sábado, 7 de julio de 2012

La humildad

Hay muchos grados de humildad. Hay quien es obediente y se reprocha a sí mismo en todas las cosas; esto es humildad.

Hay quien se arrepiente de sus pecados y se considera un miserable delante de Dios. Esto también es humildad. Pero distinta es la humildad del que ha conocido al Señor por el Espíritu Santo: su conocimiento es diferente.

Cuando el alma ve cuán suave y humilde es el Señor a través del Espíritu Santo, se humilla a sí misma hasta lo más hondo. Esta humildad es del todo particular y nadie puede describirla.

Si los hombres, a través del Espíritu Santo, pudieran saber qué Señor tenemos, cambiarían completamente: los ricos menospreciarían sus riquezas; los sabios, su ciencia; los gobernantes, su poder y su prestigio.
Todos vivirían en una profunda paz y con amor, y reinaría sobre la tierra un gozo grande.

San Silvano