En la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios
12, 7b -10, Pablo dice:
"Hermanos : Para que no tenga soberbia, me han metido una espina
en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio"
No sabemos exactamente cuál era
la espina o el agujón de Pablo, hay muchas teorías: tartamudeo, paludismo, problemas crónicos en
los ojos.....
Él lo llamaba mi debilidad, sabía que había sido culpa de Satanás, aunque el Señor
lo consentía.
"Tres veces he pedido al Señor verme libre de él"
Pablo siendo humano, deseaba
librarse de él, tres veces rogó al Señor que lo
quitara
Así como el mismo Señor oró en el jardín de Getsemaní – Luc 22:39-43. Ambos oraron tres veces.
Así como el mismo Señor oró en el jardín de Getsemaní – Luc 22:39-43. Ambos oraron tres veces.
"y
me ha respondido: Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la
debilidad"
Ambos no
recibieron la respuesta por la que oraron. Pero ambos
recibieron respuestas que fueron suficientes...Un ángel vino a fortalecer a
Cristo. El Señor le
dijo a Pablo: “Bástate mi gracia”. “Mi poder se
perfecciona en la debilidad”
También nosotros tenemos nuestras espinas clavadas, que nos duelen y a veces nos desaniman,
entonces:
Debemos orar con
insistencia – Luc 18:1-8
Debemos orar de manera seria – Mt 7:7
Debemos orar específicamente (como lo hizo Pablo). Sin embargo Dios sabe lo que es mejor para nosotros, así que la respuesta podría no ser la que deseamos.
Debemos orar de manera seria – Mt 7:7
Debemos orar específicamente (como lo hizo Pablo). Sin embargo Dios sabe lo que es mejor para nosotros, así que la respuesta podría no ser la que deseamos.
Dios nos responde, igual que a Pablo, “Bástate mi gracia”.“Mi poder se
perfecciona en la debilidad”
El Señor podría escoger no quitarnos la debilidad... En vez de eso, podría escoger darnos la fuerza para resistir.
Si es así, ¡regocijémonos entonces que el poder de Cristo descansa en nosotros!
El Señor podría escoger no quitarnos la debilidad... En vez de eso, podría escoger darnos la fuerza para resistir.
Si es así, ¡regocijémonos entonces que el poder de Cristo descansa en nosotros!