La revolución más grande que los cristianos hemos de hacer es vivir desde el núcleo donde mejor se manifiesta el Amor y la Verdad misma que Dios nos ha regalado y que se hizo visible en Jesucristo, Dios y Hombre verdadero. Este Amor y Verdad es el que tiene que llenar nuestro corazón. Aquí está la revolución que no mata, da vida: «Amad a vuestros enemigos» (cfr. Lc 6, 27). Y esto no es rendirse ante el mal, es responder como nos dice Jesús: con el bien. Las palabras que salen de sus labios, el padrenuestro, son las que han de configurar nuestro mundo. Tenemos un Padre que nos dice que todos los hombres somos hermanos. No estamos huérfanos.
Es un Padre que nos ama y nos llena de su amor, que nos hace vivir con su amor en este mundo, haciendo de él la gran familia de los hijos de Dios. Puede que algunos tilden esto de buenismo o que haya aprovechados que se valen de quienes utilizan esta medicina para seguir haciendo daño, pero no tienen futuro, ni siquiera presente. Cuando los cristianos hemos dejado de vivir así, no hemos metido en las entrañas de esta humanidad esa revolución que provoca el cambio verdadero y paraliza el odio.
En el mensaje que nos has regalado con motivo de la reciente Jornada Mundial de la Paz, el Papa Francisco recuerda que hace 50 años, en el primer mensaje que dirigió a todos los hombres de buena voluntad, el Papa Pablo VI decía así: «Ha aparecido finalmente con mucha claridad que la paz es la línea única y verdadera del progreso humano (no las tensiones de nacionalismos ambiciosos, ni las conquistas violentas, ni las represiones portadoras de un falso orden civil)». Francisco subraya que «la violencia no es la solución para nuestro mundo fragmentado». Todos vemos lo que acontece en muchos lugares de la tierra: emigración forzada, sufrimientos, desapariciones de personas... a pesar de que Dios nos ha revelado que somos hermanos y que es posible hacer un mundo donde las necesidades de los jóvenes, las familias, los ancianos y los enfermos sean cubiertas y atendidas. ¿Qué es lo que pasa para no hacer posible la paz?
Hay unas palabras del Evangelio que siempre me han impresionado y que al comenzar el año os quiero entregar: «Porque de dentro, del corazón del hombre, salen pensamientos perversos» (Mc 7, 21). Estas palabras me hacen preguntarme: ¿Qué es lo que estamos dando para llenar el corazón del hombre? ¿Qué regala esta cultura, qué aportan nuestros planes de educación? ¿Qué propuestas nos hacen quienes tienen la misión de dirigir la sociedad y los pueblos? ¿Construimos sociedades abiertas o cerradas? Además de tener dinero, medios para salir adelante e ideas que se proponen como únicas, ¿construimos y damos posibilidades para tener otra mirada sobre los demás y otro corazón?
El momento que vive la humanidad, esta aldea común, es singular para pensar y decidir tomar rumbos diferentes que den salidas a todos. La no violencia se impone. Los cristianos la proponemos como modo de ser y de vivir, convencidos del amor de Dios y de su poder, sin miedo a afrontar la vida con las armas de la verdad y del amor. Alguien podrá decirme: «Esas son palabras». Yo respondo: «Son hechos reales». Mientras estuvo en este mundo, Jesús nos enseñó a vivir en realidades muy concretas. Dios se hace Hombre y nos enseña a llenar de su amor el corazón de todos, sin excluir a nadie, a llenarlo de paz, de reconciliación, de fraternidad. Nos enseña a ayudarnos mutuamente, a mirar siempre donde está mi hermano sea quien sea; tanto si está a mi lado como si está a mucha distancia no puedo desentenderme de él.
Para adentrarnos en lo que el Papa Francisco nos dice en su mensaje de la Jornada Mundial de la Paz –titulado precisamente La no violencia: un estilo de política para la paz–, esta semana os propongo que contempléis tres verdades necesarias con el texto de los Magos de Oriente (cfr. Mt 2, 1-12). Ellos son representativos de toda la humanidad:
1. Mira a Jesús que es Luz, Amor y Verdad. En el corazón del ser humano y en el corazón de esta humanidad hay una necesidad profunda de Luz, de vivir de las fuerzas que sacan adelante la vida, de no vivir huérfano de lo más necesario para construir la propia vida y las relaciones humanas: amor y verdad. Al seguir la estrella, los Magos de Oriente representan a tantos hombres que dejaron todo por seguir la orientación de lo que está en lo más profundo del corazón. Los Magos, que son presencia de toda la humanidad, se acercaron a Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos? Porque hemos visto salir la estrella y venimos a adorarle». Sí, hemos visto lo que necesitamos y a este lugar nos envía quien hizo lo que existe y quien nos hizo a su imagen. La necesidad de ver a Jesús, verdadero Hombre y verdadero Dios, está inscrita en lo profundo del ser humano, en su núcleo de existencia. Lo que da paz, seguridad, nido verdadero donde aposentarse al ser humano, es Dios mismo. No somos huérfanos; precisamente por ello, cuando desconocemos a quien es Verdad y Amor, lo buscamos de modos diferentes.
2. No te dejes engañar por el poder. El encuentro con Herodes es el encuentro con quien vive engañado, creyendo que su poder es el que salva. Es un poder sin amor ni verdad. Es un poder que deja huérfanos a quienes lo aceptan y creen que pueden vivir de él. Cuando no hay amor y verdad, hay miedos, hay recelos, se crean discrepancias, se rompen lazos de unión, se tiran puentes. Y todo porque lo que importa es mantenerme en el poder, para mi servicio y mis ideas. Los que piensan de otra manera no importan, a la fuerza tienen que pensar como yo. Herodes no puede consentir otra manera de alcanzar el poder, que es el que buscan los Magos, desde la verdad y el amor. Por eso dice a los Magos: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo». Los Magos vieron sus intenciones: no buscaba vivir del amor y de la verdad, deseaba mantener la tensión que hace inviable la convivencia.
3. Déjate guiar por la Luz de la que tienes necesidad para vivir y hacer vivir. ¡Qué manera más discreta y profunda de decirnos donde está la verdad! «La estrella que habían visto salir [...] vino a pararse encima donde estaba el niño». Y «se llenaron de inmensa alegría», habían encontrado lo que buscaban, lo que toda persona necesita, lo que esta familia humana necesita para salir adelante. Tiene rostro humano, nos revela quién es el hombre y quién es Dios. Por eso, ellos «entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después abriendo los cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra [...] se retiraron a su tierra por otro camino».
¿Cómo mostrar a los hombres esta realidad que llena la vida y la historia de sentido, de fuerza, de amor y de verdad? Son necesarios cuatro pasos que te invito a dar: a). Llena la vida de la verdadera alegría: Jesucristo; b). Entra en su casa como los Magos y dale la mano a María para que te enseñe a vivir en la Verdad y en el Amor que tiene un rostro: Jesucristo; c). Arrodíllate y adóralo, si tú eres valioso para los demás es por ser imagen de Él. Atrévete a vivir siendo imagen de Él, solamente lo puedes hacer con su gracia, su amor y su verdad; d). Dale lo que eres. Hazle la ofrenda de tus tesoros. Tu gran tesoro es ser hijo de Dios y hermano de todos los hombres. Él se hizo Hombre para enseñárnoslo. Vive y enseña a vivir así a los hombres.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos Card. Osoro Sierra, arzobispo de Madrid