.
2. Vive en el compromiso que engendra el Amor y la Verdad: el Amor tiene su origen en Dios y siempre mueve a la persona a comprometerse con valentía en construir su vida y la de los demás dando rostro a Jesucristo. Solamente seremos testigos si vivimos en el amor. ¡Qué belleza tiene el corazón de la vida cristiana que es el Amor! Quizá la respuesta más adecuada para la pregunta que hizo el Señor al ciego de nacimiento, –«¿Qué quieres que haga por ti?»– sea ir recorriendo lo que el Señor responde en la parábola del buen samaritano a la pregunta de «¿Quién es mi prójimo?». El Señor invierte la pregunta, mostrando con el relato cómo, cada uno de nosotros, debemos convertirnos en prójimos del otro: «Vete y haz tú lo mismo».
3. Vive en medio de las dificultades que surgen para estar en la Verdad y el Amor: recuerda aquellas palabras del ciego de nacimiento: «Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”». Pero, como hizo Jesucristo, con su ayuda, su gracia y su amor, derriba los muros que impiden el encuentro con Dios. Esas dificultades que no permiten descubrir la grandeza de nuestra vida, vienen de dentro y de fuera. Es verdad que están nuestros pecados, que también nos impiden ver quiénes somos y comportarnos como tales, pero también hay dificultades de fuera como las que encuentra el ciego. Como nos dice el Señor en el Evangelio es urgente «ser sus testigos». El hombre tiene sed y hambre de Dios.
Este momento de la historia es de hambre de Dios. Tú también la sientes, tienes vacíos inmensos. Si eres honrado en ver tu verdad, los descubrirás palpablemente. Se quiere saciar de maneras muy diversas, que a veces nos hacen creer que Dios no es necesario. No nos engañemos. En lo más profundo del ser humano, en el núcleo de su existencia, hay una necesidad imperiosa de Dios; estamos diseñados por Dios mismo y Él ha impreso una manera de ser y de comportarnos a su imagen y semejanza. Cuando hacemos otra cosa ni estamos a gusto con nosotros mismos, ni hacemos felices a los demás. Estamos creados según Dios y tenemos una tarea y una misión que Dios imprimió en nuestra vida de tal manera que siempre aspiramos a vivir en ella. Como cantan los monjes en los monasterios: «Venid, adoremos al Señor, que nos ha creado». Estas palabras encierran una verdad y una sabiduría inmensa. Salgamos a la misión y quitemos de la vida de los hombres las dificultades que impiden el encuentro con Dios, las de dentro –el pecado– y las de fuera, que oscurecen la presencia de una Iglesia que es Cuerpo de Cristo, expresión de su amor. Salgamos a la misión.
Para ello necesitamos de la gracia de la conversión.
+Carlos Card. Osoro Sierra, arzobispo de Madrid
Alfa y Omega

Todo el que pide recibe


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 7-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los profetas».
Palabra del Señor