jueves, 9 de junio de 2016

Homilía del Papa: Jesús enseña un sano realismo

Querer “esto o nada” no es católico, es “herético”. Fue la admonición de Francisco en su homilía de la Misa de la mañana celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, que estuvo centrada en el “sano realismo” que el Señor ha enseñado a sus discípulos. El Papa se refirió al mal que los hombres de Iglesia causan al pueblo de Dios cuando hacen lo contrario de lo que dicen. Y exhortó a liberarse de un idealismo rígido que no nos permite reconciliaros entre nosotros.
“Su justicia debe superar a la de los escribas y fariseos”. El Papa Francisco se inspiró en esta exhortación de Jesús, según el Evangelio del día, para detenerse en la importancia del realismo cristiano. El Pontífice afirmó que el pueblo estaba “un poco disperso” porque “los que enseñaban la ley no eran coherentes” en su “testimonio de vida”. Por tanto, Jesús pide que se supere esto de “ir hacia arriba”.
Insultar al hermano es como dar una bofetada a su alma
“Esto – dijo el Papa – hace bien oírlo en este tiempo, en el que estamos tan acostumbrados a calificativos y tenemos un vocabulario tan creativo para insultar a los demás”. Y esto “es pecado” – dijo el Santo Padre –, “es matar, porque es dar una bofetada al alma del hermano”, a su “dignidad”. Y con amarga ironía – añadió – frecuentemente decimos tantas malas palabras, “con mucha caridad, pero se las decimos a los demás”.
El Obispo de Roma reafirmó que un hombre de Iglesia que hace lo contrario de lo que dice Jesús escandaliza, y añadió que a “este pueblo desorientado” le pide que mire “hacia arriba” y vaya “adelante”. Si bien no dejó de destacar cuánto mal hace al pueblo el contra-testimonio de los cristianos:

“Cuántas veces nosotros en la Iglesia escuchamos estas cosas: ¡cuántas veces! ‘Pero, aquel sacerdote, aquel hombre, aquella mujer de la Acción Católica, aquel obispo, aquel Papa, nos dicen: ‘¡Deben hacer así!’, y él hace lo contrario. Ese es el escándalo que hiere al pueblo y no deja que el pueblo de Dios crezca, que vaya adelante. No libera. También este pueblo había visto la rigidez de estos escribas y fariseos e incluso cuando venía un profeta que les daba a ellos un poco de alegría lo perseguían y hasta lo amenazaban: no había lugar para los profetas allí. Y Jesús dice a los fariseos: ‘Ustedes han matado a los profetas, han perseguido a los profetas: aquellos que traían el aire nuevo’”.
Seguir el sano realismo de la Iglesia, no a idealismos ni rigidez
“La generosidad, la santidad”, que nos pide Jesús, “es salir pero siempre, siempre hacia arriba. Salir hacia arriba”. Esta – dijo el Santo Padre – es la “liberación” de la “rigidez de la ley y también de los idealismos que no nos hacen bien”. Jesús – comentó el Papa – “nos conoce bien”, “conoce nuestra naturaleza”. Nos exhorta, por tanto, a ponernos de acuerdo cuando tenemos un contraste con el otro. “Jesús  – prosiguió – nos enseña también un sano realismo”. “Tantas veces  – añadió – no se puede llevar a la perfección, pero al menos hagan lo que puedan, pónganse de acuerdo”:
“Este sano realismo de la Iglesia católica: la Iglesia católica jamás enseña ‘o esto, o esto’. Eso no es católico. La Iglesia dice: ‘Esto y esto’. ‘Haz lo perfecto: reconcíliate con tu hermano. No insultarlo. Ámalo. Pero si hay algún problema, al menos ponte de acuerdo, para que no estalle la guerra’. Este sano realismo del catolicismo. No es católico ‘o esto, o nada’: eso no es católico. Eso es herético. Jesús siempre sabe caminar con nosotros, nos da el ideal, nos acompaña hacia el ideal, nos libera de este enjaularse de la rigidez de la ley y nos dice: ‘Pero, hagan hasta el punto que puedan hacer’. Y él nos entiende bien. Este es nuestro Señor, esto es lo que nos enseña a nosotros”.
Reconciliarse entre nosotros, es la “santidad pequeñita” del negociado
El Señor también nos pide que no seamos hipócritas, que no vayamos a alabar a Dios con la misma lengua con la que se insulta al hermano. “Hagan lo que puedan”, añadió, “es la exhortación de Jesús”, “al menos eviten la guerra entre ustedes, pónganse de acuerdo”:
“Y me permito decirles esta palabra que parece un poco extraña: es la santidad pequeñita de la negociación. ‘Pero, no puedo todo, pero quiero hacer todo, me pongo de acuerdo contigo, al menos no nos insultamos, no hacemos la guerra y vivamos todos en paz’. ¡Jesús es grande! Nos libera de todas nuestras miserias. Incluso de aquel idealismo que no es católico. Pidamos al Señor que nos enseñe, primero, a salir de toda rigidez, pero salir hacia arriba, para poder adorar y alabar a Dios; que nos enseñe a reconciliarnos entre nosotros; y también que nos enseñe a ponernos de acuerdo hasta el punto de que nosotros podamos hacerlo”.
(María Fernanda Bernasconi - RV). (from Vatican Radio)

VE PRIMERO A RECONCILIARTE CON TU HERMANO Y LUEGO PRESÉNTATE AL SEÑOR


Evangelio según San Mateo 5,20-26. 

Jesús dijo a sus discípulos: 

"Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. 

Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. 

Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. 

Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. 

Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. 

Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo". 

“Las bodas de Caná, una Alianza nueva y definitiva”, el Papa en la catequesis

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Antes de comenzar la catequesis, quisiera saludar a un grupo de parejas – ahí al final – que celebran cincuenta años de matrimonio. ¡Aquello sí que es el vino bueno de la familia! El suyo es un testimonio que los nuevos esposos – que saludare después – y los jóvenes deben aprender. Es un bello testimonio. Gracias por su testimonio. Después de haber comentado algunas parábolas de la misericordia, hoy  nos detenemos en uno de los primeros milagros de Jesús, que el evangelista Juan llama “signos”, porque Jesús no los hizo para suscitar maravilla, sino para revelar el amor del Padre. El primero de estos signos prodigiosos es narrado justamente por Juan (2,1-11) y se cumplió en Caná de Galilea. Se trata de una especie de “puerta de ingreso”, en la cual se han esculpido palabras y expresiones que iluminan el entero misterio de Cristo y abren el corazón de los discípulos a la fe. Veamos algunos.
En la introducción encontramos la expresión «Jesús también fue invitado con sus discípulos» (v. 2). A aquellos que Jesús ha llamado a seguirlo, los ha ligado a sí en una comunidad y ahora, como una única familia, son invitados todos a la boda. Dando inicio a su ministerio público en las bodas de Caná, Jesús se manifiesta como el esposo del pueblo de Dios, anunciado por los profetas, y nos revela la profundidad de la relación que nos une a Él: es una nueva Alianza de amor. ¿Qué cosa hay en el fundamento de nuestra fe? Un acto de misericordia con el cual Jesús nos ha ligado a sí. Y la vida cristiana es la respuesta a este amor, es como la historia de dos enamorados. Dios y el hombre se encuentran, se buscan, se hallan, se celebran y se aman: exactamente como el amado y la amada del Cantar de los Cantares. Todo lo demás viene como consecuencia de esta relación. La Iglesia es la familia de Jesús en el cual se vierte su amor; es este amor que la Iglesia cuida y quiere donar a todos.
En el contexto de la Alianza se comprende también la observación de la Virgen: «No tienen vino» (v. 3). ¿Cómo es posible celebrar las bodas y hacer fiesta si falta aquello que los profetas indicaban como un elemento típico del banquete mesiánico (Cfr. Am 9,13-14; Jo 2,24; Is 25,6)? El agua es necesaria para vivir, pero el vino expresa la abundancia del banquete y la alegría de la fiesta. Es una fiesta de bodas en la cual falta el vino; los nuevos esposos pasan vergüenza, sienten vergüenza y se avergüenzan de esto. Pero imaginen terminar una fiesta de bodas bebiendo te; sería una vergüenza. El vino es necesario para la fiesta. Transformando en vino el agua de las tinajas destinadas «a los ritos de purificación de los Judíos» (v. 6), Jesús realiza un signo elocuente: transforma la Ley de Moisés en Evangelio, portador de alegría. Como dice en otro pasaje el mismo Juan: «La Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo» (1,17).
Las palabras que María dirige a los sirvientes coronan el cuadro nupcial de Caná: «Hagan todo lo que él les diga» (v. 5). Es curioso: son sus últimas palabras reportadas en los Evangelio: son la herencia que nos entrega a todos nosotros. También hoy la Virgen nos dice a todos nosotros: «Hagan todo lo que él les diga». Es la herencia que nos ha dejado: ¡es bello! Se trata de una expresión que evoca la fórmula de fe utilizada por el pueblo de Israel en el Sinaí como respuesta a las promesas de la alianza: «Estamos decididos a poner en práctica todo lo que ha dicho el Señor» (Ex 19,8). Y en efecto en Caná los sirvientes obedecen. «Jesús dijo a los sirvientes: Llenen de agua estas tinajas. Y las llenaron hasta el borde. Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete. Así lo hicieron» (vv. 7-8). En estas bodas, de verdad viene estipulada una Nueva Alianza y a los servidores del Señor, es decir a toda la Iglesia, le es confiada la nueva misión: «Hagan todo lo que él les diga». Servir al Señor significa escuchar y poner en práctica su Palabra. Es la recomendación simple pero esencial de la Madre de Jesús y es el programa de vida del cristiano. Para cada uno de nosotros, sacar de las tinajas equivale a confiar en la Palabra de Dios para experimentar su eficacia en la vida. Entonces, junto al encargado del banquete que ha probado el agua convertida en vino, también nosotros podemos exclamar: «Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento» (v. 10). Si, el Señor continúa reservando aquel vino bueno para nuestra salvación, así como continua brotando del costado atravesado del Señor.
La conclusión de la narración suena como una sentencia: «Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él» (v. 11). Las bodas de Caná son mucho más que una simple narración del primer milagro de Jesús. Como en un cofre, Él cuida el secreto de su persona y el fin de su venida: el esperado Esposo da inicio a las bodas que se cumplen en el Misterio pascual. En estas bodas Jesús liga a sí a sus discípulos con una alianza nueva y definitiva. En Caná los discípulos de Jesús se convierten en su familia y en Caná nace la fe de la Iglesia. ¡A estas bodas todos nosotros estamos invitados, porque el vino nuevo no faltará más! Gracias.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)