«Cataluña está dividida. Con lo que ha hecho está dando la espalda y quitando la voz a muchos», escribe un sacerdote de la diócesis de Getafe, Patxi Bronchalo, en una carta abierta en su blog al párroco de Vila Rodona (Tarragona) que permitió que en su parroquia se contaran votos del referéndum ilegal en Cataluña. «¡Los templos no son nuestros! Las iglesias que se llenan de cosas que no son Dios terminarán vacías», añade
Estimado Francesc:
Mi nombre es Patxi Bronchalo, y, como usted, también soy sacerdote. Quería escribirle esta carta abierta porque, como tanta gente, he visto el vídeo en el que aparece usted en su parroquia dirigiendo el canto a la asamblea mientras un grupo de personas contaban los votos del desgraciadamente famoso referéndum celebrado en Cataluña el pasado uno de octubre.
He podido ver también su explicación en el programa de La Sexta, recalcando que no era una Eucaristía lo que allí se estaba celebrando. Menos mal. Eso bien sabemos antes que hubiese sido mucho mas grave. Aún así, quería compartir con usted estas líneas.
Seguro que usted me entiende. Es muy hermoso ser sacerdote, yo estoy feliz de serlo. Como usted, también caso y entierro a los que son de unas ideas o de otras. Yo también me esfuerzo mucho en acoger a todos en la parroquia, en predicar el amor de un Dios que no hace distinción entre sus hijos. Yo también sufro con los problemas de la gente, me emociono con sus alegrías, lloro con sus sufrimientos. Yo también llamo a la paz y a la reconciliación, y me duele mucho cuando hay falta de perdón entre hermanos.
Los sacerdotes somos hombres de paz. Y viendo lo que sucede estos días en nuestro país (así es, no lo he inventado yo), no puedo evitar pensar que los sacerdotes somos más necesarios que nunca. Mucho progreso pero seguimos igual: hay mucha falta de Dios.
Lo que usted hizo me escandaliza. Usted es un hombre de paz. Y al fomentar un acto político dentro su parroquia está haciendo daño a una buena parte de la sociedad en la que vive, está tomando partido y posicionamiento por una opción, poniendo la política y un modo de hacer política corrupto (¡pues no busca el bien común!) por encima de las personas.
No es difícil verlo: Cataluña está dividida (eso tampoco lo he inventado yo). Con lo que ha hecho está dando la espalda y quitando la voz a muchos a los que nadie defiende, está fomentando la división entre familias. Y peor: está diciendo a todo el que vea el vídeo que hay un modo de hacer las cosas al margen de toda ley o de toda Constitución que nos rija. ¿Qué autoridad le quedará a usted entre quienes escuchen hablar en sus homilías de perdón, de unidad, de convivencia, de respeto y tolerancia?
Y peor aún: los templos no son lugar para acciones políticas. ¡Los templos no son nuestros! A nosotros se nos encarga su cuidado y el de sus feligreses. Bien lo sabemos los sacerdotes. De sobra. Y no seamos ingenuos, ni nos engañemos: las iglesias que se llenan de cosas que no son Dios terminarán vacías. Y sin vocaciones. La historia lo demuestra. Al tiempo.
Bien lo sabrá también. Las ideologías buscan llenar el vacío del corazón del hombre que solo puede llenar Dios. Hay políticos que nos prometen todo: la salvación en esta tierra, la perfecta felicidad, el fin del sufrimiento. Les basta afirmar lo suyo y decir que la culpa de nuestros males son las ideas de los demás. ¿Y luego qué sucede? Las ideologías pasan, nos pisan, y mueren, y ninguna arregla nuestra sed de Amor.
Solo Dios basta. Solo Dios llena. Estoy convencido, aunque casi nadie lo diga, que detrás de todos nuestros problemas sociales en el fondo hay una gran falta de Dios. También en Cataluña, pues la falta de Dios no entiende de las fronteras que nos empeñemos en poner. Como sacerdotes, lo mejor que podemos hacer por las personas que nos rodean es dar a Dios. Nada más. Y nada menos.
Solo una última reflexión: ¿qué cree que harían los catalanes más radicales con ese templo y ese altar delante del cual usted ha permitido que se cuenten las papeletas del referéndum que ellos han impulsado?
Rezo por usted. Rezo por Cataluña. Rezo por España.
Patxi Bronchalo
Alfa y Omega