Como parte de las revelaciones de Jesús a la Santa Faustina sobre la Divina
Misericordia, Jesús le pidió en diversas ocasiones que se dedicara una fiesta en
honor a la Divina Misericordia y que esta fiesta fuera celebrada el domingo
después de la Pascua.
Jesús habló por primera vez de instituir esta fiesta en 1931 en Plock, cuando
comunicaba a Santa María Faustina su deseo de que pintara la imagen, “Yo
deseo que haya una fiesta de la Misericordia. Quiero que la imagen que pintarás
con el pincel sea solemnemente bendecida el primer domingo después de Pascua;
ese domingo debe ser la fiesta de la Misericordia”.
En los años siguientes, Jesús repitió este deseo en 14 ocasiones, definiendo
precisamente la posición de esta fiesta en el calendario litúrgico de la
Iglesia, el motivo y el objetivo de instituirla, el modo de preparar y
celebrarla, así como las gracias con ella vinculadas.
La elección del primer domingo después de Pascua tiene su profundo sentido
teológico pues indica la estrecha unión entre el misterio pascual de Redención y la fiesta de la
Misericordia. Los textos litúrgicos de ese día, del segundo domingo de Pascua,
son concernientes a la institución del Sacramento de Penitencia, el Tribunal de
la Divina Misericordia, de manera que van perfectamente con las peticiones de
nuestro Señor.
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