Con "Amoris
Laetitia", el Papa "asume la tradición cristiana y critica el poder
del fuerte"
"Cristo ya no juzga sino
por amor, que es la clave de la gracia en el cristianismo"
El Cristo de la misericordia comparece
en el Evangelio compadeciéndose de la gente, según la atinada versión de la
Vulgata: misereor super turbas (Marcos, 8,2). Jesús aparece conmovido y turbado
por la turba que le sigue, y que lleva tres días sin comer. La misericordia evangélica es aquí compasión activa, pero también
crítica o discernidora. En
efecto, Jesús se compadece de los que padecen y no de los impasibles, tiene
misericordia de la gente y su miseria, y no del inmisericorde, así como perdona
al pecador y no al que se autojustifica.
La misericordia evangélica se compadece del que padece y es
crítica con el inmisericorde. Se trata de una
misericordia crítica o discernidora, la cual no destruye la naturaleza de la
justicia (humana), sino que la perfecciona. Podemos afirmar con san Pablo que
la justicia es propia de la ley que procede del Antiguo Testamento, y se
asienta en el Estado de derecho. Pero en medio de ella, la Iglesia cristiana
representa la gracia y la misericordia, siquiera crítica y no acrítica. Por eso
Jesús se compadece de la gente que padece, pero critica a los fariseos por
meros leguleyos.
El Papa Francisco ha asumido la tradición cristiana de
la misericordia crítica, cuando se apiada de la debilidad del débil
y critica el poder del fuerte o poderoso. La clave está en que amar consiste en
potenciar la impotencia y depotenciar el poder, así pues en abajar el poder y
elevar al impotente, como dice el Magnificat. O como lo expresa el filósofo
germano-coreano B.C.Han, amar es ser capaz de no ser capaz, o sea, de
abajarse al otro. Por eso la misericordia del Papa franciscano no es
populista sino encarnatoria, y no pertenece a la casuística jesuítica sino al
personalismo cristiano frente al impersonalismo pagano. Pues la persona no es
una mera máscara, sino un rostro personal.
El Cristo del Juicio Final de Miguel Ángel simboliza espléndidamente el amor de
misericordia, compasión y perdón de Jesús en el Evangelio. En efecto, este
Cristo que se dispone a enjuiciar y condenar, he aquí que detiene su gesto judicial, el
cual queda contenido ante la visión a su izquierda del joven rubiáceo: el cual
representa al discípulo amado y evangelista del amor, el apóstol Juan. Ahora el Cristo ya no juzga sino por amor, que es la clave de la gracia en
el cristianismo. Pero el amor no es la verdad pura, purista o
puritana, sino la verdad-sentido, el sentido encarnado o humanado, la entraña
misericordiosa del cristianismo.
(Andrés Ortiz-Osés).