miércoles, 30 de noviembre de 2016

15 frases de San Francisco de Asís que estremecerán tu corazón


San Francisco de Asís no escribió ningún tratado sobre la oración. Tampoco se preocupó demasiado en enseñar a sus hermanos un método de oración. Pero esto no le impidió ser un guía seguro, al tiempo que un ejemplo viviente, en el camino de la unión con Dios. 
Lo esencial de su enseñanza, así como de su experiencia personal sobre la oración, se halla contenido en la siguiente frase de la Regla bulada:
“Aplíquense los hermanos a lo que por encima de todo deben anhelar: tener el espíritu del Señor y su santa operación” (2 R 10,8-9)
La vida de oración, según Francisco, es ante todo ese gran anhelo, esa búsqueda incesante del Espíritu del Señor y de su acción en nosotros. Somos incapaces, por nosotros mismos, de nombrar dignamente a Dios. No sabemos orar como es debido. ¿No consiste la oración, para el cristiano, en unirse a Jesús en su relación con el Padre? Orar es aprender a decir «Abba». Y eso sólo es posible gracias al Espíritu. El Espíritu del Señor es el gran iniciador en la vida de oración. Por eso debemos anhelarlo por encima de todo y dejarle actuar en nosotros. *
San Francisco se Asís, fue un humilde servidor de Dios que lo dejó todo para seguir al Señor, se preocupó mucho por la Santidad de los demás y de todos los hermanos, realizaba muchos Sacrificios y ayunos. Sus escritos están llenos de una santa humildad y obediencia a la Iglesia. Un Laico comprometido que Amó al Señor más allá de sus propios límites.
A continuación Frases de San Francisco de Asís que van directo al corazón:
1 “Si tú, siervo de Dios, estás preocupado por algo, inmediatamente debes recurrir a la oración y permanecer ante el Señor hasta que te devuelva la alegría de su Salvación”
2 “La verdadera enseñanza que trasmitimos es lo que vivimos; y somos buenos predicadores cuando ponemos en práctica lo que decimos.”
3 “Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible.”
4 “Recuerda que cuando abandones esta tierra, no podrás llevarte contigo nada de lo que has recibido, sólo lo que has dado.”
5 “El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote”.
6 “Espíritus malignos y falsos, hagan en mi todo lo que quieran. Yo sé bien que no pueden hacer más de lo que les permita la mano del Señor. Por mi parte, estoy dispuesto a sufrir con mucho gusto todo lo que él les deje hacer en mí.”
7 “Es siervo fiel y prudente el que, por cada culpa que comete, se apresura a expiarlas: interiormente, por la contrición y exteriormente por la confesión y la satisfacción de obra”
8 “El demonio se alegra, sobre todo, cuando logra arrebatar la alegría del corazón del servidor de Dios. Llena de polvo las rendijas más pequeñas de la conciencia que puedan ensuciar el candor del espíritu y la pureza de la vida. Pero cuando la alegría espiritual llena los corazones, la serpiente derrama en vano su veneno mortal.”
9 “Cuando el servidor de Dios es visitado por el Señor en la oración con alguna nueva consolación, antes de terminarla debe levantar los ojos al cielo y, (juntas las manos), decir al Señor: “Señor, a mí, pecador e indigno, me has enviado del cielo esta consolación y dulzura; te las devuelvo a ti para que me las reserves, pues yo soy un ladrón de tu tesoro.” Y también: “Señor, arrebátame tu bien en este siglo y resérvamelo para el futuro.” Así debe ser, de modo que, cuando salga de la oración, se presente a los demás tan pobrecito y pecador como si no hubiera obtenida ninguna gracia nueva. Por una pequeña recompensa se pierde algo que es inestimable y se provoca fácilmente al Dador a no dar más.”
10 “Luchemos por alcanzar la serenidad de aceptar las cosas inevitables, el valor de cambias las cosas que podamos y la sabiduría para poder distinguir unas de otras.”
11 “Predica el evangelio en todo momento, y cuando sea necesario, utiliza las palabras.”
12 “Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde haya odio siembre yo amor; donde haya ofensa, perdón; donde hay duda, fe; donde hay desesperación, esperanza; donde haya tinieblas, luz; donde haya tristeza, alegría.”
13 “¡Terrible es la muerte!, pero ¡cuán apetecible es también la vida del otro mundo, a la que Dios nos llama!”
14 “No peleen entre sí y con los demás, sino traten de responder humildemente diciendo, “Soy un siervo inútil.”
15 “En la santa caridad que es Dios, ruego a todos los hermanos, tanto a los ministros como a los otros, que, removido todo impedimento y pospuesta toda preocupación y solicitud, como mejor puedan, sirvan, amen, honren y adoren al Señor Dios, y háganlo con limpio corazón y mente pura, que es lo que Él busca por encima de todo; y hagamos siempre en ellos habitación y morada a Aquel que es el Señor Dios omnipotente, Padre, e Hijo, y Espíritu Santo”
Qriswell J. Quero, PildorasdeFe.net con aportes de: Franciscanos.org

ALETEIA

30 de noviembre: san Andrés, primer apóstol de Jesús, anunció a san Pedro que había encontrado a Cristo


A San Andrés Apóstol le correspondió, junto con San Juan Evangelista, el honor de ser el primer discípulo que tuvo Jesús. Tras el encuentro con Jesús, san Andrés acudió a ver a su hermano Simón -el futuro San Pedro-, le anunció que había encontrado al Salvador del Mundo y le llevó junto a Jesús, que le hizo Fundador de la Iglesia
A San Andrés Apóstol le correspondió, junto con San Juan Evangelista, el honor de ser el primer discípulo que tuvo Jesús. Un día que estaban con San Juan Bautista a orillas del Jordán, éste, al ver pasar a Jesús dijo: «He aquí el Cordero de Dios». Inmediatamente, los dos discípulos se acercaron a Jesús que, sintiéndose seguido, les preguntó: «¿Qué buscan?». Contestaron: «¿Dónde habitas?». Jesús replicó: «Vengan y lo verán». Se marcharon con Él y le acompañaron durante resto del día. A partir de entonces, la vida de San Andrés ya no fue la misma.
A la vuelta, San Andrés acudió a ver a su hermano Simón -el futuro San Pedro-, le anunció que había encontrado al Salvador del Mundo y le llevó junto a Jesús, que le hizo Fundador de la Iglesia. Aunque pasó a un segundo plano, San Andrés fue, el día del milagro de los panes y de los peces, el que acercó a Jesús al joven que llevaba los cinco panes, estuvo presente en la mayor parte de los milagros y en Pentecostés recibió, junto a la Virgen María y al resto de Apóstoles, al Espíritu Santo.
San Andrés murió martirizado en Patras hacia el año 70. Según la Tradición, dijo al morir: «¡Oh, Cruz buena! De los miembros del Señor ha recibido su forma eterna, el tan esperado, ardientemente amado, buscado constantemente en la Cruz. Ahora anhelo que mi alma esté lista. Llévame lejos de la Humanidad y entrégame a mi Maestro».

J.M. Ballester Esquivias @jmbe12
Alfa Y Omega

COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (4,18-22)




Cuando el Señor pasa en nuestra vida nos dice siempre una palabra y nos hace una promesa. Pero nos pide también que nos despojemos de algo y nos confía una misión. Lo recordó el Papa Francisco en la misa que celebró en la capilla de la Domus Sanctae Marthae.

El Pontífice recordó a san Agustín, quien «repite una frase que siempre me ha impresionado. Dice: “Tengo miedo cuando pasa el Señor”. ¿Por qué? “Porque tengo miedo de que pase y no me dé cuenta”. Y el Señor pasa en nuestra vida, como ha sucedido aquí, en la vida de Pedro, de Santiago, de Juan».

En este caso, el Señor ha pasado en la vida de sus discípulos con un milagro. Pero, como puntualizó el Papa, «no siempre Jesús pasa en nuestra vida con un milagro». Aunque «se hace siempre oír. Siempre».

Son tres los aspectos del paso de Jesús en nuestra vida: nos dice «una palabra que es una promesa»; nos pide «que nos despojemos de algo»; y nos encomienda «una misión».

La promesa: “Os haré pescadores de hombres”. Cuando llega a nuestra vida, cuando pasa por nuestro corazón, el Señor siempre nos dice una palabra y nos hace una promesa: “Ve adelante, valor, no temas: ¡tú harás esto!”». Es «una invitación a seguirle». 

Y «cuando oímos esta invitación y vemos que en nuestra vida hay algo que no funciona, debemos corregirlo» y debemos estar dispuestos a dejar cualquier cosa, con generosidad. Aunque «en nuestra vida —precisó el Papa— haya algo de bueno, Jesús nos invita a dejarla para seguirle más de cerca. Es como sucedió a los apóstoles, que dejaron todo, como dice el Evangelio: “Y sacando las barcas a tierra, dejaron todo y le siguieron”».

La vida cristiana, por lo tanto, «es siempre un seguir al Señor». Pero para seguirle primero hay que «escuchar qué nos dice»; y después hay que «dejar lo que en ese momento debemos dejar y seguirle».

Finalmente está la misión que Jesús nos confía. Él, en efecto, «jamás dice: “¡Sígueme!”, sin después decir la misión. Dice siempre: “Deja y sígueme para esto”». Así que, si «vamos por el camino de Jesús —observó el Santo Padre— es para hacer algo. Ésta es la misión».

Es «una secuencia que se repite también cuando vamos a orar». De hecho «nuestra oración —subrayó— debe tener siempre estos tres momentos». Ante todo la escucha de la palabra de Jesús, una palabra a través de la cual Él nos da la paz y nos asegura su cercanía. 

Después el momento de nuestra renuncia: debemos estar dispuestos a «dejar algo: “Señor, ¿qué quieres que deje para estarte más cerca?”. Tal vez en aquel momento no lo dice. Pero nosotros hagamos la pregunta, generosamente». 

Finalmente, el momento de la misión: la oración nos ayuda siempre a entender lo que «debemos hacer».

He aquí entonces la síntesis de nuestro orar: «Escuchar al Señor, tener el valor de despojarnos de algo que nos impide ir deprisa para seguirle y finalmente emprender la misión»


Fuente: L’Osservatore Romano, 6 de septiembre de 2013

VENID Y SEGUIDME




Lectura del santo evangelio según san Mateo (4,18-22):

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. 
Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. 

Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Palabra del Señor

Homilía del Papa: La humildad cristiana es la virtud de los pequeños



 El Señor revela el Misterio de la Salvación a los pequeños, no a los eruditos ni a los sabios. Lo afirmó el Papa en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Francisco se detuvo a considerar la virtud de los pequeños que – explicó –  es el temor del Señor, no el miedo, sino la humildad.
“La alabanza de Jesús al Padre”, que narra el Evangelio del día, según san Lucas, es porque “el Señor revela a los pequeños los misterios de la Salvación, el misterio de sí mismo”.
A los pequeños se les ha revelado el Misterio de la Salvación
El Santo Padre se inspiró en el evangelista para subrayar la preferencia de Dios por quien sabe comprender sus misterios, no los doctos y los sabios, sino “el corazón de los pequeños”. Y observó que también la Primera Lectura, llena “de pequeños detalles va por este camino”. En efecto, el profeta Isaías se refiere a “un pequeño vástago” que “brotará del tronco de Jesé”, y no de “un ejército” que producirá la liberación. Y los pequeños también son los protagonistas de la Navidad:
“Después, en Navidad, veremos esta pequeñez, esta cosa pequeña: un niño, un establo, una mamá, un papá… Las cosas pequeñas. Corazones grandes pero actitud de pequeños. Y sobre este vástago se posará el Espíritu del Señor, el Espíritu Santo, y este pequeño brote tendrá la virtud de los pequeños, y el temor del Señor. Caminará en el temor del Señor. Temor del Señor que no es miedo. No. Es hacer vida el mandamiento que Dios ha dado a nuestro padre Abraham: ‘Camina en mi presencia y sé irreprensible’. Humilde. Esto es humildad”.
El Pontífice subrayó que sólo los pequeños “son capaces de entender” plenamente “el sentido de la humildad”, el “sentido del temor del Señor”, porque “caminan ante el Señor”, mirados y custodiados, “sienten que el Señor les da la fuerza para ir adelante”. Y explicó que es ésta la verdadera humildad:
Caminar bajo la mirada del Señor: no a la humildad un poco de teatro
“Vivir la humildad, la humildad cristiana, es tener este temor del Señor que – repito – no es miedo, sino que es: ‘Tú eres Dios, yo soy una persona, yo voy adelante así, con las pequeñas cosas de la vida, pero caminando en Tu presencia y tratando de ser irreprensible’. La humildad es la virtud de los pequeños, la verdadera humildad, no la humildad un poco de teatro: no, esa no. La humildad de aquel que decía: ‘Yo soy humilde, pero orgulloso de serlo’. No, esa no es la verdadera humildad. La humildad del pequeño es aquella que camina en la presencia del Señor, no habla mal de los demás, ve sólo el servicio, se siente el más pequeño… Allí está la fuerza”.
Pidamos al Señor la gracia de la humildad, de caminar en Su presencia
Es “humilde, muy humilde” – observó el Obispo de Roma con su pensamiento dirigido hacia la Navidad –  también la muchacha que Dios “mira” para “enviar a Su Hijo”, y que inmediatamente después va a ver a su prima Isabel, y no dice nada “de lo que había sucedido”. La humildad “es así” –dijo Francisco – “caminar en la presencia del Señor”, felices, gozosos porque “mirados por Él”, “exultantes en la alegría porque humildes”, precisamente como se narra de Jesús en el Evangelio del día:
“Mirando a Jesús que exulta en la alegría porque Dios revela su misterio a los humildes, podemos pedir para todos la gracia de la humildad, la gracia del temor de Dios, de caminar en su presencia tratando de ser irreprensibles. Y así, con esta humildad, podemos ser vigilantes en la oración, activos en la caridad fraterna y exultantes de alegría en la alabanza”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)