miércoles, 9 de julio de 2014

La mirada de Jesús

Para hablar del terrible escándalo de abusos de menores realizados por miembros del clero el Papa Francisco ha meditado sobre un momento vehemente de la pasión de Cristo, el momento en el que la mirada de Jesús se cruza con la de Pedro, que le había apenas negado y llora. Y lo ha hecho en la homilía durante la misa celebrada al inicio del día en Santa Marta, donde estaban presentes algunas víctimas, con quienes ha transcurrido después toda la mañana en una serie de amplios coloquios personales.

A ellos, pero hablando no sólo a los católicos, el obispo de Roma ha abierto el corazón ante este abismo del mal: no sólo actos deplorables, sino hasta un «culto sacrílego» que ha profanado en estos inocentes la imagen de Dios misma, ha dicho con congoja el Papa. Y parecía escuchar las palabras de su predecesor Benedicto XVI pronunciadas con vergüenza y humildad, asumiendo los pecados y los crímenes de los miembros de la Iglesia, en los distintos encuentros tenidos con grupos de víctimas.

Y también Francisco, delante de Dios y de su pueblo, ha declarado con fuerza la gravedad y la ignominia de actos que dejan cicatrices para toda la vida, y que a veces han causado la desesperación del suicidio. Pidiendo luego perdón por «los actos de omisión por parte de los jefes de la Iglesia», ha agradecido el valor de quien ha hecho surgir la verdad y desgarrado así las tinieblas de una oscuridad que puede ser sanada «por el abrazo del niño Jesús».

Pero sobre todo el Papa ha pedido la gracia de las lágrimas, para que «la Iglesia llore y repare por sus hijos e hijas que han traicionado». Para levantarse de las caídas, implorando que los lobos no devasten más el rebaño de Dios.

En medio del dolor estásTú, Dios mio

En el dolor, en el sufrimiento, en la angustia siempre estás Tú, Dios mio.
En los ancianos que agonizan, estás Tú,  Dios mío.
En las personas que pasean con la mirada perdida por esos largos pasillos,  estás Tú,  Dios mío.
En esos hombres y mujeres que sufren en silencio, la ausencia de  unos familiares que les tomen de la mano, en los momentos de dolor, estás Tú,  Dios mío.
En las enfermeras.
En los médicos.
Estás Tú,  sufriendo con los que sufren.
Llorando con los que lloran.
Consolando a los tristes y ayudando a los que consuelan.
Dando esperanza a los desesperados y alegría a los tristes.
Gracias Señor porque siempre estäs con nosotros