viernes, 10 de noviembre de 2017

El cardenal Osoro en la fiesta de la Almudena: «Sin Dios la realidad se falsifica»




«Es María nuestra Madre la que nos hizo percibir que excluir a Dios del horizonte no nos hace ver la realidad; es más, sin Dios esta se falsifica». Esta es la advertencia que ha lanzado el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en su homilía en la tradicional Misa en honor a la patrona de Madrid, Santa María la Real de la Almudena
En una plaza Mayor abarrotada de fieles y autoridades –entre ellas, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que ha renovado el Voto de la Villa, y la presidenta regional, Cristina Cifuentes–, el purpurado ha denunciado que «el gran error de las tendencias dominantes en este siglo pasado fue falsificar la existencia, haciendo una amputación de la realidad fundante y decisiva que es Dios»; al tiempo que ha agradecido a la Virgen que nos acerque su verdadero rostro.
En la «época que se fragua ya» –ha explicado– es necesario conocer a un Dios que no es «pensando o hipotético», sino «el Dios de rostro humano», «el Dios del amor hasta la Cruz» que «nos dijo que somos hijos de Dios y, por eso mismo, hermanos de todos los hombres». «Bien sabe Ella que, cuando el discípulo acoge en su vida a este Dios que no es una idea, sino una Persona que nos “ama hasta el extremo”, no podemos dejar de responder si no es con un amor semejante y decir: “Te seguiré adonde vayas”», ha aseverado.
La Iglesia –ha subrayado el arzobispo de Madrid– tiene que mostrar este rostro de Dios en el mundo y «buscar siempre las condiciones más humanas, fomentando una cultura de la vida, de su respeto desde el inicio hasta la muerte; la cultura del encuentro entre los hombres, la eliminación de toda forma de violencia, la creación de condiciones para vivir la fraternidad en el respeto, en la entrega de unos a otros».
«Danos tu mirada, abraza nuestros pies y toca nuestro corazón»
Para llevar a cabo esta tarea, que el cardenal Osoro también ha hecho extensible «a todos los hombres y mujeres de buena voluntad», la propia Virgen de la Almudena puede ser un referente. Fijándose en la imagen de la patrona de Madrid, el purpurado ha incidido en que «mira a Dios y, por eso, a todos los hombres». «Solamente desde un encuentro radical con Dios podemos salir, mirar, acercarnos, curar, vendar, prestar nuestra vida a todos los hombres sin excepción, y no desentendernos de nadie», ha explicado.
Luego se ha fijado en las manos de la Virgen, que tocan los pies y el corazón de su Hijo. Como agarra sus pies con la mano derecha, «abraza nuestros pies para que caminemos, para que no dejemos de estar con todos los hombres, por el camino que sea». Y al tocar el corazón de Jesús con su mano izquierda pide que «tengamos la osadía y el atrevimiento de dejar que nuestro corazón palpite al unísono con el de Cristo».
«Santa María de la Almudena, danos tu mirada, abraza nuestros pies y toca nuestro corazón. Haz que los que creemos en tu Hijo caminemos como Él. Y que quienes, por los motivos que fuere, no creen, viendo a tus hijos se pregunten: ¿por qué nos miran como hermanos? ¿Por qué entran en todos los caminos? ¿Por qué tiene un corazón en el que caben todos los hombres? ¿Por qué?», ha concluido.
Junto al cardenal arzobispo de Madrid han concelebrado el arzobispo emérito de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela; el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini; el arzobispo castrense, monseñor Juan del Río; el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Juan Antonio Martínez Camino; el obispo auxiliar de Getafe, monseñor José Rico Pavés; los vicarios generales de Madrid, Getafe y Alcalá; vicarios episcopales, y numerosos presbíteros.
Además de la alcaldesa y la presidenta de la Comunidad de Madrid, han participado en la Eucaristía la presidenta de la Asamblea, Paloma Adrados; miembros de la Corporación municipal y de la Cámara autonómica; autoridades militares; representaciones diplomáticas, y numerosos miembros de las congregaciones de la Almudena, hermandades y cofradías.
Infomadrid/R. Pinedo

10 de noviembre: san León Magno


San León Magno fue Papa y es doctor de la Iglesia. Luchó incansablemente en la promoción del primado de Roma. Enseñó que la liturgia cristiana no es el recuerdo de tiempos pasados, sino la actualización de realidades invisibles que actúan en la vida de cada uno. Frenó la invasión de los hunos de Atila y evitó que Roma fuera quemada por los vándalos de Genserico
San León Magno nació en la Toscana a finales del siglo IV. En torno al año 430 fue nombrado diáconode la Iglesia de Roma, de la que llegó a ocupar un puesto importante. Diez años después de su nombramiento fue enviado a la Galia para poner paz en la región pero esta misión solo duró un año. El Papa Sixto III falleció y San León fue nombrado su sucesor.
San León fue nombrado Santo Padre el 29 de septiembre del año 440. Su pontificado duró más de 21 años y es recordado como uno de los más importantes de la historia de la Iglesia. Tuvo lugar en una época histórica sumamente difícil en la que predominaban las invasiones salvajes. Tuvo que hacer frente a las invasiones bárbaras, lo que no impidió que consiguiera aumentar la importancia y el prestigio de la Sede de Pedro. San León apoyó y promovió incansablemente el primado romano.
Hay dos episodios en la vida de san León que han contribuido a ensalzar su figura como hombre de paz y con gran autoridad moral y política. En el año 452, los hunos de Atila se acercaban a Roma arrasando todo a su paso. San León salió al encuentro del Atila y lo convenció para que no continuara su invasión, con la que ya había arrasado gran parte del norte de Italia. Atila accedió y así el Papa logró salvar el resto de Italia. Tres años después otra invasión acechaba de nuevo Roma. En esta ocasión san León, que salió para intentar convencer al invasor de que frenara su barbarie, no consiguió evitar que los vándalos de Genserico saquearan durante dos semanas la ciudad. Lo que sí evitó el Santo Padre es que la ciudad fuera incendiada y que fueran saqueadas las basílicas de San Pedro, San Pablo y San Juan, en las que estaban refugiadas gran parte de la población.
Pero san León no sólo salvó a Roma de los bárbaros, también salvó a los católicos de la herejía de Eutiques, que negaba la verdadera naturaleza humana del Hijo de Dios. Esta herejía fue combatida en el Concilio de Calcedonia que afirmó la unión de las naturalezas humana y divina en una única Persona, sin confusión ni separación.
Consciente del momento histórico en el que vivía y de la transición que estaba produciéndose de la Roma pagana a la cristiana -en un período de profunda crisis-, san León Magno supo estar cerca del pueblo y de los fieles con la acción pastoral y la predicación. Impulsó la caridad en una Roma afectada por las carestías, por la llegada de refugiados, por las injusticias y por la pobreza. Se enfrentó a las supersticiones paganas y a la acción de los grupos maniqueos. Vinculó la liturgia a la vida diaria de los cristianos: por ejemplo, uniendo la práctica del ayuno con la caridad y la limosna, sobre todo con motivo de las cuatro témporas, que marcan en el transcurso del año el cambio de las estaciones.
Una de las enseñanzas más importantes de san León Magno es que la liturgia cristiana no es el recuerdo de tiempos pasados, sino la actualización de realidades invisibles que actúan en la vida de cada uno.
San León murió el 10 de noviembre del año 461. Entonces fue sepultado junto a la tumba de San Pedro. Sus reliquias se conservan todavía hoy en uno de los altares de la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
En 1754 un sucesor, Benedicto XIV, le nombró doctor de la Iglesia. San León fue el primer pontífice del que se conserva la predicación que hacía al pueblo, y también es el primero en la lista de los sucesores de Pedro que se puso el nombre de León. Posteriormente otros doce pontífices más utilizaron el mismo nombre.
Benedicto XVI / José Calderero @jcalderero

El Papa reza todos los días a esta advocación de la Virgen María


El Papa Francisco posee un pequeño icono ucraniano de la Señora de la Ternura, de gran tradición entre los ucranianos, «que conservo con especial veneración. Le rezo todos los días».
Así lo afirmó ante seminaristas y sacerdotes del Pontificio Colegio Ucraniano de Roma, a los cuales recibió en audiencia con motivo de los 85 años de su construcción impulsada por el Papa Pio XI.
El Santo Padre explicó que el icono fue un regalo del Arzobispo Mayor de la Iglesia greco-católica ucraniana «cuando estábamos en Buenos Aires. Cuando vine aquí, a Roma, pedí que me lo trajeran».
En su discurso, Francisco invitó a los sacerdotes y seminaristas a abrirse al Evangelio, a poner la mirada en horizonte amplios para convertirse en «verdaderos pastores de su comunidad», y contribuir así a la paz y a la justicia en Ucrania, afectada por la guerra desde hace años, donde deberán regresar tras finalizar sus estudios.
El Santo Padre se refirió al origen del Colegio, que se construyó para «proporcionar a los fieles provenientes de zonas de sufrimiento o persecución un lugar en Roma donde sentirse como hijos amados y vivir en una casa en la que puedan crecer preparándose para la misión apostólica como diáconos y sacerdotes».
Francisco recordó cómo «en los últimos años de su pontificado, Pío XI debió afrontar muchos desafíos, a pesar de lo cual siempre llevó su voz con fortaleza en la defensa de la fe, de la libertad de la Iglesia y de la dignidad trascendente de toda persona humana».
«Condenó con claridad, mediante discursos y cartas, las ideologías ateas e inhumanas que ensangrentaron el siglo XX. Del mismo modo, indicó a la Iglesia el camino maestro del Evangelio, poniéndolo en práctica en la búsqueda de la justicia social, dimensión imprescindible para el rescate plenamente humano de los pueblos y de las naciones».
En este punto, aprovechó para dirigirse a los sacerdotes presentes e invitarles a «estudiar la Doctrina social de la Iglesia y mantener el discernimiento y el juicio sobre la realidad social en la cual estarán llamados a trabajar».
«También en nuestros días el mundo está herido por las guerras y la violencia. En particular, en vuestra querida nación ucraniana, de la cual proceden y a la cual regresarán tras finalizar vuestros estudios en Roma, se experimenta el drama de la guerra que generan grandes sufrimientos, sufrimientos que, sobre todo en las zonas afectadas por el conflicto, se agravarán con la llegada del invierno».
En Ucrania, señaló Francisco, «es fuerte la aspiración de justicia y paz que ponga fin a toda forma de prevaricación, corrupción social o política de las cuales los pobres son siempre los principales perjudicados».
A los sacerdotes y seminaristas les recordó que «amando y anunciando la Palabra se convertirán en verdaderos pastores de la comunidad que se os ha confiado, y esa será la lámpara que ilumine vuestro corazón y vuestra casa».
«Desde la colina del Gianicolo, donde se encuentra el Colegio, podéis disfrutar de un bellísimo panorama de Roma, y tal vez, hace unos días, pudisteis contemplar el arcoíris tras el temporal, cuando el sol atravesaba las nubes más espesas. De ese modo os invito a actuar, de modo que vuestro corazón se abra siempre hacia horizontes más amplios hasta abarcar el mundo entero, por donde muchos hijos e hijas de Ucrania se han esparcido en el transcurso de los siglos».
«Amen y custodien sus tradiciones, pero siempre evitando toda forma de sectarismo –exhortó–. Custodien siempre, en vuestro país y fuera, el sueño de la Alianza entre Dios y la humanidad, los puentes que, como el arco de luces sobre las nubes, reconcilien el cielo con la tierra y reclamen a los hombres que no paren nunca de aprender a amarse y a respetarse, abandonando las armas, las guerras y toda forma de abusos», concluyó.
ACI

La diócesis de Madrid presenta sus cuentas con motivo del Día de la Iglesia Diocesana


Somos una gran familia contigo es el lema con el que este domingo, 12 de noviembre, se celebrará el Día de la Iglesia Diocesana. Con este motivo, la diócesis de Madrid ha hecho público un folleto en el que, junto con una carta del cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, presenta las cuentas del ejercicio 2016 –ingresos y gastos– y una memoria de las actividades realizadas en el campo caritativo y asistencial, educativo y cultural.
Según el estado de ingresos y gastos 2016, la diócesis ingresó más de 86 millones de euros en 2016. Los fieles aportaron más de 48,1 millones de euros (55,97 % del total) mediante colectas, suscripciones, donativos, Cáritas parroquiales, herencias y legados; al tiempo que la asignación presupuestaria fue de 17,8 millones de euros (20,75 %).
Entre los gastos sobresalieron las acciones pastorales y asistenciales, a las que se dedicaron 41,9 millones de euros (48,72 %), con entregas a entidades diocesanas como Cáritas Madrid o Manos Unidas por valor de casi 6,2 millones de euros. Además, entre otros gastos, se destinaron casi 22,3 millones de euros a retribuciones; 6,7 millones a centros de formación, y 1,5 millones de euros a conservación de edificios.
1.543 sacerdotes y 481 parroquias
Madrid, según los datos recogidos en la Memoria de Actividades de la Iglesia de 2015, cuenta con 1.543 sacerdotes (de los 18.576 nacionales), 2.136 religiosos (de los 55.367 nacionales), 481 parroquias (de las 22.999 nacionales) y 35 monasterios (de los 827 que hay en toda España). Y dispone de 5.016 catequistas y 247 centros religiosos.
Gracias a ello, en 2015 se celebraron 14.139 Bautizos, 14.434 Primeras Comuniones, 4.831 Confirmaciones y 2.514 Matrimonios.
Asimismo, la diócesis cuenta con 739 centros sociales y asistenciales que solo en 2015 permitieron atender a 135.319 personas; 10.763 voluntarios de Cáritas; 595 proyectos de cooperación al desarrollo... y también con 62 bienes de interés cultural.
Para más información sobre las actividades de la Iglesia se puede visitar la web de Portantos.

Carta del cardenal Carlos Osoro
Somos una gran familia contigo
Queridos hermanos y hermanas:
Verdaderamente la Iglesia es una familia. Es una gran familia donde se nos quiere aunque no lo merezcamos, se nos perdona aunque tengamos el corazón endurecido y siempre somos acogidos incondicionalmente. En ella, se nos cuida en los momentos de debilidad, y se nos da la posibilidad de ser nosotros mismos. Por eso, no es nada forzado el lema del Día de la Iglesia Diocesana elegido por la Conferencia Episcopal Española: Somos una gran familia contigo. En efecto, la Iglesia es una gran familia en la que podemos crecer en armonía, descubrir la verdad, sorprendernos por la belleza, reír limpiamente, sufrir sin estar solos, trabajar por algo que merece la pena y, a través de múltiples experiencias, reconocer la ternura del amor de un Dios que nos abraza a través de los hermanos.
Como en todas las familias (esto lo saben muy bien los padres de familia) hay un aspecto que no es el más importante pero que es necesario y, en gran medida, condiciona las posibilidades materiales de la familia. Los hijos necesitan ser alimentados y vestidos, pero esa comida y esa ropa hay que pagarlas. También necesitan formarse para poder servir mejor a sus hermanos en el futuro, pero esa formación hay que poder costearla. Y así con tantas otras necesidades. Por eso, el lema de nuestro Plan Diocesano de Evangelización, Entre todos, con todos y para todos, es aplicable a la comunión cristiana de bienes. Una Iglesia que es comunión y misión, sal y luz, es una asamblea que se hace corresponsable de las necesidades de «la familia de Dios en la tierra».
En el Día de la Iglesia Diocesana se nos invita a dar gracias a Dios por nuestra familia diocesana, a orar intensamente por ella y a colaborar responsablemente, en la medida de nuestras posibilidades, en el sostenimiento de su economía. Así, gracias a la oración y la ayuda material, la Iglesia en Madrid podrá seguir anunciando el Evangelio y los hijos de Dios tendrán vida, y vida en abundancia.
Con una oración perseverante, mejor que con una plegaria puntual, colaboramos de modo estable al bien de nuestra Iglesia en Madrid que está viva a lo largo de todo el año. Con una suscripción periódica, mejor que con un donativo puntual, colaboramos con una aportación estable a que la Iglesia pueda cubrir los gastos recurrentes que genera una actividad continuada en el tiempo. Con la aportación de nuestro dinero ayudamos a pagar las cosas que cuestan dinero, ni más ni menos. Pero de ese modo posibilitamos que suceda lo que realmente vale infinitamente más que el dinero: que los hijos de Dios, por propia experiencia, descubran en la Iglesia el amor que su Padre les tiene.
¡Feliz Día de la Iglesia Diocesana! Con gran afecto y mi bendición.
Infomadrid

María, eres causa de nuestra alegría


Desde el comienzo de la primera evangelización hasta ahora hemos podido experimentar luces y sombras; ha habido tiempos de gran sabiduría y de enorme santidad, y tiempos mucho más difíciles con acosos y persecuciones, con debilidades e incoherencias que, en algunos casos, desdibujaron la novedad del Evangelio. Hoy, en las circunstancias en las que vivimos, las situaciones por las que están pasando hombres y mujeres, ancianos, adultos, jóvenes y niños, en diversas latitudes de la tierra, nos preocupan y ocupan a quienes creemos en Cristo y sabemos que el misterio de la Encarnación nos mete de lleno en el mundo para dar sabor y luz a la humanidad.
Con motivo de la fiesta de Santa María la Real de la Almudena, vuelvo a ver la importancia de ahondar en la persona de María, precisamente, para dar luz a este momento que vivimos y a las respuestas que se dan en la vida social. Podemos decir que, en general, son de un marcado laicismo, que nada tiene que ver con la sana laicidad; se envía lo religioso al ámbito de lo privado y se neutraliza su posible proyección en el ámbito público. Para los discípulos de Cristo esto no es asumible, pues nuestra vida, llena de la Vida de Jesucristo y con la fuerza del Espíritu Santo, pasa por vivir en y desde el misterio de la Encarnación, en una sana laicidad que nunca enclaustró lo religioso.
En las páginas del Evangelio dedicadas a la Anunciación y a la Visitación (cfr. Lc 1, 26-56), la misma Virgen María legitima nuestra presencia en medio del mundo y nos muestra los pasos necesarios para vivir como Ella y ser causa de la alegría. Son páginas que nos remiten siempre a pensar de nuevo y a relanzar con más profundidad, fidelidad y audacia la misión en las nuevas situaciones que vivimos. Y de las cuales Europa no está exenta; al contrario, no puede replegarse en confusiones, peligros, amenazas, ideologías, agresiones pasadas… Tenemos que saber renovar y revitalizar el Evangelio. María es ejemplo de discípula misionera que acerca esa alegría que viene del Evangelio, de Jesucristo. Ella desborda de gratitud, de dicha; no tiene más prioridad que ser dadora de rostro humano a Dios y hacer sentir su presencia en medio de la historia de los hombres.
Para ser causa de la alegría hay tres tareas que os invito a incorporar a vuestra vida, siendo coherentes con la misión que Jesús entregó a nuestra Madre cuando dijo desde la Cruz: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» y que, como señala el Evangelio, «desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio».
1. Acoger a Dios en nuestra vida: siempre me impresionaron las palabras de la Virgen María al ángel, cuando este entró en su presencia. Ofrecen todo un itinerario de acogida de Dios:
a) Amistad con Dios: supone una relación de amistad con Dios vivida y lograda con todas las consecuencias. Se hace presente Aquel a quien hay que acoger; así lo hace Dios a través del ángel: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
b) Elección de Dios: supone una relación profunda vivida con intensidad, que hace consciente de que es elegida: «Has encontrado gracia ante Dios».
c) Entrar en las razones de Dios: no es fácil de entender lo que se pide, por ello se hace una pregunta –«¿Cómo será esto?»– que nace de la profundidad de la vida de María.
d) Disponibilidad para lo que pida Dios: «Para Dios nada hay imposible»; por ello, acoge todo lo que Dios pide, acoge a Dios mismo, prestando la vida para que tome rostro humano. «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» o, dicho de otro modo, «aquí me tienes Señor, hágase lo que Tú quieres».
2. Mantener viva la presencia de Dios en la historia: María, elegida y preservada de todo pecado por Dios, lo ha escogido siempre, ya que es el único que nos propone caminos que nos conducen a la vida y eliminan los de muerte. Dios creó todo, también al hombre y a la mujer, y ellos, en la libertad que Él nos da, optaron por construir un mundo sin Dios y en muchas ocasiones contra Dios, animados por ídolos sustitutivos. María es la mujer nueva que va a dar a luz a quien es Camino de vida verdadera y plena. Ella puso en este mundo a Cristo. Mantener viva la presencia de Dios entre los hombres fue su gran reto, ¡qué grande es nuestra Madre! El reto de María ha sido mostrar la capacidad que Dios da para responder, promover y formar discípulos misioneros que desborden de gratitud y de alegría porque se encontraron con Dios y le dan rostro en este mundo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava». En la escuela de María aprendemos esto, no es extraño que el discípulo Juan –en nombre de todos nosotros­– hiciese lo que hizo. Aprendamos de la Virgen María a mantener viva la presencia de Dios en la historia, contemos con Ella para hacerlo.
3. Promover acciones que muestren el rostro de Dios: sigamos el itinerario de María en la visitación a su prima Isabel. La presencia de Dios en María la hace misionera. No es fácil el camino, hay dificultades, pero «María se puso en camino de prisa». Urge dar la noticia de un Dios que no es lejano, que se quiere hacer cercano a los hombres y se hace Hombre. Y María es el prototipo de un discípulo misionero, pues muestra que es más fuerte la fuerza de Dios que las fuerzas de los hombres o de la naturaleza. El amor de Dios, acogido en nosotros, nos hace obrar, nos hace entrar en la realidad con acciones que cualifican nuestra presencia de discípulos de Cristo. Tenemos una realidad marcada por grandes cambios que afectan a la vida de las personas, nos sentimos interpelados en todos los ámbitos de la vida social, como la cultura, la economía, la política, las ciencias, la educación, el deporte, las artes y también la religión. De ahí la necesidad de promover acciones significativas que hagan un humanismo verdadero, mostrando el rostro de Cristo. ¡Qué obras hace Dios cuando ocupa nuestra vida! Ved lo que acontece: «Cuando Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre». Se siente y percibe la presencia de Dios. Porque la presencia de Dios mueve la vida, cambia la historia, las direcciones, las propuestas. Su presencia se manifiesta en la vida de quienes se encuentran con María, que valoran y constatan lo que hace Dios en un ser humano. Contemplemos lo que dice Isabel: «¡Bendita tú entre las mujeres!». «Bienaventurada tú que has creído, porque lo que ha dicho el Señor se cumplirá».
            Con gran afecto, os bendice,
            +Carlos Card. Osoro, arzobispo de Madrid   

HOMILÍA DEL JUEVES: EDIFICAR, CUSTODIAR Y PURIFICAR A LA IGLESIA EMPEZANDO POR CADA UNO DE NOSOTROS

"Edificar a la Iglesia, custodiar a la Iglesia y purificar a la Iglesia”, sobre estas tres directivas el Papa Francisco desarrolló su homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta el segundo jueves de noviembre, en el día de la dedicación de la Catedral de Roma, “madre de todas las iglesias”, título que  – tal como explicó el Santo Padre – no representa un “motivo de orgullo, sino de servicio y de amor”.
Ante todo – dijo el Papa – hay que “edificare a la Iglesia”. A lo que preguntó ¿cuál es el fundamento de la Iglesia? La respuesta, naturalmente, es Jesucristo recordó el Obispo de Roma.
Jesucristo es la piedra angular de la Iglesia
“Él es la piedra angular en este edificio. Sin Jesucristo no hay Iglesia. ¿Por qué? Porque no hay fundamento. Y si se construye una iglesia – pensemos en una iglesia material – sin fundamento, ¿qué sucede? Se derrumba. Se desploma todo. Si no está Jesucristo vivo en la Iglesia, la Iglesia se derrumba”.
“Y nosotros, ¿qué somos?”, se preguntó Francisco. “Somos piedras vivas” – dijo – no todas iguales, sino que cada una es diferente, porque “ésta es la riqueza de la Iglesia. Cada uno de nosotros – prosiguió diciendo el Santo Padre – construye según el don que Dios nos ha dado. No podemos pensar en una Iglesia uniforme: esto no es Iglesia”.
De manera que hay que “custodiar a la Iglesia”, teniendo conciencia – tal como recomendó el Papa –  del Espíritu de Dios que habita en nosotros. 
El Espíritu Santo es la armonía
“¿Cuántos cristianos, hoy, saben quién es Jesucristo, saben quién es el Padre – porque rezan el Padrenuestro? Cuando tú hablas del Espíritu Santo… “Sí, sí… ah, es la paloma, la paloma”, y terminan allí. Pero el Espíritu Santo es la vida de la Iglesia, es tu vida, mi vida… Nosotros somos templo del Espíritu  Santo y debemos custodiar al Espíritu Santo, hasta el punto de que Pablo aconseja a los cristianos que “no entristezcan al Espíritu Santo”, es decir, que no se tenga una conducta contraria a la armonía que el Espíritu Santo provoca dentro de nosotros y en la Iglesia. Él es la armonía, Él hace la armonía de este edificio”.
En fin – concluyó diciendo el Papa Francisco – hay que “purificar a la Iglesia” a partir de nosotros mismos:
Todos somos pecadores
“Nosotros somos todos pecadores: todos. Todos. Si alguno de ustedes no lo es, levante la mano, porque sería una hermosa curiosidad. Todos lo somos. Y por esto debemos purificarnos continuamente. También purificar a la comunidad: a la comunidad diocesana, a la comunidad cristiana, a la comunidad universal de la Iglesia. Para hacerla crecer”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES, EL PRÓXIMO 19 DE NOVIEMBRE

"A la luz del 'Jubileo de las personas socialmente excluidas' -escribe el Francisco en Misericordia et Misera-, mientras en todas las catedrales y santuarios del mundo se cerraban las Puertas de la Misericordia, intuí que, como otro signo concreto de este Año Santo extraordinario, se debe celebrar en toda la Iglesia, en el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, la Jornada mundial de los pobres". El Papa explica que "será la preparación más adecuada para vivir la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el cual se ha identificado con los pequeños y los pobres, y nos juzgará a partir de las obras de misericordia (cf. Mt 25,31-46). Será una Jornada que ayudará a las comunidades y a cada bautizado a reflexionar cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho que, mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa (cf. Lc 16,19-21), no podrá haber justicia ni paz social. Esta Jornada constituirá también una genuina forma de nueva evangelización (cf. Mt 11,5), con la que se renueve el rostro de la Iglesia en su acción perenne de conversión pastoral, para ser testimonio de la misericordia".
El Obispo de Roma ruega :"Que los ojos misericordiosos de la Santa Madre de Dios estén siempre vueltos hacia nosotros. Ella es la primera en abrir camino y nos acompaña cuando damos testimonio del amor. La Madre de Misericordia acoge a todos bajo la protección de su manto, tal y como el arte la ha representado a menudo. Confiemos en su ayuda materna y sigamos su constante indicación de volver los ojos a Jesús, rostro radiante de la misericordia de Dios".