martes, 16 de diciembre de 2014

Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha



Del Salmo 33:

Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha


Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.


Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha


Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
Él lo escucha y lo salva de sus angustias.


Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha


Pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.


Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha


El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a Él.



Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha

De News.va

Francisco, la salvación es un corazón humilde que se confía de Dios

Dios salva un corazón arrepentido, mientras quien no se confía en Él atrae a sí mismo la condena. Lo ha subrayado el Papa Francisco en su homilía matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta.
La humildad salva al hombre ante los ojos de Dios, la soberbia lo hace perderse. La llave está en el corazón. Aquel del humilde es abierto, sabe arrepentirse, aceptar una corrección y se confía en Dios. Aquel soberbio es exactamente el opuesto: arrogante, cerrado, no conoce la vergüenza, es impermeable a la voz de Dios. El pasaje del profeta Sofonías y aquel del Evangelio sugieren al Papa Francisco una reflexión paralela. Ambos textos, observa, hablan de un juicio del cual dependen salvación y condena.
La situación descrita por el profeta Sofonías es aquella de una ciudad rebelde, en la cual no obstante, hay un grupo que se arrepiente de los propios pecados: esto, subraya el Papa, es el “pueblo de Dios” que tiene en sí las “tres características” de “humildad, pobreza, confianza en el Señor”. Pero en la ciudad están también aquellos que, dice Francisco, “no han aceptado la corrección, no han confiado en el Señor”. A ellos les tocará la condena:
“Estos no pueden recibir la salvación. Ellos están cerrados a la salvación. ‘Dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre; confiará en el nombre del Señor’ para toda la vida. Y esto hasta hoy, ¿no? Cuando vemos al santo pueblo de Dios que es humilde, que tiene sus riquezas en la fe en el Señor, en la confianza en el Señor – el pueblo humilde, pobre, que confía en el Señor: y estos son los salvados y éste es el camino de la Iglesia ¿no? Debe ir por este camino, no por otro camino que no escucha la voz, que no acepta la corrección y no confía en el Señor”.
La escena del Evangelio es aquella del contraste entre los dos hijos invitados por el padre a trabajar en la viña. El primero, rechaza, pero luego se arrepiente y va; el segundo dice sí al padre, pero en realidad lo engaña. Jesús cuenta esta historia a los jefes del pueblo, afirmando con claridad que son ellos que no han querido escuchar la voz de Dios a través de Juan y que por esto, en el Reino de los cielos serán superados por publicanos y prostitutas, que en cambio han creído en Juan. Y el escándalo suscitado por esta última afirmación, observa el Papa, es idéntico a aquel de tantos cristianos que se sienten “puros” sólo porque van a misa y hacen la comunión. Pero Dios, dice Francisco, tiene necesidad de otra cosa:
“Si tu corazón no es un corazón arrepentido, si no escuchas al Señor, no aceptas las correcciones y no confías en Él, tienes un corazón no arrepentido. Estos hipócritas que se escandalizaban de esto que dice Jesús sobre los publicanos y las prostitutas, pero luego, a escondidas, iban a buscarlos o para desahogar sus pasiones o para hacer negocios – pero todo a escondidas – eran puros. Y a estos el Señor no los quiere".
Este juicio “nos da esperanza” asegura el Papa Francisco. Con tal de que se tenga el coraje de abrir el corazón a Dios sin reservas, donándole también la “lista” de los propios pecados. Y para explicarlo, el Papa recuerda la historia de aquel santo que pensaba de haberle dado todo al Señor, con extrema generosidad:
“Escuchaba al Señor, hacía todo según su voluntad, daba al Señor y el Señor: ‘Pero tú todavía no me has dado una cosa’. Y el pobre era tan bueno y dice: ‘Pero Señor, ¿qué cosa no te he dado?’ Te he dado mi vida, trabajo para los pobres, trabajo para la catequesis, trabajo aquí, trabajo allá…’ ‘Pero tú no me has dado algo todavía’. ¿Qué, Señor?’ ‘Tus pecados’. Cuando nosotros seamos capaces de decir al Señor: ‘Señor, estos son mis pecados – no son de aquel, de aquel…son los míos. Tómalos Tú y así yo estaré salvado -  cuando nosotros seremos capaces de hacer esto, nosotros seremos aquel hermoso pueblo, ‘pueblo humilde y pobre’, que confía en el nombre del Señor. El Señor nos conceda esta gracia”.
(MCM-RV)

ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO A MARÍA INMACULADA


Virgen Santa e Inmaculada, a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo, nos acogemos con confianza y amor.
Eres toda belleza, María. En Ti no hay mancha de pecado.
Renueva en nosotros el deseo de ser santos: que en nuestra palabra resplandezca la verdad, que nuestras obras sean un canto a la caridad, que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón brillen la pureza y la castidad, que en nuestra vida se refleje
el esplendor del Evangelio.
Eres toda belleza, María. En Ti se hizo carne la Palabra de Dios.
Ayúdanos a estar atentos a la voz del Señor: que no seamos sordos al grito de los pobres, que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre distraídos, que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos dejen indiferentes, que amemos y respetemos la vida humana.
Eres toda belleza, María. En Ti vemos
la alegría completa de la vida dichosa con Dios.
Haz que nunca perdamos el rumbo: que la luz de la fe ilumine nuestra vida, que la fuerza consoladora de la esperanza
dirija nuestros pasos, que el ardor del amor inflame nuestro corazón, que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente de la verdadera alegría.
Eres toda belleza, María.
Escucha nuestra oración,
atiende a nuestra súplica: que el amor misericordioso de Dios
en Jesús nos seduzca, que la belleza divina nos salve, a nosotros,
a nuestra ciudad y al mundo entero.

Lectura Espiritual

En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?», o bien: «¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?». 

Cuando uno intenta escuchar al Señor, suele haber tentaciones. Una de ellas es simplemente sentirse molesto o abrumado y cerrarse; otra tentación muy común es comenzar a pensar lo que el texto dice a otros, para evitar aplicarlo a la propia vida. También sucede que uno comienza a buscar excusas que le permitan diluir el mensaje específico de un texto. Otras veces pensamos que Dios nos exige una decisión demasiado grande, que no estamos todavía en condiciones de tomar. 

Esto lleva a muchas personas a perder el gozo en su encuentro con la Palabra, pero sería olvidar que nadie es más paciente que el Padre Dios, que nadie comprende y espera como Él. Invita siempre a dar un paso más, pero no exige una respuesta plena si todavía no hemos recorrido el camino que la hace posible. Simplemente quiere que miremos con sinceridad la propia existencia y la presentemos sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a seguir creciendo, y que le pidamos a Él lo que todavía no podemos lograr.
EVANGELII GAUDIUM. Papa Francisco

¿Cuál de los dos cumplió la voluntad del Padre?


Evangelio según San Mateo 21,28-32.

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
"¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: 'Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña'.

El respondió: 'No quiero'. Pero después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: 'Voy, Señor', pero no fue.

¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?". "El primero", le respondieron. Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.

En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él".

Oración para revestirse con la Armadura de Dios

La vida de todo ser humano, esté conciente de ello o no, está llena de batallas... más aún la de un cristiano comprometido, que busca seguir el camino de la santidad al que le llama Jesús... por eso san Pablo nos aconseja que nos revistamos con la Armadura de Dios...

Esta oración se basa en un pasaje de la carta a los Efesios (6, 13-18)... y más que una oración, más que algo que nos “ponemos”... se trata de un estilo de vida... pues revestirse de la armadura de Dios es revestirse de Jesucristo mismo...

Oración para revestirse con la Armadura de Dios
(basada en Efesios 6, 13-18)

Padre Celestial, yo ahora, por la fe, pido la protección de tu armadura para que pueda permanecer firme contra Satanás y todas sus huestes y, en el nombre del Señor Jesús, vencerlas.
Yo acato tu verdad contra las mentiras y los errores del enemigo astuto.
Yo tomo tu justicia para vencer los malos pensamientos y las acusaciones de Satanás.
Yo tomo el equipo del Evangelio de la paz y dejo la seguridad y las comodidades de la vida para combatir al enemigo.
Y, por encima de todo, tomo tu fe para cerrar el camino de mi alma a las dudas e incredulidades.
Yo tomo tu salvación y confío en Ti para que protejas mi cuerpo y mi alma contra los ataques de Satanás.
Yo tomo tu Palabra y oro para que el Espíritu Santo me capacite para usarla eficazmente contra el enemigo, para cortar toda esclavitud y para liberar a todo cautivo de Satanás, en el poderoso y conquistador nombre de Jesucristo, mi Señor.
Yo me visto con esta armadura, viviendo y orando en completa dependencia de Ti, bendito Espíritu Santo. Amén.

Oración
Señor Jesús, quiero en este momento clamar al poder redentor de tu Sangre, lavando nuestra mente, nuestro conciente, subconsciente e inconsciente. Queremos pedir, oh Padre, que todas las fortalezas que el maligno ha erguido en nuestra mente sean destruidos ahora en el Nombre y autoridad de Cristo Jesús y por el poder de Su Preciosa Sangre. Amén.