jueves, 22 de diciembre de 2016

Cáritas Siria pide "dejar de lado las armas y la ideología y contemplar los rostros de los que más sufren"


Una vez que el Gobierno sirio se ha hecho con el control del este de Alepo, existe una seria preocupación por parte de todas las organizaciones humanitarias ante la grave situación en la que puedan encontrarse los 250.000 civiles que se estima que se han quedado en esa zona.
Fin inmediato del conflicto
La red internacional de Cáritas está habilitando fondos de emergencia para ofrecer ayuda a las personas que se encuentran atrapadas en Alepo. Además, insta a una finalización inmediata del conflicto, al tiempo que reclama que la ayuda humanitaria pueda llegar a quienes más la necesitan y que se proteja la vida de los civiles. Para Cáritas, este es el momento de dar paso a las negociaciones políticas que pongan fin a esta cruenta guerra.
"Todos estamos con la gente de Alepo", ha manifestado el Patriarca Gregory III Laham, líder espiritual de la Iglesia católica greco-melquita, al personal de Caritas en Siria. El Patriarca ha elogiado a las ONG y a las organizaciones voluntarias por el trabajo que realizan para "aliviar la tragedia y el sufrimiento de las personas". "Damos las gracias -ha asegurado-- a todos aquellos que están apoyando a Alepo desde fuera para que se ponga fin al sufrimiento y para que la paz sea devuelta a esta hermosa ciudad".
Por su parte, el presidente de Cáritas Siria y obispo de Alepo, monseñor Antoine Audo, ha enviado a todas las Cáritas del mundo un mensaje con motivo de la Navidad en la que pide "dejar de lado las armas y la ideología" y "contemplar los rostros afligidos de los que más sufren"
Este es el texto del mensaje:
"Con la cercanía de la Navidad, acerquémonos a Alepo, de este a oeste, como si avanzáramos hacia la gruta de Belén.
Pongamos a un lado las armas y la ideología. Y contemplemos las caras afligidas, empezando por mujeres y niños, de los que más sufren y contemplemos también a los hombres, indignados y humillados, que han perdido sueños e ilusiones.
Decidámonos a hablar en la verdad y que el hombre, creado a imagen de Dios, nos conduzca hacia una mayor objetividad.
Cáritas Siria, a través de esta crisis, y sintiendo la experiencia de la universalidad de la Iglesia, y de la atención del mundo árabe y musulmán y de los cristianos de Oriente, no cesa de repetir: Juntos somos cristianos, y al lado de los musulmanes, todos somos ciudadanos.
Como sirios y cristianos, animamos a nuestros socios a trabajar por la reconciliación del mundo musulmán, de sunitas y chiitas, entrando en diálogo honesto con el pensamiento contemporáneo.
Esto es lo que conducirá a nuestras sociedades hacia una mayor dignidad y a hablar en la verdad.
Que se detenga la explotación de las fragilidades y las debilidades del tercer mundo para favorecer intereses económicos y políticos.
Escuchen la llamada de los más pobres, que es el grito de Dios crucificado y niño sin armas en el pesebre".
Protección y acogida de la red Cáritas a la población civil
Siria es una de las mayores emergencias a las que se enfrenta la red internacional de Caritas desde el estallido del conflicto, en marzo de 2011. Unos 13,5 millones de personas necesitan asistencia humanitaria en Siria; de ellos, al menos 6,5 millones son desplazados internos. Además, se estima que otros 4,6 millones de personas, la mitad de ellos niños y niñas, han buscado refugio en los países vecinos (Jordania, Líbano y Turquía, principalmente) o han buscado asilo, jugándose la vida a través de rutas de máximo riesgo, en Europa.
En este contexto, Cáritas trabaja en dos líneas principales: apoyo a las necesidades básicas de las familias vulnerables, a través de reparto de alimentos, pañales y leche para bebés, ayuda para vivienda y asistencia médica; y educación y apoyo psicosocial a menores desplazados a causa del conflicto.

Respuesta de Cáritas Española a desplazados y refugiados
La Confederación Cáritas Española ha estado desde el primer momento al lado de la población afectada por la guerra en Siria y de las Cáritas locales que acogen refugiados, tanto en la región de Medio Oriente como en los países de tránsito que están siendo el escenario del éxodo de ciudadanos sirios en la frontera este de Europa.
Junto al apoyo solidario que Cáritas Española viene prestando a las Cáritas de Jordania, Líbano y Turquía para proporcionar acogida a millones de refugiados sirios, a lo largo de 2016 ha liberado diversas partidas económicas para responder a las distintas llamadas de emergencia lanzadas por las Cáritas europeas para afrontar la llegada de refugiados a sus países, como son los casos de las Cáritas de Macedonia, Serbia, Croacia, Grecia, Eslovenia y Bulgaria.

Alepo: «Ahora podemos dormir tranquilos»



Los cristianos de Alepo se preparan para vivir una Navidad alegre por la liberación de los barrios del este. Será una ocasión para coger fuerzas. Queda mucho por hacer para reconstruir la ciudad y, sobre todo, la confianza de sus habitantes
La catedral maronita de San Elías, en la plaza Farhat de Alepo, se llenará este domingo de gente para celebrar la Navidad. «Se ha invitado a todos los cristianos», explica el hermano marista Georges Sabé. El 26, los jóvenes «harán una procesión de coros con velas para cantar en otra plaza en la que hay varias iglesias. Llevamos años sin poder ir a estos lugares», situados en el casco histórico de la ciudad, «justo en el frente» que hasta la semana pasada separaba la parte occidental de la ciudad –en poder del Gobierno de Bashar al Asad– de la oriental, que controlaban los rebeldes. Hasta 40 facciones forman esta amalgama controlada sobre todo por grupos islamistas.
«A veces parece que en Siria siempre es invierno, pero nunca Navidad», lamentaba la semana pasada el cardenal Luis Antonio Tagle, presidente de Caritas Internacional. Estos días, en Alepo, empiezan a asomar, tímidos, los primeros árboles y luces.
La paz queda lejos aún. Pero, al menos, «podemos dormir tranquilos, sin bombardeos ni de un lado ni del otro», subraya el hermano Sabé. Para el franciscano Firas Lufti, «ha sido una liberación. Los fanáticos del este lanzaban bombas y morteros, que hacían mucho daño y causaban terror a la gente». Con los dos frailes menores de su comunidad viven, desde 2014, 20 ancianos cuya residencia fue bombardeada. También sobre su convento, frecuentado por muchos niños, jóvenes y familias por ser relativamente seguro, han caído bastantes misiles. «El 21 de mayo, uno explotó y mató a una señora». El 11 de diciembre, la casa de los jesuitas en Azezeia sufrió uno de los últimos golpes de la batalla, cuando cayeron sobre ella tres bombas, sin dejar víctimas.
Rehenes de los terroristas
En el este de la ciudad, «se sigue evacuando» a civiles y combatientes, a pesar de varios parones por brechas en el acuerdo alcanzado entre Turquía –que apoya a los rebeldes– y Rusia e Irán –pro Asad–. Se estima que unas 14.000 personas han dejado ya la zona, aislada del resto de Alepo desde 2012. «Quedan aún dos barrios» en manos de los islamistas «que tenían que ser liberados hace días –explica Sabé–. Creo que no vamos a tardar en tener la ciudad entera» reunificada.
Es hora de hacer balance: «He visitado algunas zonas evacuadas y es un apocalypse now. Ruinas, mucha destrucción…». El marista también ha hablado con algunos antiguos habitantes de esta zona, convertida en un paisaje fantasma por los bombardeos de la aviación siria y rusa. «Conocemos a familias que vinieron antes al oeste. Tenían su casita con una o dos habitaciones para ocho o nueve personas». Ahora han acogido a sus allegados del este, «y hay hasta 20 personas en una casa. Les ofrecemos comida, ropa y todo lo que necesiten. Y pensamos hacerles pasar un día con nosotros en torno a Navidad».
En sus casas, eran «rehenes» de los milicianos y «no les permitían salir. Han sufrido mucho porque les faltaba la comida y la seguridad». «Por los testimonios que conocemos, los que se quedaban en estos barrios –añade la hermana María Laudis Gloriae, de las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará– pagaban un impuesto y tenían que pedir permiso para salir. Intentaban hacer vida normal, pero los últimos meses fueron muy duros. Hemos conocido familias que vivían a pocas manzanas de los combatientes y no tenían otro lugar para ir. Seguían allí, rezando para que Dios los cuidase». Un señor protegió su casa durante cuatro años, «pero al final no pudo evitar que fuera destruida», narra.
Al final, explica Sabé, «han descubierto que los islamistas habían escondido los alimentos y los medicamentos» y solo se los daban a los leales. «Eran sobre todo del Frente Al Nusra y de otro grupo, relacionado con Al Qaeda. Había muchos extranjeros». Ahora, los recién rescatados se enfrentan al recelo con el que les miran en el oeste: «No les consideran compatriotas, sino rebeldes. Pero son gente sencilla, que simplemente tenía su casa allí».
A 20 kilómetros del ISIS
En el resto de la ciudad, con el cese de los bombardeos «hay mucha calma y una cierta esperanza», continúa el hermano marista. «Se están limpiando las calles y hemos pasado por zonas a las que antes no se tenía acceso –explica la hermana María Laudis–. Pero muchas familias» que antes vivían en el este «no pueden volver. Hay miedo de que haya explosivos escondidos». El hermano Sabé cuenta que la semana pasada «una mina mató a varios niños en un parque. Hay que ser conscientes de que la guerra no ha acabado».
Por eso, es prudente dentro de la alegría. «No podemos cantar victoria, pero tampoco estamos como hace dos semanas». Aludiendo al asesinato del embajador ruso en Turquía, Andrey Karlov, en venganza por la victoria del Gobierno sirio en Alepo, lamenta que «la situación es tan complicada que no podemos» predecir qué ocurrirá. «No sabemos cómo van a reaccionar los de fuera». Como recuerda la hermana Laudis, «estamos a 20 kilómetros del ISIS. Todavía hay mucho miedo, y familias que siguen planeando irse».
Mendigar un ataúd
Los cristianos no vivían en el este, y los que estaban en la línea divisoria huyeron. Los que hay, se concentran en el oeste. En la zona de Shahbata al Jadida, donde están las Servidoras, «quedan muy pocas familias cristianas». Las que tenían más recursos «se marcharon. Los que se quedaron sobreviven gracias a la Iglesia» en barrios como Sulimaneia, Midan, Gibrail y Azizeia. Al visitarlos, «hemos tenido más contacto con la triste realidad de la guerra y a la vez con la inmensa riqueza que es tener fe. Sin ella, muchos cristianos habrían desesperado».
La guerra ha traído la pobreza a la que era capital económica de Siria. «Hay mucha miseria y poco trabajo. Imagina un padre de familia que trabajó toda su vida y de repente pierde la casa, el trabajo… El otro día estuvimos con una mujer que era la única de su casa que trabajaba y había enfermado. Un joven perdió las dos piernas porque le cayó un misil camino de la universidad, y necesita prótesis. Muchas familias necesitan comprar combustible aunque sea para tener caliente una parte de la casa. A una iglesia llegó un hombre con su bebé muerto en brazos» pidiendo «un cajón y un lugar en el cementerio».
En definitiva, queda mucho por hacer y hace falta mucha ayuda. «Reconstruir las piedras seguramente será lo más fácil. Mucho más difícil es reconstruir al hombre, que ya no confía en el otro –matiza fray Firas–. Hay que restaurar la imagen de Dios misericordioso», para limpiarla del mal uso que han hecho de ella los yihadistas. «Y hay que recuperar también la imagen de la persona humana, de las relaciones: el otro no es enemigo; es un amigo, un hermano».
En esta tarea, el hermano Sabé está convencido de que «los cristianos podemos jugar un papel importante. Estos días ya estamos hablando de perdón con la gente. Ellos expresan su miedo, pero también su deseo de pasar esta página tan negra». Los maristas apuestan por unir a la gente en iniciativas comunes. «En la educación podemos hacer mucho. Por ejemplo, ofrecer espacios para estar juntos» cristianos y musulmanes, del este y del oeste.
María Martínez López
Alfa y Omega

El Poderoso ha hecho obras grandes por mí



Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 46-56

En aquel tiempo, María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia” - como lo había prometido a “nuestros padres” - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Palabra del Señor.

El Papa en la audiencia: «Que la Navidad sea un encuentro personal con el Señor»


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hemos iniciado hace poco un camino de catequesis sobre el tema de la esperanza, muy apropiado para el tiempo del Adviento. A guiarnos hasta ahora ha sido el profeta Isaías. Hoy, a pocos días de la Navidad, quisiera reflexionar de modo más específico sobre el momento en el cual, por así decir, la esperanza ha entrado en el mundo, con la encarnación del Hijo de Dios. El mismo profeta Isaías había preanunciado el nacimiento del Mesías en algunos pasajes: «Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel» (7,14); y también – en otro pasaje – «Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces» (11,1). En estos pasajes se entre ve el sentido de la Navidad: Dios cumple la promesa haciéndose hombre; no abandona a su pueblo, se acerca hasta despojarse de su divinidad. De este modo Dios demuestra su fidelidad e inaugura un Reino nuevo, que dona una nueva esperanza a la humanidad. Y ¿cuál es esta esperanza? La vida eterna.
Cuando se habla de la esperanza, muchas veces se refiere a lo que no está en el poder del hombre y que no es visible. De hecho, lo que esperamos va más allá de nuestras fuerzas y nuestra mirada. Pero el Nacimiento de Cristo, inaugurando la redención, nos habla de una esperanza distinta, una esperanza segura, visible y comprensible, porque está fundada en Dios. Él entra en el mundo y nos dona la fuerza para caminar con Él – Dios camina con nosotros en Jesús –, caminar con Él hacia la plenitud de la vida; nos da la fuerza para estar de una manera nueva en el presente, a pesar de ser difícil. Entonces, esperar para el cristiano significa la certeza de estar en camino con Cristo hacia el Padre que nos espera. La esperanza jamás está detenida, la esperanza siempre está en camino y nos hace caminar. Esta esperanza, que el Niño de Belén nos dona, ofrece una meta, un destino bueno en el presente, la salvación para la humanidad, la bienaventuranza para quien se encomienda a Dios misericordioso. San Pablo resume todo esto con la expresión: «Solamente en la esperanza hemos sido salvados» (Rom 8,24). Es decir, caminando de este modo, con esperanza, somos salvados. Y aquí podemos hacernos una pregunta, cada uno de nosotros: ¿yo camino con esperanza o mi vida interior está detenida, cerrada? ¿Mi corazón es un cajón cerrado o es un cajón abierto a la esperanza que me hace caminar? No solo, con Jesús. Una buena pregunta por hacernos.
En las casas de los cristianos, durante el tiempo de Adviento, se prepara el pesebre, según la tradición que se remonta a San Francisco de Asís. En su simplicidad, el pesebre transmite esperanza; cada uno de los personajes está inmerso en esta atmósfera de esperanza.
Antes que nada notamos el lugar en el cual nace Jesús: Belén. Un pequeño pueblo de Judea donde mil años antes había nacido David, el pastor elegido por Dios como rey de Israel. Belén no es una capital, y por esto es preferida por la providencia divina, que ama actuar a través de los pequeños y los humildes. En aquel lugar nace el “hijo de David” tan esperado, Jesús, en el cual la esperanza de Dios y la esperanza del hombre se encuentran.
Luego, miramos a María, Madre de la esperanza. Con su “si” ha abierto a Dios la puerta de nuestro mundo: su corazón de joven estaba lleno de esperanza, completamente animada por la fe; y así Dios la ha elegido y ella ha creído en su palabra. Ella que por nueve meses ha sido el arca de la nueva y eterna Alianza, en la gruta contempla al Niño y ve en Él el amor de Dios, que viene a salvar a su pueblo y a la entera humanidad. Junto a María estaba José, descendiente de Jesé y de David; también él ha creído en las palabras del ángel, y mirando a Jesús en el pesebre, piensa que aquel Niño viene del Espíritu Santo, y que Dios mismo le ha ordenado de llamarlo así, “Jesús”. En este nombre está la esperanza para todo hombre, porque mediante este hijo de mujer, Dios salvará a la humanidad de la muerte y del pecado. Por esto es importante mirar el pesebre: detenerse un poco y mirar y ver cuanta esperanza hay en esta gente.
Y también en el pesebre están los pastores, que representan a los humildes y a los pobres que esperaban al Mesías, el «consuelo de Israel» (Lc 2,25) y la «redención de Jerusalén» (Lc 2,38). En aquel Niño ven la realización de las promesas y esperan que la salvación de Dios llegue finalmente para cada uno de ellos. Quien confía en sus propias seguridades, sobre todo materiales, no espera la salvación de Dios. Pero fijemos esto en la cabeza: nuestras propias seguridades no nos salvaran. Las propias seguridades no nos salvaran, solamente la seguridad que nos salva es aquella de la esperanza en Dios, aquella que nos salva, aquella fuerte. Y aquella que nos hace caminar en la vida con alegría, con ganas de hacer el bien, con las ganas de ser felices para toda la eternidad. Los pequeños, los pastores, en cambio confían en Dios, esperan en Él y se alegran cuando reconocen en este Niño el signo indicado por los ángeles (Cfr. Lc 2,12).
Y justamente ahí está el coro de los ángeles que anuncia desde lo alto el gran designio que aquel Niño realiza: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él» (Lc 2,14). La esperanza cristiana se expresa en la alabanza y en el agradecimiento a Dios, que ha inaugurado su Reino de amor, de justicia y de paz.
Queridos hermanos y hermanas, en estos días, contemplando el pesebre, nos preparamos para el Nacimiento del Señor. Será verdaderamente una fiesta si acogemos a Jesús, semilla de esperanza que Dios siembra en los surcos de nuestra historia personal y comunitaria. Cada “si” a Jesús que viene es un germen de esperanza. Tengamos confianza en este germen de esperanza, en este sí: “Si Jesús, tú puedes salvarme, tú puedes salvarme”. ¡Feliz Navidad de esperanza para todos!
Renato Martinez/Radio Vaticano

Mensaje de Navidad 2016 del cardenal arzobispo de Madrid