mis huesos se consumían
entre continuos lamentos,
4 porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se secaba
por los ardores del verano.
5 Pero yo reconocí mi pecado,
no te escondí mi culpa. Me dije:
«Confesaré mis pecados al Señor».
¡Y tú perdonaste mi culpa
y mi pecado!
Habla un creyente que estuvo apesadumbrado por sus pecados hasta que decidió confesarlos al Señor. Entonces experimentó la alegría del perdón. El Señor no hizo pesar sobre él su mano, sino que se reveló como su refugio, como el que le libra de los peligros y le llena de alegría con su salvación. Por eso, el salmista no puede evitar expresar su deseo: ¡que todos los fieles supliquen al Señor!
Tú también has pecado. ¿Has vivido también tú la experiencia de angustia, el deseo de esconderlo todo y la certeza de que esto no es posible? ¿Alguna vez has experimentado a Dios como un castigador que te persigue?
Tienes también la experiencia de haber tomado la decisión de confesar tus pecados. Y sabes cuales han sido sus consecuencias.
La liberación. La alegría del perdón. La experiencia de ser amado más allá de lo que te has merecido. Dios como refugio tuyo y como fuente de alegría. Recuerda, revive esos momentos, sobre todo los
más importantes de tu vida. Y hoy, a estas alturas de tu vida, al comienzo de esta cuaresma, atrévete, toma una decisión:
Acércate de nuevo a ser renovado por el amor de Dios por medio de la confesión.
8 Yo te instruiré, te enseñaré
el camino que debes seguir;
con los ojos puestos en ti,
seré tu consejero.
Dios mismo toma la palabra. Dios revela que su mirada no es fiscalizadora, como a veces tememos, sino misericordiosa. Él no busca el castigo del culpable, sino ayudarle. Tras dar su perdón a quién confesó sus pecados, Dios se ofrece a ser su instructor, su guía, para ayudarle a recorrer el camino verdadero. El Dios que antes parecía una amenaza, se revela ahora como un aliado.
Está dirigido a ti. Es Dios quien habla. Y te habla a ti. Escucha su promesa. Puedes confiar en Él. Su palabra no falla. Él es fiel. ¿Qué quieres decirle en respuesta?
Está dirigido a ti. Es Dios quien habla. Y te habla a ti. Escucha su promesa. Puedes confiar en Él. Su palabra no falla. Él es fiel. ¿Qué quieres decirle en respuesta?