"El amor es el motor que hace avanzar nuestra esperanza". El Papa Francisco dirigió una vibrante alocución durante su Audiencia General de este Miércoles Santo, ante decenas de miles de fieles, en una mañana soleada en San Pedro. Utilizando el pasaje del grano de trigo que, al morir, da fruto, Bergoglio hizo un paralelismo con lo sucedido, hace más de dos mil años, en la vida, la muerte, y la Resurrección, de Jesucristo.
Y es que, por mucho que algunos se sigan empeñando en ello, "la cruz, el sufrimiento, el sacrificio, es un paso obligado, pero no es la meta. La meta es la gloria, como nos muestra la Pascua", recordó el Papa. "el pasado domingo hemos hecho memoria de la entrada de Jesús en Jerusalén. Muchas de las personas que acudieron con palmas a recibirlo lo hicieron con expectativas mundanas: buscaban milagros, prodigios, la expulsión de los invasores. Todo ello se derrumbó ante el misterio de la cruz. Nosotros por el contrario -dijo- creemos que del Crucificado hace renacer nuestra esperanza por la fuerza de su amor".
"En esta Pascua, estamos llamados a seguir el ejemplo de Nuestro Señor. El amor más grande es el de aquel que se entrega sin reservas y da todo lo que tiene. El que se pone al servicio de los demás es simiente de esperanza".
"La gente reconocía en Jesús mucha esperanza. Veían los milagros y grandes signos, y los signos de libertad", apuntó el Papa. "¿Quién habría imaginado que a los pocos días Jesús estaría humillado, condenado y puesto en la cruz?". Y, sin embargo, "la esperanza cristiana está delante de la cruz. Junto al crucifijo, nuestra esperanza renace".
Jesús puede ser apresado, juzgado, condenado y crucificado, y todo parece morir. "La esperanza terrena muere en la cruz", admitió Francisco, "pero renace la esperanza nueva, que dura para siempre. Una esperanza diversa, que surge de la cruz". Como el grano de trigo, que sólo "produce mucho fruto si muere".
Jesús ha aportado al mundo una esperanza nueva, y lo ha hecho como una simiente, como un grano de trigo (...), dejándose entregar a la muerte, como la semilla se deja caer en la tierra". Y, "en el punto más extremo de su sufrimiento, que es el punto más alto del amor, hace germinar la esperanza".
"Si alguno de vosotros me pregunta ¿cómo nace la esperanza?, contesto: de la cruz", explicó Francisco. Por eso, animó, "ve a la cruz, contempla a Jesús crucificado, pues de ahí vendrá la esperanza que no desaparece, que dura hasta la vida eterna".
Una esperanza "que germina por la fuerza del amor, que todo espera, todo soporta, que es vida de Dios, que ha renovado todo. En Pascua, Jesús ha transformado, tomándolo sobre sí, nuestro pecado en perdón. Sentid bien cómo es la transformación que hace la Pascua: ha transformado nuestro pecado en perdón, nuestra muerte en resurrección, nuestros miedos en confianza. Porque Él, en la cruz, hace renacer nuestra esperanza".
Y es que, "con Jesús, nuestra oscuridad puede ser transformada en luz, nuestras luchas en victorias. La esperanza supera todo, porque nace del amor de Jesús, que ha hecho como el grano de trigo en la tierra. Ha muerto para dar vida, y de la vida dada por amor, viene la esperanza".
Se trata de la lógica del amor, que supera la lógica del poder. "Muchos piensan, el que da, pierde cosas. Tengo algo para mí, y luego queremos algo más grande, y así sucesivamente, y nunca estamos satisfechos. Es una mala sed, que cuanto más se tiene, más se quiere. Es tan voraz que nunca se sacia. Y Jesús lo dice claramente: 'El que ama su vida, la perderá'".
En cambio, "quien está disponible y sirve a los otros, vive al modo de Dios, se salva a sí mismo y salva a los otros, y ofrece esperanza para el mundo", animó el Papa. "Es bello ayudar a los otros, servir a los otros, el corazón se llena de alegría y de esperanza. Ése es el amor y la esperanza, servirse, darse".
Un amor que, "es cierto, pasa a través de la cruz, del sacrificio", admitió Francisco. "La cruz es el paso obligado, pero no es la meta. La meta es la gloria, como nos muestra la Pascua.", recalcó, recordando cómo "cuando una mujer da a luz a su hijo, no se acuerdo del sufrimiento, por la alegría de haber traído al mundo una nueva vida. Y eso es: dar la vida da alegría. El amor da a la luz la vida, da sentido al dolor. El amor es el motor que hace avanzar nuestra esperanza".
"El amor es el motor que hace avanzar nuestra esperanza, repitió el Papa, quien pidió a todos que lo hicieran, contemplando el crucifijo, "lleno de esperanza, y entenderemos que esperar con Jesús es plantar la semilla, la Pascua en la Cruz, la vida en la muerte".
"Miradlo, decidle: 'Contigo, nada esta perdido, tú eres mi esperanza'. Imaginemos el crucifijo, y digamos todo por tres veces: 'Tú eres mi esperanza. Todos'".