jueves, 27 de octubre de 2016

Amor y respeto por los difuntos

VER
Se acerca la memoria de nuestros difuntos. Es lamentable que la moda pagana y comercial del Hallowen se vaya difundiendo tanto, en vez de nuestras tradiciones tan llenas de contenido, no sólo sentimental, sino humano, familiar, social, cultural, religioso y trascendente.
En mi programa semanal de radio Pregúntale al Obispo, me han llegado estas y otras preguntas: ¿Es pecado celebrar el día los muertos? Nuestros padres están muertos, pero mis hermanas los visitan cada 8 días y nos han dicho que es malo; ¿es cierto? ¿Es posible volver a reencarnar en otro cuerpo, al morir? ¿La Iglesia permite la incineración?
Varias personas optan por conservar en su casa las cenizas de sus seres queridos difuntos, al menos durante el novenario posterior a su muerte, o en forma permanente. Aducen el cariño y la gratitud; dicen que quieren sentirlos muy cercanos y que no los pueden olvidar. En algunas comunidades indígenas, sepultan a sus muertos en la propia casa, sea en el patio, o en alguna de las habitaciones.
PENSAR
El Papa Francisco, en Amoris laetitia, dice: “A veces la vida familiar se ve desafiada por la muerte de un ser querido. No podemos dejar de ofrecer la luz de la fe para acompañar a las familias que sufren en esos momentos (253).
El duelo por los difuntos puede llevar bastante tiempo. En algún momento del duelo hay que ayudar a descubrir que quienes hemos perdido un ser querido todavía tenemos una misión que cumplir, y que no nos hace bien querer prolongar el sufrimiento, como si eso fuera un homenaje. La persona amada no necesita nuestro sufrimiento, ni le resulta halagador que arruinemos nuestras vidas. Tampoco es la mejor expresión de amor recordarla y nombrarla a cada rato, porque es estar pendientes de un pasado que ya no existe, en lugar de amar a ese ser real que ahora está en el más allá. Su presencia física ya no es posible, pero si la muerte es algo potente, «es fuerte el amor como la muerte» (Ct 8,6). El amor tiene una intuición que le permite escuchar sin sonidos y ver en lo invisible. Eso no es imaginar al ser querido tal como era, sino poder aceptarlo transformado, como es ahora. Jesús resucitado, cuando su amiga María quiso abrazarlo con fuerza, le pidió que no lo tocara (cf. Jn 20,17), para llevarla a un encuentro diferente (255).
Nos consuela saber que no existe la destrucción completa de los que mueren y la fe nos asegura que el Resucitado nunca nos abandonará. Así podemos impedir que la muerte envenene nuestra vida, que haga vanos nuestros afectos, que nos haga caer en el vacío más oscuro (256).
Una manera de comunicarnos con los seres queridos que murieron es orar por ellos. Dice la Biblia que «rogar por los difuntos» es «santo y piadoso» (2 M 12,44-45). (257).
No desgastemos energías quedándonos años y años en el pasado. Mientras mejor vivamos en esta tierra, más felicidad podremos compartir con los seres queridos en el cielo. Mientras más logremos madurar y crecer, más cosas lindas podremos llevarles para el banquete celestial” (258).
En cuanto a la cremación y depósito de las cenizas, la Congregación para la Doctrina de la Fe acaba de indicar: “Siguiendo la antiquísima tradición cristiana, la Iglesia recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados. Cuando razones de tipo higiénicas, económicas o sociales lleven a optar por la cremación, la Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que la cremación del cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo. La cremación no está prohibida, a no ser que haya sido elegida por razones contrarias a la fe cristiana. Las cenizas del difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o en una iglesia. No está permitida la conservación de las cenizas en el hogar. Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no sea permitida la dispersión de cenizas en el aire, en la tierra, en el agua o en cualquier otra forma” (Ad resurgendum cum Christo).
ACTUAR
Conservemos nuestras tradiciones del “día de muertos”, porque nos dan identidad, historia, valores y trascendencia. Que no nos domine el mercado, con sus ofertas engañosas. Oremos por nuestros difuntos. El altar tradicional en algunos lugares, con sus fotos, velas, flores y ofrendas alimenticias, es un signo de que los experimentamos cercanos, espiritualmente. ¡En Cristo, hay vida y resurrección!

Felipe Arizmendi Esquivel / Zenit



Papa: Dios llora por las calamidades naturales y las guerras


 También hoy ante las calamidades naturales, ante las guerras hechas para “adorar al dios dinero”, ante los niños asesinados, Dios llora. Lo subrayó el Papa en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
“Hoy Dios llora – dijo Francisco – por la humanidad que no comprende “la paz que Él nos ofrece, la paz del amor”.
En el Evangelio del día, Jesús define a Herodes “zorro”, después de que algunos fariseos le han referido que quiere matarlo. Y dice lo que sucederá: “Se prepara a morir”. Después, Jesús se dirige a la “Jerusalén cerrada”, que mata a los profetas que le son enviados.
Entonces cambia de tono – subrayó el Santo Padre – y “comienza a hablar con ternura”, “la ternura de Dios”. Jesús “mira a su pueblo, ve la ciudad de Jerusalén”. Y aquel día “lloró por Jerusalén”. “Es Dios Padre el que llora aquí en la persona de Jesús: ‘¡Tantas veces he querido reunir a tus hijos como una clueca a sus polluelos bajo las alas y ustedes no han querido!’”:
Alguien dijo que Dios se ha hecho hombre para poder llorar, llorar por lo que habían hechos sus hijos. El llanto ante la tumba de Lázaro es el llanto por el amigo. Éste es el llanto del Padre”.
Y mientras el llanto ante la tumba de Lázaro – dijo Francisco – es por el amigo, “éste es el llanto del Padre”. Después su pensamiento fue al padre del hijo pródigo, cuando le pide la herencia y se va. Aquel padre no fue a lo de sus vecinos a decir: “¡Mira, mira qué cosa me ha sucedido! ¡Qué me he hecho este pobre desgraciado! Yo maldigo a mi hijo…”. No hizo esto, prosiguió diciendo el Pontífice. “Esto seguro de que tal vez haya ido a llorar solo a su habitación”:
“¿Y por qué digo esto? Porque el Evangelio no dice esto, dice que cuando el hijo volvió lo vio desde lejos: esto significa que el Padre continuamente subía a la terraza a mirar el camino para ver si el hijo regresaba. Y un padre que hace esto es un padre que vive en el llanto, esperando que el hijo vuelva. Éste es el llanto de Dios Padre. Y con este llanto el Padre recrea, en su Hijo, toda la creación”.
Por último, el pensamiento del Papa Bergoglio se detuvo en el momento en el que Jesús, con la cruz, va al Calvario, y dice a las mujeres piadosas que lloraban que no lo hicieran por Él, sino por sus propios hijos. Por tanto – dijo –  un “llanto de padre y de madre, y Dios también hoy sigue llorando”:
“También hoy ante las calamidades, ante las guerras que se hacen para adorar al dios dinero, ante tantos inocentes asesinados por las bombas que tiran los adoradores del ídolo dinero, también hoy, el Padre llora, también hoy dice: ‘Jerusalén, Jerusalén, hijitos míos, ¿qué están haciendo?’. Y lo dice a las víctimas, pobrecitas, y también a los traficantes de armas y a todos aquellos que venden la vida de la gente. Nos hará bien pensar que nuestro Padre Dios se ha hecho hombre para poder llorar, y nos hará bien pensar que nuestro Padre Dios hoy llora: llora por esta humanidad que no termina de entender la paz que Él nos ofrece, la paz del amor”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS (13,31-35)



“En las lecturas de hoy hay dos cosas que impresionan... El amor del Señor era el centro de la vida de san Pablo. En las persecuciones, en las enfermedades, en las traiciones, pero, todo eso que él vivió, todas estas cosas que le pasaron en su vida, nada de esto pudo alejarlo del amor de Cristo. Era el centro de su vida, la referencia: el amor de Cristo. 

Y sin el amor de Cristo, sin vivir de este amor, reconocerlo, nutrirnos de ese amor, no se puede ser cristiano: el cristiano, quien se siente mirado por el Señor, con esa mirada tan bella, amado por el Señor y amado hasta el final. 

El cristiano siente que su vida ha sido salvada por la sangre de Cristo. Y esto hace el amor: esta relación de amor. Eso es lo primero que me ha impactado mucho. 

La otra cosa que me impresiona es esta tristeza de Jesús cuando contempla Jerusalén. «Pero tú, Jerusalén, que no has comprendido el amor». 
No comprendió la ternura de Dios, con esa imagen tan bella, que dice Jesús. 

No entender el amor de Dios: lo contrario de lo que sentía Pablo. Sí, Dios me ama, Dios nos ama, pero es algo abstracto, es algo que no me toca el corazón y yo me arreglo como puedo en la vida. Allí no hay fidelidad. 

Y el llanto del corazón de Jesús por Jerusalén es este: «Jerusalén, tú no eres fiel; tú no te has dejado amar; y tú te has fiado de muchos ídolos que te prometían todo, te decían que te daban todo, luego te abandonaron». El corazón de Jesús, el sufrimiento del amor de Jesús: un amor no aceptado, no acogido. 

Estas dos imágenes hoy: por una parte, la de Pablo que permanece fiel al amor de Jesús hasta el final, allí encuentra la fuerza para seguir adelante, para soportar todo. Él se siente débil, se siente pecador, pero tiene la fuerza del amor de Dios, en ese encuentro que tuvo con Jesucristo. 

Por otra parte, la ciudad y el pueblo infiel, no fiel, que no acepta el amor de Jesús, o peor aún, ¿eh?, que vive este amor pero a mitad: un poco sí, un poco no, según las propias conveniencias. 

Miremos a Pablo con su valor que viene de este amor, y miremos a Jesús que llora ante esa ciudad que no es fiel. Miremos la fidelidad de Pablo y la infidelidad de Jerusalén, y en el centro contemplemos a Jesús, su corazón, que tanto nos ama. ¿Qué podemos hacer por Él? 

La pregunta: ¿me parezco más a Pablo o a Jerusalén? Mi amor a Dios, ¿es tan fuerte como el de Pablo o mi corazón es un corazón tibio como el de Jerusalén? Que el Señor nos ayude a responder a esta pregunta. Así sea”.

(Papa Francisco, homilía del 31 de octubre de 2013)

Robo y profanación en la basílica del monte Tabor: «Parece delincuencia común»


Un grupo de desconocidos irrumpieron en la noche del domingo al lunes en la basílica de la Transfiguración del monte Tabor, en Israel. Los asaltantes robaron varios cálices y una caja con las ofrendas de los fieles. También esparcieron sagradas formas por el suelo y dañaron los iconos. Una imagen de la Virgen en bronce fue hallada en el jardín, presumiblemente después de que los ladrones la abandonaran por su peso.
Monseñor Giacinto-Boulos Marcuzzo, vicario patriarcal de Jerusalén, ha explicado a AsiaNews que no creen que la profanación y el robo sean parte de un ataque confesional. «Parece más probable que se trate de un caso de delincuencia común, sobre el cual por el momento hay sólo sospechas, pero nada más que eso».
Monseñor Marcuzzo hizo estas declaraciones después de desplazarse hasta la basílica para comprobar los daños. «Fue realmente una fuente de dolor y pena asistir a estos estragos», explicó. Subrayó que se trata de un incidente «grave» que muestra «la falta de sentido de lo sagrado, de lo divino», de los autores. Por el contrario, este respeto es algo que habitualmente está «muy presente en esta tierra», y no solo entre los cristianos, sino también entre los judíos y los musulmanes.
Sin pintadas judías
La hipótesis del robo desvincula este incidente de la violencia y los ataques de índole confesional realizados en el pasado por extremistas y colonos judíos. En los últimos años, estos radicales han atacado la iglesia cercana al Cenáculo, la basílica de Nazaret y otros lugares de culto católicos y ortodoxos, así como mezquitas. En estos casos, suelen dejar en las pareces dibujos y leyendas ofensivas, que no había en la basílica del monte Tabor.
«Ya hemos llevado a cabo una pequeña oración de reparación, con un nuevo acto de consagración» concluye el prelado, que anuncia «un acto oficial de reparación que se llevará a cabo en las próximas semanas. Un gesto que confirma nuestro amor por el lugar, nuestro sentido de lo sagrado y la devoción a la Virgen. Serán invitados todos aquellos que tienen un nexo con este lugar, incluyendo, obviamente, a los musulmanes».
Alfa y Omega

No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén



Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 31-35

En aquel día, se acercaron unos fariseos a decir a Jesús: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte». Jesús les dijo:
-«ld y decid a ese zorro: "Mira, yo arrojo demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día quedará consumada.
Pero es necesario que camine hoy y mañana y pasado, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!
¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no habéis querido.
Mirad, vuestra casa va a ser abandonada.
Os digo que no me veréis hasta el día en que digáis: "¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"».
Palabra del Señor.

Urge compromiso de los cristianos a acoger a quien huye de la guerra. El Papa en la catequesis

En la tradicional Audiencia General en el último miércoles de octubre, luego de reflexionar sobre el Evangelio de Mateo, Capítulo 2, versículos 13-15 que narra la huída del Señor a Egipto, el Santo Padre Francisco siguió meditando sobre las obras de misericordia. En esta ocasión, centró su catequesis en otras dos de las obras de misericordia corporales: dar posada al peregrino y vestir al desnudo. 
Después de saludar a los fieles y peregrinos presentes en la plaza de San Pedro y de anunciar la reflexión del día, Francisco recordó que el Señor nos ha entregado las obras de Misericordia "para mantener siempre viva y dinámica nuestra fe", y que ellas evidencian que nosotros, los cristianos, no estamos cansados ni perezosos en la espera del encuentro final con el Señor, sino que cada día vamos a su encuentro, "reconociendo en su rostro el de tantas personas que piden ayuda". "La historia de la humanidad es una historia de migraciones" dijo, y "el compromiso de los cristianos es urgente hoy como en el pasado". 

Papa: “La única vía de solución es la de la solidaridad”

Durante la audiencia general del último miércoles de octubre – celebrada en la Plaza de San Pedro y en la que participaron varios miles de fieles y peregrinos procedentes de numerosos países –  el Papa Francisco prosiguió sus reflexiones acerca de las obras de misericordia corporales, que Jesús nos ha dado para que mantengamos la fe siempre viva y dinámica. “Obras que hacen evidente – dijo el Santo Padre hablando en italiano – que los cristianos no son negligentes” en espera del encuentro final con el Señor, sino que constantemente salen a su encuentro, reconociéndolo en el rostro de tantas personas que piden ayuda.
Deteniéndose en esta ocasión en las palabras del Maestro: “Estaba de paso y me alojaron; desnudo, y me vistieron” (Mt 25, 35-36), el Obispo de Roma recordó que en nuestro tiempo es más actual que nunca esta obra que se refiere a los extranjeros.  “Las crisis económicas, los conflictos armados y los cambios climáticos – afirmó – impulsan a tantas personas a emigrar”. Sin embargo, Francisco destacó que “las migraciones no son un fenómeno nuevo”, sino que pertenecen a la historia de la humanidad.  De modo que –  dijo el Papa – “es falta de memoria histórica” pensar que las migraciones sean propias sólo de estos años.
Después de referirse a los numerosos ejemplos concretos que la Biblia nos ofrece sobre este tema, el Papa Bergoglio  volvió a recordar  que la misma Sagrada Familia se vio obligada a emigrar para escapar a la amenaza de Herodes, tal como nos lo refiere el Evangelio – “José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes” (Mt 2, 14-15) –. De ahí que el Pontífice no haya dudado en reafirmar que “la historia de la humanidad es historia de migraciones: en toda latitud, no hay pueblo que no haya conocido el fenómeno migratorio”.
El Sucesor de Pedro señaló que hoy, lamentablemente, el contexto de crisis económica favorece las actitudes de cerrazón y de falta de acogida, tanto es así que en algunos países surgen los muros y las barreras, que no representa la solución al problema, sino que termina favoreciendo los tráficos criminales. Por esta razón el Papa añadió con fuerza que “la única vía de solución es la de la solidaridad”. Y que el empeño de los cristianos en este ámbito hoy es tan urgente como en el pasado.
Tras llamar a todos a acoger a los hermanos que huyen de la guerra, del hambre, de la violencia y de condiciones de vida deshumanas, Francisco dijo que “todos juntos somos una gran fuerza de apoyo” para cuantos han perdido su patria, su familia, su trabajo y su dignidad.
Y concluyó su catequesis pidiendo que no caigamos en la trampa de encerrarnos en nosotros mismos, indiferentes ante las necesidades de los hermanos y preocupados solamente por nuestros propios intereses.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)