viernes, 18 de abril de 2014

LA VICTORIA DE CRISTO. Por San Juan Crisóstomo.


¿Has considerado esta victoria admirable? ¿Has considerado los preclaros hechos de la cruz? ¿Podré yo decirte algo que sea más admirable? ¡Conoce el modo de esta victoria y quedarás aún más estupefacto! Porque por los medios por donde el demonio había vencido, por esos Cristo lo venció; y habiendo tomado las mismas armas con que aquél se había revestido, con ellas lo derrocó. ¡Oye cómo! ¡Una virgen y un leño y la muerte fueron los signos de nuestra ruina! La virgen fue Eva, porque aún no había conocido varón. El leño fue el árbol y la muerte era la amenaza hecha a Adán. Pero observa: ¡de nuevo la Virgen, el leño y la muerte, fueron signos, pero ciertamente signos de ruina y de victoria!.

Porque en lugar de Eva aquí está María; en vez del árbol de la ciencia del bien y del mal, está el árbol de la cruz; y en vez de la muerte de Adán está la muerte de Cristo. ¿Ves cómo aquél fue vencido por los mismos medios con que había vencido? ¡A Adán lo venció el demonio junto al árbol y junto al árbol Cristo derribó al demonio! Aquel árbol echaba al infierno; mientras que éste, aun a los que ya habían descendido, los devuelve a la vida. Además, al hombre ya vencido y desnudo, lo ocultó uno de los árboles; el otro mostró desnudo en alto al vencedor a todos. ¡Aquella muerte condenó a todos los que después han nacido; ésta, en cambio, aun a los que nacieron antes de ella, los resucitó!.

¿Quién podrá contar las obras del poder de Yavé? ¡Sacados de la muerte se nos hizo inmortales! ¡Son éstas las preciaras hazañas de la cruz! ¿Has comprendido la victoria? ¿has comprendido el modo de ella? ¡Pues entiende ahora cómo sin trabajos ni sudores nuestros se alcanzó esta victoria! ¡No ensangrentamos nosotros nuestras armas; no nos presentamos en el combate; no sufrimos las heridas; ni siquiera vimos la batalla; y con todo ganamos la victoria! ¡Fue del Señor la pelea y fue nuestra la corona! Siendo pues nuestra la victoria, imitemos a los soldados, y cantemos las alabanzas y honores del triunfo con alegres voces: ¡La muerte ha sido absorbida por la victoria! ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¡Y fue la cruz la que nos engendró todas estas preclaras hazañas!.

¡La cruz es el trofeo erigido contra los demonios, la espada contra el pecado, la espada con que Cristo atravesó a la serpiente! ¡La cruz fue voluntad del Padre, gloria del Hijo, gozo del Espíritu Santo, honor de los ángeles, seguridad de la Iglesia, glorificación de Pablo, muro de los santos, luz del orbe todo! Porque así como si alguno enciende una lámpara en una habitación envuelta toda en tinieblas, y la pone en lo alto, al punto pone en fuga la oscuridad; así Cristo, cuando las tinieblas estaban esparcidas por todo el universo, El, a la manera de una lámpara, encendió la cruz y la levantó en alto y disipó en toda la tierra las tinieblas. Y a la manera que la lámpara lleva la luz en la parte superior, así la cruz tuvo encima de lo alto al Sol de justicia que resplandecía.

En cuanto el mundo lo vio a El fijo con los clavos, quedó aterrorizado; tembló la tierra; las rocas se partieron. Pero, aunque las rocas se rompieron, la dureza de los judíos no se rompió. Se rasgó el velo del templo, pero no se rompió la malvada conspiración de ellos. ¿Por qué se rasgó el velo? ¡Porque el templo no tuvo fuerzas para contemplar al Señor crucificado, y así, por lo que al velo le aconteció, publicó el templo, sólo faltando las palabras, que cualquiera, de hoy en adelante, puede conculcar el Santo de los santos! Porque ¿qué necesidad tengo ya de esas cosas, una vez que allá afuera se ha llevado a cabo y se ha ofrecido semejante sacrificio? ¿De qué me sirve ya el Testamento? ¡En vano y por tanto tiempo enseñé a éstos! ¿Qué utilidad se me sigue de la Ley? Todo esto gritaba también el profeta, cuando decía: ¿Por qué se amotinan las naciones y trazan los pueblos planes en vano? 25 Habían escuchado aquello de que: Como oveja fue llevado al matadero y a la manera de un cordero calló delante del que lo trasquilaba; y a pesar de haber considerado y meditado por tanto tiempo esta profecía, no la creyeron cuando ya estuvo presente lo que había ella predicho.

¿Ves cómo meditaron en vano? ¡Por esto se rasgó el velo del templo: para significar así la soledad y perpetua devastación que en adelante se seguiría!.


Papa Francisco: La oración nos cambia el corazón y nos hace comprender mejor cómo es Dios

En su homilía en la Misa que celebró en la capilla de la Casa Santa Marta hoy, el Papa Francisco señaló que “la oración nos cambia el corazón” y “nos hace comprender mejor cómo es Dios”, por lo que debe hacerse con libertad e insistencia, como se le habla a un amigo.

El Santo Padre recordó en su homilía el diálogo de Dios con Moisés en el Monte Sinaí, en el que Moisés reza con fuerza para que el Señor no castigue a su pueblo por haber hecho un becerro de oro.

“Esta oración es una verdadera lucha con Dios. Una lucha del jefe del pueblo para salvar a su pueblo, que es el pueblo de Dios”, indicó el Papa, pues la oración debe ser “negociar con Dios”, llevando “argumentaciones”.

Al final, Moisés convence a Dios, indicó el Papa, y la lectura dice que “el Señor se arrepintió del mal que había amenazado hacer a su pueblo”. Pero Francisco cuestionó a continuación “¿pero, quién ha cambiado a quién? ¿Cambió el Señor? Yo creo que no”.

“El que cambió fue Moisés, porque Moisés creía que el Señor habría hecho esto, creía que el Señor habría destruido al pueblo, y recuerda qué bueno había sido el Señor con su pueblo, cómo lo había liberado de la esclavitud de Egipto y conducido con una promesa”.

“Y con estas argumentaciones, trata de convencer a Dios, pero en este proceso él vuelve a encontrar la memoria de su pueblo, y encuentra la misericordia de Dios. Moisés, que tenía miedo, miedo de que Dios hiciera esto, al final desciende del monte con algo grande en su corazón: nuestro Dios es misericordioso. Sabe perdonar. Vuelve sobre sus decisiones. Es un Padre”.

El Papa señaló que todo esto Moisés ya lo sabía, “pero lo sabía más o menos oscuramente y en la oración lo reencuentra. Esto es lo que hace la oración en nosotros: nos cambia el corazón”.

“La oración nos cambia el corazón. Nos hace comprender mejor cómo es nuestro Dios. Pero para esto es importante hablar con el Señor, no con palabras vacías. Jesús dice: ‘Como hacen los paganos’. No, no, hablar con la realidad: ‘Pero, mira, Señor, que tengo este problema, en la familia, con mi hijo, con este, con el otro… ¿Qué se puede hacer? ¡Pero mira que tú no me puedes dejar así!’. ¡Ésta es la oración! ¿Pero tanto tiempo lleva esta oración? Sí, lleva tiempo”.

El Santo Padre recordó que “la Biblia dice que Moisés hablaba cara a cara con el Señor, como con un amigo. Así debe ser la oración: libre, insistente, con argumentaciones”.

“Y también reprochando un poco al Señor: ‘Pero, tú me has prometido esto, y esto no lo has hecho…’, así, como se habla con un amigo. Abrir el corazón a esta oración”.

Francisco indicó que “Moisés bajó del monte fortalecido: ‘He conocido más al Señor’, y con esa fuerza que le había dado la oración, retoma su trabajo de conducir al pueblo hacia la Tierra prometida. Porque la oración fortalece: fortalece. Que el Señor nos dé a todos nosotros la gracia, porque rezar es una gracia”.

“En toda oración está el Espíritu Santo”, recordó el Papa, señalando que “no se puede rezar sin el Espíritu Santo. Es Él quien reza en nosotros, es Él quien nos cambia el corazón, es Él quien nos enseña a llamar a Dios ‘Padre’”.

“Pidamos al Espíritu Santo que Él nos enseñe a rezar, sí, como ha rezado Moisés, a negociar con Dios, con libertad de espíritu, con coraje. Y que el Espíritu Santo, que siempre está presente en nuestra oración, nos conduzca por este camino”, concluyó.