martes, 19 de septiembre de 2017

«No rezar por los gobernantes es pecado»



El Papa Francisco, en su homilía de la Misa de Santa Marta, pide a los católicos que recen por todos los que tienen responsabilidades pública, aunque no les gusten o hagan cosas graves
El Papa Francisco, al igual que San Pablo a Timoteo, exhortó a los fieles hoy en su homilía de la Misa de Santa Marta a rezar por sus gobernantes, incluso cuando hacen cosas graves.
«No podemos dejar a los gobernantes solos: debemos acompañarlos con la oración. Los cristianos deben rezar por los gobernantes. Pero, padre, ¿cómo voy a rezar por este, que hace cosas tan graves? Tiene más necesidad aún. Reza, haz penitencia por el gobernante. La oración de intercesión es para todos los reyes, para todos aquellos que están en el poder. ¿Para qué? Para que podamos conducir una vida calma y tranquila. Cuando el gobernante es libre y puede gobernar en paz, todo el pueblo se beneficia de esto», señaló el Pontífice.
También se refirió a la oración que los propios gobernantes deben hacer. «Si no reza –dijo– se cierra en su propia auto-referencialidad o en la de su partido, en aquel círculo del que no puede salir; es un hombre cerrado en sí mismo. Pero cuando ve los verdaderos problemas, tiene esta conciencia de subalterno, que hay otro que tiene más poder que él. ¿Quién tiene más poder que un gobernante? El pueblo, que le ha dado el poder, y Dios, del que viene el poder a través del pueblo. Cuando un gobernante tiene esta conciencia, reza».
Si el gobernante es agnóstico o ateo, el Papa también le ofreció una solución, la de confrontar sus actos con la propia conciencia, con la sabiduría del pueblo, «pero que no permanezca cerrado en el pequeño grupo del partido político».
Y concluyó: «Les pido un favor: cada uno de ustedes dedique cinco minutos, no más que eso. Si es un gobernante, pregúntese: ¿yo rezo al que me ha dado el poder a través del pueblo? Y si no es gobernante: ¿yo rezo por los gobernantes? Sí, por este o por aquel sí, porque me gusta; por aquellos, no. ¡Y tienen más necesidad aquellos que este! ¿Rezo por todos los gobernantes? Y si ustedes encuentran, cuando hacen el examen de conciencia para confesarse, que no han rezado por los gobernantes, lleven esto a la confesión. Porque no rezar por los gobernantes es un pecado».
Alfa y Omega

El cardenal Osoro bendice la nueva capilla del Arzobispado


«Que esta capilla sea un lugar especial en este Arzobispado y que marque de verdad la dirección de nuestra vida», afirmó el cardenal Osoro este lunes durante la Eucaristía de bendición de la nueva capilla de las oficinas de la Curia en Madrid.
La nueva imagen de la capilla es obra de la pintora Nati Cañada, quien ha retratado a ocho santos que tienen una especial vinculación con la diócesis madrileña: san Dámaso, san Ildefonso, san Alonso de Orozco, san Simón de Rojas, santa Soledad Torres Acosta, santa Vicenta María López Vicuña, san José María Rubio y san Pedro Poveda. Además, ha realizado un completo vía crucis con 14 imágenes de la Pasión del Señor.
«Esta capilla ha de ser un lugar al que venir para pedir al Señor consejo ante las tareas que aquí se realizan. Porque es Jesucristo el que tiene que estar en el centro de todo. Si no es así, anunciaremos otras cosas, pero no al Señor», dijo el arzobispo de Madrid, quien señaló durante su homilía en que «el Arzobispado no está para mirarnos a nosotros mismos, sino para mirar las necesidades de todos los hombres de esta diócesis; y no solo de los que creen en lo mismo que nosotros, sino también de los que están lejos y no piensan como nosotros».
Junto a ello, consideró que «nosotros no ofrecemos una idea, sino que entregamos y regalamos a una persona: Jesucristo. Solo si tenemos una relación cercana con Él podremos salvar a la gente, no con teorías o reglas, sino con el mismo Jesucristo».
Todos los santos reflejados por la pintora están relacionados con Madrid, o bien por su origen o bien por su lugar de apostolado. Son un Papa, un obispo, dos frailes, dos monjas y dos sacerdotes diocesanos, pintados en óleo sobre tabla sobre un fondo que simula las vetas del mármol, la misma técnica empleada para el vía crucis. «He llorado en muchos momentos del trabajo, porque era todo real y muy emocionante», afirma Nati Cañada.
El Cristo que preside la capilla ha sido realizado por el escultor Jesús Arévalo a partir de un tronco de cedro, y como detalle característico presenta un nudo natural a la misma altura que la herida de la lanza. Además, la madera presenta una hendidura por delante, «de manera que al verla de lejos parece la sangre de Cristo manando directamente del corazón –señala el artista–. Con esa fractura abierta, y al estar encima del sagrario, evoca la entrega del Señor, que se parte y se deshace por nosotros».

Comentario de Benedicto XVI sobre la resurrección.




El evangelio de la resurrección de Lázaro (cf. Jn11, 1-45). Se trata del último gran "signo" realizado por Jesús, después del cual los sumos sacerdotes reunieron al sanedrín y deliberaron matarlo; y decidieron matar incluso a Lázaro, que era la prueba viva de la divinidad de Cristo, Señor de la vida y de la muerte.

En realidad, esta página evangélica muestra a Jesús como verdadero hombre y verdadero Dios. Ante todo, el evangelista insiste en su amistad con Lázaro y con sus hermanas Marta y María. Subraya que «Jesús los amaba» (Jn 11, 5), y por eso quiso realizar ese gran prodigio. «Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo» (Jn 11, 11), así les habló a los discípulos, expresando con la metáfora del sueño el punto de vista de Dios sobre la muerte física: Dios la considera precisamente como un sueño, del que se puede despertar.

Jesús demostró un poder absoluto sobre esta muerte: se ve cuando devuelve la vida al joven hijo de la viuda de Naím (cf. Lc 7, 11-17) y a la niña de doce años (cf. Mc 5, 35-43). Precisamente de ella dijo: «La niña no ha muerto; está dormida» (Mc 5, 39), provocando la burla de los presentes. Pero, en verdad, es precisamente así: la muerte del cuerpo es un sueño del que Dios nos puede despertar en cualquier momento.

Este señorío sobre la muerte no impidió a Jesús experimentar una sincera compasión por el dolor de la separación. Al ver llorar a Marta y María y a cuantos habían acudido a consolarlas, también Jesús «se conmovió profundamente, se turbó» y, por último, «lloró» (Jn 11, 33. 35). El corazón de Cristo es divino-humano: en él Dios y hombre se encontraron perfectamente, sin separación y sin confusión. Él es la imagen, más aún, la encarnación de Dios, que es amor, misericordia, ternura paterna y materna, del Dios que es Vida.

Por eso declaró solemnemente a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre». Y añadió: «¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Una pregunta que Jesús nos dirige a cada uno de nosotros; una pregunta que ciertamente nos supera, que supera nuestra capacidad de comprender, y nos pide abandonarnos a él, como él se abandonó al Padre.

La respuesta de Marta es ejemplar: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo» (Jn11, 27). ¡Sí, oh Señor! También nosotros creemos, a pesar de nuestras dudas y de nuestras oscuridades; creemos en ti, porque tú tienes palabras de vida eterna; queremos creer en ti, que nos das una esperanza fiable de vida más allá de la vida, de vida auténtica y plena en tu reino de luz y de paz.
Encomendemos esta oración a María santísima. Que su intercesión fortalezca nuestra fe y nuestra esperanza en Jesús, especialmente en los momentos de mayor prueba y dificultad.

Ángelus 9 de marzo de 2008

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántale!



Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo:
«No llores».
Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
«¡ Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».
El muerto se incorporo y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo:
«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».
Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.
Palabra del Señor.