En la Solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, el Papa Francisco dirigió su Mensaje navideño e impartió su Bendición Urbi et Orbi, es decir a la ciudad de Roma y al mundo entero.
Al felicitar a los miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro el Papa Bergoglio dijo que en este día de alegría “todos estamos llamados a contemplar al Niño Jesús, que devuelve la esperanza a cada hombre sobre la faz de la tierra”. Y con su gracia – dijo – “demos voz y cuerpo a esta esperanza, testimoniando la solidaridad y la paz. Feliz Navidad a todos”.
Tras recordar que en esta ocasión la Iglesia revive el asombro de la Virgen María, de San José y de los pastores de Belén, contemplando al Niño que ha nacido, a Jesús, el Salvador, el Pontífice explicó que el poder de este Niño, Hijo de Dios, no es el poder de este mundo, basado en la fuerza y en la riqueza, sino en el poder del amor, que es “poder de servicio que instaura en el mundo su reino de justicia y de paz”.
Al destacar que el anuncio del nacimiento de Jesús estuvo acompañado por el canto de los ángeles, el Papa dijo que este anuncio – “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama” – hoy recorre toda la tierra, con el deseo de llegar a todos los pueblos, especialmente a los que se ven afectados por la guerra y los conflictos, y que sienten con fuerza este deseo de paz.
De ahí que haya pedido: Paz a los hombres y a las mujeres de la martirizada Siria, sobre todo en la ciudad de Alepo; paz para Tierra Santa, elegida y predilecta por Dios son su deseo de que puedan recobrar unidad y concordia Irak, Libia y Yemen. Paz para las diferentes regiones de África, de modo especial para Nigeria. Paz para Sudán del Sur y la República Democrática del Congo. Paz para quienes sufren aún a causa del conflicto en Ucrania oriental.
Asimismo, el Papa pidió concordia para el querido pueblo colombiano y la amada Venezuela. Paz para todos los que afrontan sufrimientos en el mundo, a causa de peligros e injusticias, con su mirada hacia Myanmar.
El Santo Padre también invocó la paz para quienes han perdido a algún ser querido a causa del terrorismo. Paz de manera eficaz y concreta para quienes están abandonados y excluidos, para los que sufren hambre; para los prófugos, los emigrantes y refugiados, sin olvidar a quienes son objeto de la trata de personas.
Paz para los pueblos que sufren por las ambiciones económicas de unos pocos y la avaricia voraz del dios dinero que lleva a la esclavitud. Paz para quienes están marcados por el malestar social y económico, y para los que sufren las consecuencias de los terremotos u otras catástrofes naturales.
Antes de impartir su bendición, el Santo Padre Francisco pidió paz para los niños – precisamente en el día en que Dios se hace niño – y paz sobre la tierra a todos los hombres de buena voluntad, que cada día trabajan, con discreción y paciencia, en la familia y en la sociedad, para construir un mundo más humano y justo, sostenidos por la convicción de que sólo con la paz es posible un futuro más próspero para todos.