sábado, 2 de marzo de 2013

Conversión en Cuaresma



Estamos en cuaresma, época apropiada para una verdadera conversión.  
Dios desea fervientemente que nos convirtamos, que seamos 
uno de sus conversos. No sólo quiere que aprendamos, 
sino que también practiquemos su forma de vida; quiere 
que nos comprometamos sincera y completamente con él.



Si voluntariamente deseamos seguir sus instrucciones, él 
promete ayudarnos. Por medio de su Espíritu nos dará el 
poder para que sea una realidad lo que nos dice en Efesios 
4:24: “Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la 
justicia y santidad de la verdad”. Su propósito es cambiarnos, 
convertirnos desde adentro, desde el corazón.




Cuando alguien se dirigió a Jesucristo como “Maestro 
bueno”, él le respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno 
hay bueno sino uno: Dios” (Mateo 19:16-17). Lo que quiso 
decir Jesús fue que Dios es la única fuente de carácter justo, 
no que algún aspecto de su propio carácter no fuera bueno.



Tú bien sabes, Señor, cuáles son los defectos que debo corregir. Se bien, Señor, que mi salvación esta en juego, y no puedo seguir llevando esta vida estéril. Por eso, en esta cuaresma quiero hacer una decisión firme, sincera, de cambiar mis actitudes negativas para llenarme de los frutos positivos que tú esperas en mí. Se que cuento con tu gracia, Señor. Por eso estoy seguro que este año será grande en mi historia personal, para gloria tuya.

EL RICO EPULÓN Y EL POBRE LÁZARO

Meditación de Benedicto XVIJesús narra la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro. El primero vive en el lujo y en el egoísmo, y cuando muere, acaba en el infierno. El pobre, en cambio, que se alimenta de las sobras de la mesa del rico, a su muerte es llevado por los ángeles a la morada eterna de Dios y de los santos. "Bienaventurados los pobres -había proclamado el Señor a sus discípulos- porque vuestro es el Reino de Dios".
Pero el mensaje de la parábola va más allá: recuerda que, mientras estemos en este mundo, debemos escuchar al Señor que nos habla mediante las sagradas Escrituras y vivir según su voluntad, de lo contrario, después de la muerte, será demasiado tarde para arrepentirse.

Por tanto, esta parábola nos dice dos cosas: la primera es que Dios ama a los pobres y les alivia de su humillación; la segunda es que nuestro destino eterno está condicionado por nuestra actitud, depende de nosotros seguir el camino que Dios nos ha mostrado para llegar a la vida, y este camino es el amor, no entendido como sentimiento, sino como servicio a los demás, en la caridad de Cristo. (Benedicto XVI, 26 de septiembre de 2010).

Reflexión apostólica

Hoy, la humanidad sigue necesitando pan y techo, como siempre ha sido; pero justamente ahora, las personas hemos tomado conciencia de lo importante que es ayudar a los demás. Sin embargo, hay que preguntarnos si la ayuda que damos no se queda sólo en una moneda o un pedazo de pan. En nuestros tiempos de consumismo, de trajín y de deseo de pasar por encima de los demás, lo que las personas más necesitan es una sonrisa amable, un gesto de piedad, una palmada de aliento. Los nuevos "Lázaros" me necesitan para que comparta su dolor y para que les muestre el amor de Dios. Cristo quiso sufrir lo que sufre un ser humano y su triunfo y resurrección son la prueba anticipada de nuestro triunfo. Basta abrir el corazón para ayudar a los demás y la valentía para perseverar en mis propias dificultades, en gratitud al amor de Dios.