martes, 6 de diciembre de 2016

Desde Fátima invitan a una Navidad sin consumismo



 Desde el santuario de Fátima llega un pedido: una Navidad lejos de las campañas comerciales porque este evento exige “una conversión interior” que valorice la acogida  de manera que “la esperanza tenga un rostro”.
Lo pidió el vicerrector del santuario de Fátima, Vitor Coutinho, en la homilía que pronunció ayer domingo en la basílica de la Santísima Trinidad.
“La gran novedad de nuestra esperanza cristiana es que tiene un rostro” dijo, haciendo hincapié en que “los hombres y mujeres bautizados somos personas que tenemos la esperanza de vivir una vida llena de sentido, sabiendo que la plenitud de la vida está ante nosotros y no detrás”.
Padre. Vitor Coutinho destacó que con el nacimiento de Jesús en Belén es el mismo Dios que habita entre nosotros para proponemos una verdadera conversión, que significa “un cambio de actitud, de vida sin negociaciones o condiciones previas”. Y más allá de la alegría exterior que este evento produce es necesario “cambiar el corazón para aceptar a este Dios. Invitó así a los peregrinos a “convertirnos todos los días, a partir de esta celebración”.
“Vivimos en una época en que las sociedades de nuestro mundo no logran garantizarnos un futuro esperanzador; no sabemos cómo desarrollar una economía que satisfaga las necesidades de todos”, dijo y destacó “las amenazas a la paz” y “la degradación de los recursos naturales” que parecen no tener fin.
Y “mientras que las sociedades humanas nos proponen sueños, la palabra de Dios nos ofrece ideales y la fe nos da perspectivas de vida; cuando las ideologías proponen utopías, Dios nos ofrece metas que nos inspiran”, dijo.
“Esta es la gran diferencia; Por eso la esperanza cristiana –concluyó– es diferente de la esperanza mundana y en esta ocasión en que vivimos, marcado por la falta de esperanza también tenemos que vivir más este tiempo de Adviento”.

6 de diciembre: san Nicolás de Bari


San Nicolás nació en Patra de Licia (actualmente en territorio turco) en el año 280. Recibió una buena educación de sus padres, de los que, desgraciadamente, se quedó huérfano muy pronto. Su formación corrió a cargo de un tío suyo, a la sazón obispo de Mira, que le ayudó hasta que se ordenó sacerdote. Esa vida tampoco le llenaba, por lo que decidió abandonar el mundo y retirarse a la Tebaida, aquellos yermos en los que abundaban los monjes que llevaban una vida centrada en la oración y el sacrificio.
En ese remanso de paz se encontraba cuando falleció su tío el obispo: los ojos del clero y del pueblo se centraron en san Nicolás, al que, muy a su pesar no le quedó más remedio que entregarse en cuerpo y alma al gobierno de la diócesis. Según la leyenda, su consagración episcopal estuvo rodeada de milagros: uno de ellos cuenta que una mujer puso a los pies del nuevo obispo a su hijo que había sido abrasado por las llamas. San Nicolás le devolvió la vida.
En el año 325, mientras viajaba a Nicea para asistir al famoso concilio, se produjo uno de los tantos milagros que se le atribuyen, devolviendo también a la vida a tres jóvenes que habían sido matado por un bárbaro; de ahí que se le suela representar junto a un cubo y las tres cabezas de los resucitados. Si embargo, San Nicolás también sabía mostrarse firme y en Nicea fue uno de los obispos que condenó sin ambages las doctrinas arrianas.
Fue el primer santo no mártir que gozó de especial devoción en Oriente y Occidente. Es seguramente una de las razones de su popularidad, por ser el santo de los regalos y por el gran número de iglesias que le están dedicadas. Sus reliquias reposan en la catedral de la ciudad italiana de Bari.
Alfa y Omega

"Se alegra por ella, más que por las noventa y nueve que no se extraviaron"



  Pero, miremos ahora a nuestro pastor, Cristo. Miremos su amor por los hombres y su ternura para conducirnos a pastos abundantes. Se alegra con las ovejas que están a su alrededor y busca a las que están descarriadas. Ni montañas ni bosques son obstáculo, él baja a los valles tenebrosos (Sal 22,4) para llegar al lugar donde está la oveja perdida... Habiéndola encontrado enferma, no la desprecia, sino que la cuida; tomándola sobre sus hombros, cura con su propio cansancio a la oveja fatigada. Su cansancio lo llena de alegría, porque ha encontrado la oveja perdida, y esto le cura su pena: "¿Quién de vosotros, dice él, si tiene cien ovejas y pierde una, no abandona las otras noventa y nueve en el desierto para irse en busca de la que está perdida, hasta que la encuentre?"

      La pérdida de una sola oveja, enturbia la alegría del rebaño reunido, pero la alegría de encontrarla cambia esta tristeza: "cuando la ha encontrado, reúne a sus amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja perdida" (Lc 15,6). Por eso Cristo, que es este pastor, dijo: "Yo soy el buen pastor" (Jn 10,11). "Yo busco la oveja perdida, hago volver a la que se ha extraviado, vendo a la que está herida, curo a la que está enferma" (Ez 34,16).

Comentario por Basilio de Seleucia 

Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».
Palabra del Señor.

Homilía del Papa: Jesús renueva el corazón sin maquillarlo

 
Dejémonos transformar por Jesús, dejemos que pueda “re-crearnos” liberándonos de nuestros pecados. Fue el deseo que el Papa Francisco expresó en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, que centró en el tema de la renovación que trae el Señor. El Pontífice advirtió ante el hecho de barnizar un poco nuestros pecados sin avergonzarnos verdaderamente en nuestro corazón. Sólo dando “nombre y apellido” a nuestros pecados – dijo – podremos permitir a Dios que nos haga hombres y mujeres nuevos.
El desierto florecerá, los ciegos verán, los sordos oirán. Aludiendo a la Primera Lectura, tomada del libro del Profeta Isaías, Francisco afirmó que nos habla de “renovación”. Y dijo que todo será cambiado: “de feo a bello, de malo a bueno”. “Un cambio para mejor” – añadió el Pontífice – a la vez que recordó que esto era lo que el Pueblo de Israel esperaba del Mesías.
El cambio que trae Jesús no es un simple maquillaje
Al comentar el Evangelio del día, el Santo Padre afirmó que Jesús curaba, “hacía ver un camino de cambio a la gente, razón por la cual la gente lo seguía”. Y observó que no lo seguía “porque era de actualidad: sino que lo seguía porque el mensaje de Jesús llegaba al corazón”. Y después, añadió, “el pueblo veía que Jesús curaba y lo seguía” también por esto:
“Pero lo que hacía Jesús no era sólo un cambio de feo a bello, de malo a bueno: Jesús ha hecho una transformación. No es un problema de hacer bello, no es un problema de maquillaje, de cosmético: ¡ha cambiado todo desde adentro! Ha cambiado con una re-creación: Dios había creado el mundo; el hombre ha caído en pecado; viene Jesús a re-crear el mundo. Y éste es el mensaje, el mensaje del Evangelio, que se ve claro: antes de curar a aquel hombre, Jesús perdona sus pecados. Va allí, a la re-creación, re-crea a aquel hombre de pecador a justo: lo re-crea como justo. Lo hace nuevo, totalmente nuevo. Y esto escandaliza: ¡esto escandaliza!”.
Por esto –  afirmó el Papa – los Doctores de la Ley “comenzaron a discutir, a murmurar” porque no podían aceptar su autoridad. Jesús – ha dicho – “es capaz de hacer de nosotros pecadores, personas nuevas”. Es algo – observó –  que “intuyó Magdalena”, que era sana “pero tenía una llaga dentro: era una pecadora”. Intuyó, por tanto, que “aquel hombre podía curar no el cuerpo, sino la llaga del alma. “¡Podía re-crearla!”. Y para esto “se necesita tanta fe”.
Abrir el corazón ante el Señor, decir los pecados “con nombre y apellido”
Que el Señor – prosiguió diciendo el Pontífice – “nos ayude a prepararnos a la Navidad con gran fe”, porque “para la curación del alma, para la curación existencial, la re-creación que trae Jesús, se necesita gran fe”. “Ser transformados – reafirmó – ésta es la gracia de la salud que trae Jesús”. Y es necesario vencer la tentación de decir “yo no puedo”, sino en cambio dejarnos “transformar”, “re-crear por Jesús”. “Ánimo” es la palabra de Dios:
“Todos somos pecadores, pero mira la raíz de tu pecado y que el Señor vaya ahí y la re-cree; y aquella raíz amarga florecerá, florecerá con las obras de justicia; y tú serás un hombre nuevo, una mujer nueva. Pero si nosotros: ‘Sí, sí, yo tengo pecados; voy, me confieso… dos palabritas, y después continúo así…’, no me dejo re-crear por el Señor. Sólo dos pinceladas de pintura ¡y creemos que con esto se ha terminado la historia! ¡No! Mis pecados, con nombre y apellido: yo he hecho esto, esto, esto ¡y me avergüenzo dentro del corazón! Y abro el corazón: ‘Señor, lo único que tengo. ¡Recréame! ¡Recréame!’. Y así tendremos el coraje de ir con verdadera fe – como hemos pedido – hacia la Navidad”.
Siempre – añadió el Obispo de Roma –  “tratamos de esconder la gravedad de nuestros pecados”. Por ejemplo cuando rebajamos la envidia. Ésta, en cambio –  dijo Francisco –  “¡es una cosa feísima! Es como el veneno de la serpiente” ¡que trata “de destruir al otro!”.
Dejemos que el Señor borre nuestros pecados para hacernos verdaderamente nuevos
El Papa animó a “ir al fondo de nuestros pecados” y después a dárselos al Señor, para que Él “los borre y nos ayude a ir adelante con fe”. Y subrayó este pasaje, relatando la anécdota de un Santo, “estudioso de la Biblia” que tenía un carácter demasiado fuerte, con tantos movimientos de ira y que pedía perdón al Señor, haciendo tantas renuncias y penitencias:
“El Santo, hablando con el Señor decía: ‘¿Estás contento, Señor?’ – ‘¡No!’ – ‘¡Pero te he dado todo!’ – ‘No, falta algo…’. Y este pobre hombre hacía otra penitencia, otra oración, otra vigilia: ‘¿Te he dado esto, Señor? ¿Está bien?’ – ‘¡No! Falta algo…’ – ‘Pero, ¿qué cosa falta, Señor?’ – ¡Faltan tus pecados! ¡Dame tus pecados!’. Esto es lo que hoy el Señor nos pide a nosotros: ‘¡Coraje! Dame tus pecados y yo te haré un hombre nuevo y una mujer nueva’. Que el Señor nos dé fe, para creer esto”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)