sábado, 6 de abril de 2013

Fiesta de la Divina Misericordia


Como parte de las revelaciones de Jesús a la Santa Faustina sobre la Divina Misericordia, Jesús le pidió en diversas ocasiones que se dedicara una fiesta en honor a la Divina Misericordia y que esta fiesta fuera celebrada el domingo después de la Pascua.

Jesús habló por primera vez de instituir esta fiesta en 1931 en Plock, cuando comunicaba a Santa María Faustina su deseo de que pintara la imagen, “Yo deseo que haya una fiesta de la Misericordia. Quiero que la imagen que pintarás con el pincel sea solemnemente bendecida el primer domingo después de Pascua; ese domingo debe ser la fiesta de la Misericordia”.

En los años siguientes, Jesús repitió este deseo en 14 ocasiones, definiendo precisamente la posición de esta fiesta en el calendario litúrgico de la Iglesia, el motivo y el objetivo de instituirla, el modo de preparar y celebrarla, así como las gracias con ella vinculadas.

La elección del primer domingo después de Pascua tiene su profundo sentido teológico pues indica la estrecha unión entre el misterio pascual de Redención y la fiesta de la Misericordia. Los textos litúrgicos de ese día, del segundo domingo de Pascua, son concernientes a la institución del Sacramento de Penitencia, el Tribunal de la Divina Misericordia, de manera que van perfectamente con las peticiones de nuestro Señor.
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LA PAZ NO TIENE PRECIO. PAPA FRANCISCO



La paz no se compra ni se vende: es un don de Dios. Y lo debemos pedir. Lo recordó el papa Francisco hoy por la mañana al hablar del estupor manifestado por los discípulos de Emaús ante de los milagros de Jesús. La ocasión fue el evangelio de Lucas, (24, 35-48), proclamado en la liturgia de la cotidiana misa matutina en la capilla de la Domus Santa Marta, con la presencia de empleados del Vaticano, que esta mañana fueron los responsables y trabajadores de la Tipografía Vaticana. 

“Los discípulos que fueron testigos de la curación del tullido y ahora ven a Jesús --dijo el pontífice- están un poco fuera de sí, no debido a una enfermedad mental: fuera de sí por el estupor” 

"¿Qué es este estupor?", se preguntó el papa. “Es algo --respondió el santo padre- que hace que estemos un poco fuera de nosotros por la alegría: esto es grande, muy grande. No es un mero entusiasmo, también los hinchas en el estadio se entusiasman cuando gana su equipo, ¿no? No, no es solamente entusiasmo, es algo más profundo: es el estupor que viene del encuentro con Jesús”. 

Este estupor, explicó el pontífice, es el inicio “del estado habitual del cristiano”. Seguramente --hizo notar- no podemos vivir siempre en el estupor, si bien esta condición deja “una huella en el alma: la consolación espiritual. Esto no obstante los problemas, los dolores, las enfermedades. 

“El último escalón de la consolación --dijo el papa- es la paz. Se inicia con el estupor, que es el tono menor. De este estupor y de esta consolación nace la paz”. 

El cristiano, incluso en las pruebas más dolorosas nunca pierde “la paz y la presencia de Jesús”, y con “un poco de coraje podemos decirle al Señor: `Señor dame esta gracia que es la huella del encuentro contigo: la consolación espiritual`”. Y sobre todo, subrayó, “no hay que perder nunca la paz”. Miremos al Señor, quien “sufrió tanto sobre la cruz, pero no perdió la paz. La paz, esta no es nuestra: no se vende ni se compra”. "Es un don de Dios que debemos pedir. En efecto, el estado del cristiano debe ser la consolación espiritual, a pesar de los problemas, dolores, enfermedades. 

El papa concluyó pidiendo la gracia de la consolación espiritual y de la paz, que «inicia con este estupor de alegría en el encuentro con Jesucristo».