viernes, 23 de mayo de 2014

JESÚS Y LAS MUJERES: REFLEXIONES DE HANS KÜNG

«... En la sociedad del tiempo de Jesús las mujeres no contaban para nada; debían evitar incluso en público la compañía masculina. Las fuentes judías contemporáneas están llenas de animosidad contra la mujer, quien –según Josefo-- vale en todos los aspectos menos que el hombre. Hasta con la propia mujer, así se aconseja, ha de hablarse poco y absolutamente nada con la extraña. Las mujeres vivían en lo posible retiradas de la vida pública; en el Templo solo tenían acceso hasta el patio de las mujeres y respecto a la obligación de la plegaria estaban equiparadas a los esclavos.

Los evangelios, sin embargo, cualquiera que sea la historicidad de los detalles biográficos, no tienen reparos en hablar de las relaciones de Jesús con determinadas mujeres. Lo cual quiere decir que Jesús se había liberado de la costumbre que imponía la segregación de la mujer. Jesús, en efecto, no muestra ningún desprecio por las mujeres, sino que las trata con sorprendente naturalidad: unas mujeres lo acompañan a él y sus discípulos desde Galilea a Jerusalén; él mismo siente un afecto personal hacia algunas mujeres; unas mujeres asisten también a su muerte y sepultura. La situación jurídica y humanamente tan precaria, de la mujer en la sociedad de aquel tiempo hubo de resultar considerablemente revalorizada al prohibir Jesús el divorcio por parte del marido, a quien solo bastaba presentar el libelo de repudio...»


Permanecer en el amor de Dios, con su paz y alegría, alienta el Papa

Custodia Señor el Espíritu Santo en nosotros, la gracia y paz que nos has regalado, para que no seamos cristianos avinagrados, invitó a pedir el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina de este jueves, en la capilla de la Casa de Santa Marta. 

Recordando que Jesús, antes de subir el Cielo, habló de tantas cosas, pero sobre todo reiteró «tres palabras clave»: «paz, amor y alegría», el Obispo de Roma hizo hincapié en el mandamiento de amar a Dios y al prójimo. 

Casi un «protocolo» - en Mateo 25 – en el que «todos seremos juzgados». Con el Evangelio de este día, destacó el Papa Bergoglio, Jesús añade una cosa sobre el amor nueva y nos dice: «No sólo amen, sino permanezcan en mi amor»:
«La vocación cristiana es esto: permanecer en el amor de Dios. Es decir, respirar, vivir con ese oxígeno. Vivir gracias a ese aire. Permanecer en el amor de Dios, con esto cierra la profundidad de su discurso sobre el amor. Y añade... Y ¿cómo es su amor? «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes» - un amor que viene del Padre. 

La relación de amor entre él y el Padre es la relación de amor entre él y nosotros. Y a nosotros nos pide que permanezcamos en este amor que viene del Padre».

Paz y amor que no vienen del mundo, sino que vienen del Padre y de Jesús, que nos exhorta a permanecer en su amor. Amor que nos lleva a cumplir los mandamientos, volvió a señalar el Papa, reflexionando luego sobre la alegría cristiana:
«La alegría es como el signo del cristiano... un cristiano sin alegría o no es cristiano o está enfermo. No hay otra, no está bien de salud... como ya dije alguna vez, hay cristianos con cara de pimiento avinagrado, siempre con cara así... con el ceño fruncido... también el alma es así... (sonríe) allí está lo feo... esos no son cristianos. Un cristiano sin alegría no es cristiano. 

La alegría es como el sello del cristiano, también en el dolor, en las tribulaciones, aun en las persecuciones».
Paz, amor y alegría son tres palabras que nos deja Jesús, con el don del Espíritu Santo:
«...El gran olvidado de nuestra vida ¿eh?... Tendría ganas de preguntarles – pero no lo haré ¿eh? ¿Cuántos de ustedes le rezan al Espíritu Santo? no levanten la mano... Es el gran olvidado, el gran olvidado. Y Él es el don, el don que nos da la paz, que nos enseña a amar y que nos llena de alegría. En la oración le pedimos al Señor: ¡custodia tu don! Le pedimos la gracia que el Señor custodie al Espíritu Santo que está en nosotros. Que el Señor nos dé esta gracia: custodiar siempre al Espíritu Santo en nosotros. Ese Espíritu que nos enseña a amar, nos llena de alegría y nos da la paz»


(CdM - RV)

Permanecer en el amor de Dios, con su paz y alegría, alienta el Papa

Custodia Señor el Espíritu Santo en nosotros, la gracia y paz que nos has regalado, para que no seamos cristianos avinagrados, invitó a pedir el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina de este jueves, en la capilla de la Casa de Santa Marta. 

Recordando que Jesús, antes de subir el Cielo, habló de tantas cosas, pero sobre todo reiteró «tres palabras clave»: «paz, amor y alegría», el Obispo de Roma hizo hincapié en el mandamiento de amar a Dios y al prójimo. Casi un «protocolo» - en Mateo 25 – en el que «todos seremos juzgados». Con el Evangelio de este día, destacó el Papa Bergoglio, Jesús añade una cosa sobre el amor nueva y nos dice: «No sólo amen, sino permanezcan en mi amor»:
«La vocación cristiana es esto: permanecer en el amor de Dios. Es decir, respirar, vivir con ese oxígeno. Vivir gracias a ese aire. Permanecer en el amor de Dios, con esto cierra la profundidad de su discurso sobre el amor. Y añade... Y ¿cómo es su amor? «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes» - un amor que viene del Padre. La relación de amor entre él y el Padre es la relación de amor entre él y nosotros. Y a nosotros nos pide que permanezcamos en este amor que viene del Padre».

Paz y amor que no vienen del mundo, sino que vienen del Padre y de Jesús, que nos exhorta a permanecer en su amor. Amor que nos lleva a cumplir los mandamientos, volvió a señalar el Papa, reflexionando luego sobre la alegría cristiana:
«La alegría es como el signo del cristiano... un cristiano sin alegría o no es cristiano o está enfermo. No hay otra, no está bien de salud... como ya dije alguna vez, hay cristianos con cara de pimiento avinagrado, siempre con cara así... con el ceño fruncido... también el alma es así... (sonríe) allí está lo feo... esos no son cristianos. Un cristiano sin alegría no es cristiano. La alegría es como el sello del cristiano, también en el dolor, en las tribulaciones, aun en las persecuciones».
Paz, amor y alegría son tres palabras que nos deja Jesús, con el don del Espíritu Santo:
«...El gran olvidado de nuestra vida ¿eh?... Tendría ganas de preguntarles – pero no lo haré ¿eh? ¿Cuántos de ustedes le rezan al Espíritu Santo? no levanten la mano... Es el gran olvidado, el gran olvidado. Y Él es el don, el don que nos da la paz, que nos enseña a amar y que nos llena de alegría. En la oración le pedimos al Señor: ¡custodia tu don! Le pedimos la gracia que el Señor custodie al Espíritu Santo que está en nosotros. Que el Señor nos dé esta gracia: custodiar siempre al Espíritu Santo en nosotros. Ese Espíritu que nos enseña a amar, nos llena de alegría y nos da la paz»


(CdM - RV)