miércoles, 31 de agosto de 2011

PERDONAR A LOS QUE NOS OFENDEN

En el “Sermón de la Montaña”, Jesús nos dice lo siguiente: “Amen a sus enemigos, hagan bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difamen”. (Lc. 6, 27-38)


¡Qué difícil es seguir estas palabras de Jesús! Siendo Dios y Hombre verdadero, Él bien sabe que ante la crítica, la injusticia, los insultos y calumnias, la naturaleza humana herida como está por el pecado, automáticamente reacciona con sentimientos de rencor, de desquite … y hasta de venganza. Con todo y esto, la máxima que nos da el Señor no es un acto de heroísmo exigido sólo a los más santos, sino que es un deber “normal” de todo cristiano.

A lo largo de todo el Evangelio, Jesús nuestro Señor nos invita -y más que invitarnos, nos obliga- a perdonar. Y no sólo nos lo dice de palabra, sino que nos da su ejemplo: mientras agonizaba colgado de la cruz, nos enseña con su oración al Padre cómo nos perdona. A los verdugos que lo torturaban y lo mataban no les reclama nada, sino que oraba así: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23, 34). ¿Qué mayor ejemplo podemos tener para nosotros perdonar a los que nos hacen daño? ¿Qué mayor seguridad podemos tener de que Dios nos perdona, aunque hayamos cometido el peor de los delitos, si perdonó así a sus propios asesinos?

Sin embargo, siempre nos asalta la objeción: ¿Cómo hacer para perdonar? ¿Cómo perdonar, si nuestra tendencia natural nos lleva al resentimiento, al desquite e incluso a la venganza?

Para respondernos esto, debemos estar convencidos de que si Dios nos pide algo, es porque podemos hacerlo. Y podemos hacerlo, porque Él nos da la gracia para hacerlo ... más aún, es Él Quien perdona en nosotros.

Perdonar es amar, pero también sabemos que cuanto más amamos a una persona más nos duelen sus ofensas. Y si creemos que le hemos perdonado algo nos queda en el alma, ¿dolor o rencor?. Debemos desechar el rencor con todas nuestras fuerzas y con la ayuda del Señor.

Cuando nos sea difícil perdonar una ofensa, perdonar a una persona en particular, ayuda mucho pedir a Dios la gracia del perdón, pensando en esa ofensa o en esa persona cada vez que rezamos esa frase del Padre Nuestro: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden".

Jesús, ayúdanos, nos ponemos en tus brazos, ¡enseñános a perdonar "de verdad"!.