sábado, 24 de diciembre de 2011

NAVIDAD POR BENEDICTO XVI

Con la liturgia navideña la Iglesia nos introduce en el gran Misterio de la Encarnación. La Navidad, dijo, “no es un simple aniversario del nacimiento de Jesús; es también esto, pero es más aún, es celebrar un Misterio que ha marcado y continua marcando la historia del hombre”

E hizo preguntas que cualquiera se hace: ¿cómo es posible que yo viva ahora este evento tan lejano en el tiempo? ¿Cómo puedo participar provechosamente en el nacimiento del Hijo de Dios, ocurrido hace más de dos mil años?

En la Santa Misa de la Noche de Navidad, se repite la respuesta al salmo responsorial: “Hoy ha nacido para nosotros el Salvador”.
Este adverbio de tiempo, subrayó el papa, “hoy”, se utiliza más veces en las celebraciones natalicias y está referido al hecho del nacimiento de Jesús y a la salvación que la Encarnación del Hijo de Dios viene a traer.

“En la Liturgia, tal venida sobrepasa los límites del espacio y del tiempo y se vuelve actual, presente; su efecto perdura, en el transcurrir de los días, de los años y de los siglos. Indicando que Jesús nace 'hoy', la Liturgia no usa una frase sin sentido, sino subraya que esta Navidad incide e impregna toda la historia, sigue siendo una realidad incluso hoy, a la cual podemos acudir precisamente en la liturgia”

“El Eterno ha entrado en los límites del tiempo y del espacio, para hacer posible 'hoy' el encuentro con Él. Los textos litúrgicos navideños nos ayudan a entender que los eventos de la salvación realizados por Cristo son siempre actuales, interesan a cada hombre y a todos los hombres. Cuando escuchamos o pronunciamos, en las celebraciones litúrgicas, este 'hoy ha nacido para nosotros el Salvador', no estamos utilizando una expresión convencional vacía, sino entendemos que Dios nos ofrece 'hoy, ahora, a mí, a cada uno de nosotros, la posibilidad de reconocerlo y de acogerlo, como hicieron los pastores de Belén, para que Él nazca también en nuestra vida y la renueve, la ilumine, la transforme con su Gracia, con su Presencia”.

Aludió el papa a un segundo aspecto: el evento de Belén debe ser considerado a la luz del Misterio Pascual: el uno y el otro son parte de la única obra redentora de Cristo. “La Encarnación y el nacimiento de Jesús nos invitan a dirigir, desde ya, la mirada sobre su muerte y su resurrección: Navidad y Pascua, ambas son fiestas de la redención"

“En Navidad encontramos la ternura y el amor de Dios que se inclina sobre nuestros límites, sobre nuestras debilidades, sobre nuestros pecados y se abaja hasta nosotros”. “Miremos a la gruta de Belén: Dios se abaja hasta ser acostado en un pesebre, que es ya el preludio del abajamiento en la hora de su pasión. El culmen de la historia del amor entre Dios y el hombre pasa a través del pesebre de Belén y el sepulcro de Jerusalén.