jueves, 15 de diciembre de 2016

Los dominicos lanzan su nueva web de evangelización


La web consta de más de 700 páginas de contenidos, más de 3.000 artículos de blogs, centenares de vídeos y audios, miles de fotografías, eventos y miles de noticias
Dominicos España estrena la nueva web de evangelización dominicos.org, un portal con un diseño limpio y atractivo que se adapta a todos los dispositivos móviles y del que destaca su gran usabilidad. En la nueva web se han destacado la predicación, el estudio y la espiritualidad como partes fundamentales de la evangelización.
El prior de la Provincia de Hispania de los dominicos, fray Jesús Díaz Sariego, enmarca el lanzamiento de este proyecto dentro del VIII centenario de la Orden de Predicadores, un momento propicio para renovar la predicación de dominicos y dominicas, que quieren aprovechar toda la riqueza de su tradición para mirar al futuro. El provincial subraya también que los dominicos son conscientes de la importancia de la comunicación y sus nuevos medios para la evangelización hoy en día, y anota que están haciendo una gran apuesta en este campo.
La web, que ha sido renovada por completo, cuenta con más de 700 páginas de contenidos, más de 3.000 artículos de blogs, centenares de vídeos y audios, miles de fotografías, eventos y miles de noticias. Destaca el servicio de predicación, que los dominicos vienen ofreciendo ininterrumpidamente a diario desde 1998. Actualmente tiene más de 12.000 personas suscritas y lo utilizan sacerdotes, agentes de pastoral, y personas de todo el mundo que quieren reflexionar, orar o estudiar la Palabra de Dios cada día.
El director de la Oficina de Comunicación, fray Iván Calvo Alonso, explica que el desarrollo de la web ha supuesto más de dos años de trabajo de la oficina de comunicación. Comenzó con pormenorizados estudios técnicos, estadísticos y de contenidos, para priorizar aquellas secciones que más interesan a sus usuarios y hacerlas mucho más accesibles: «Hemos querido estar en este mundo digital de la mejor manera posible, con profesionalidad, ofreciendo esos ricos contenidos de una manera muy visual, con gran protagonismo multimedia, facilitando el acceso a esos contenidos y que puedan ser consultados desde cualquier plataforma tecnológica: ordenador, móvil, tablets, como espera la sociedad de hoy».
Alán Rives y José Alberto de Blas, programador y diseñador gráfico respectivamente, explican la nueva cara de la web y sus entresijos tecnológicos. Además de las secciones de predicación, espiritualidad y estudio destacan la institucional, la de misión, una de familia dominicana y un servicio para la prensa. En la portada de la web tienen mucha importancia los enlaces a las redes sociales, donde los dominicos tienen una gran actividad, así como la sección de noticias o la agenda.
La presentación de la web ha tenido lugar en el espacio utopic_Us, un espacio de colaboración ubicado en el centro de Madrid, una muestra de la intención de los dominicos de crear un proyecto que sea lugar de encuentro y de creatividad y que lleve la Palabra de Dios al corazón de la Humanidad.
El director de la Oficina de Comunicación terminó explicando los objetivos del nuevo portal: «Oración, estudio, comunidad y predicación pueden resumir perfectamente el origen y desarrollo de esta página cuyo principal objetivo no es contar quiénes somos los dominicos (aunque también lo hagamos), sino ofrecer lo mejor que sabemos hacer los dominicos: predicación, estudio y espiritualidad».
Más información: www.dominicos.org
Dominicos
Alfa y Omega

«La Iglesia de Madrid toma partido de manera incondicional por las víctimas de la violencia machista»


Las últimas estadísticas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, con datos de 2015, nos dicen que una de cada ocho mujeres sufre alguna forma grave de maltrato. «Como Iglesia, no podemos mirar hacia otro lado», dijo este miércoles el vicario de Madrid de Pastoral Social e Innovación, José Luis Segovia, al inaugurar la jornada STOP violencia contra la mujer, organizada por el Arzobispado y la Fundación Luz Casanova.
A lo largo de toda la mañana, varias expertas de esta obra social de las Apostólicas del Corazón de Jesús abordaron en el salón de actos de Alfa y Omega diversos aspectos de un problema, sobre el que –coincidieron muchas intervenciones– existe un profundo desconocimiento dentro de la Iglesia, e incluso en ocasiones no pocas reticencias a reconocerlo, debido a que algunos lo vinculan a la llamada ideología de género. La necesidad de formación afecta tanto a la detección de casos de maltrato –que, sistemáticamente, las víctimas intentan ocultar–, como al acompañamiento posterior o a la información sobre los recursos disponibles a los que se puede derivar a estas mujeres, sabiendo que los procesos de superación de este tipo de traumas son complejos y habitualmente muy largos.
Mensaje del cardenal Osoro
Segovia trajo dos «mensajes claros y contundentes» del cardenal Osoro: «el primero es una palabra de aliento, de consuelo y de fuerza a todas las mujeres que sufren cualquier forma de humillación, vejación o maltrato, físico o psicológico». «La Iglesia de Madrid –añadió el vicario– quiere que las víctimas la sientan inequívoca, radical, afectiva y efectivamente de su lado; la Iglesia católica de Madrid toma partido de manera absoluta e incondicional por las víctimas de una insufrible y detestable violencia machista que oculta la pretensión de relaciones de dominación, cosificación y apropiación sobre las víctimas. No es ese el tipo de relación horizontal, pacífica, dialogante e igualitaria a la que nos convoca el Evangelio de Jesús; un Evangelio que denuncia a quienes pretenden imponer la lógica de la violencia».
«El segundo mensaje –prosiguió su lectura– es de felicitación y apoyo sincero a las personas, fundamentalmente mujeres y entidades que, como es el caso de la Fundación Luz Casanova, han hecho frente a esta lacra dando respuestas concretas de acogida, escucha, protección y tutela a las víctimas, creando espacios convivenciales seguros en que las mujeres maltratadas puedan recomponer su vida y la felicidad a que tienen derecho. Particularmente me ha pedido que os diga a quienes desde el Evangelio os ocupáis de esta parcela del dolor humano que la Iglesia se siente muy orgullosa de contar entre sus filas con personas de vuestra calidad humana y cristiana y del empeño de vuestra entidad y el de otras congregaciones religiosas, junto con otras instituciones civiles, por dignificar y pacificar las relaciones interpersonales según el sueño del buen Dios, particularmente entre hombres y mujeres, tiñéndolas de la cultura de un cariño autentico que no es dominación, sino el triunfo de la libertad y del respeto mutuos».
Desechar toda forma de machismo
José Luis Segovia subrayó que, en el propio seno de la Iglesia, «tenemos a no pocas mujeres maltratadas y, lo que nos ha de causar mayor escándalo, también maltratadores». Se trata de comportamientos ampliamente extendidos en la sociedad de los que ningún ámbito social se libra, añadió el vicario, que recordó una reciente investigación de la Comisión Europea en la que «se ponía de manifiesto la tolerancia de parte de la población, hombres y mujeres, hacia formas de violencia y abuso sexual contra las mujeres por el hecho de estar borrachas, llevar ropa sugerente, no decir claramente que “no” o no resistirse físicamente. Esto unido a la todavía ignorancia de las vías existentes» para abandonar relaciones de maltrato «hace de las mujeres que sufren violencia un grupo de especial vulnerabilidad».
«No podemos dejar de sentirnos concernidos», advirtió Segovia. «Tenemos que tener la valentía y coherencia de dejarnos mirar a los ojos por quienes, las más de las veces encapsuladas en una espantosa soledad vergonzante, sufren este infierno».
De entrada, es preciso reconocer que «el perfil de la víctima tiene más de que ver con su condición de mujer que con cualquier otra consideración de clase social, cultural» o del tipo que sea, puesto que la violencia machista se da en todos los extractos sociales. Y «lo peor es que estos patrones violentos, groseramente machistas, parecen estar reproduciéndose entre las generaciones más jóvenes», debido a que «el modelado social que reciben de los mayores» o de «la industria del ocio» reproduce «una cultura machista, violenta, nada empática –más bien psicopática– en la que todo se alcanza mediante el poder a toda costa y en la que todo vale para conseguir resultados a corto plazo».
El problema de la violencia doméstica es real, y «la Iglesia tiene una especial responsabilidad especial, si quiere ser un referente moral creíble en la sociedad. Lo será si caemos en la cuenta de que denunciamos la violencia contra la mujer, pero no estamos inmunizados frente a ella».
Pero «todo será poco si no nos posicionamos radicalmente del lado de las mujeres víctimas de toda forma de violencia», si sus relatos «no nos resultan absolutamente creíbles a priori» y si «no tomamos partido de manera incondicional en su favor». «No nos es lícito separarnos de su vera, no nos está permitido bajarnos de este tren en marcha» ni «apartarnos de las cruces de las mujeres que sufren sino empeñarnos con toda pasión y ternura en desclavarlas de esas cruces y en denunciar a los hombres que sin escrúpulos las han clavado en ellas».
Por ello –concluyó–, «ojalá que la Iglesia, las parroquias y comunidades cristianas sean territorio seguro para las víctimas», y «ojalá que desechemos de nuestro lado toda forma de violencia y de machismo».
Infomadrid / R. Benjumea / Foto: María Pazos

COMENTARIO DE BENEDICTO XVI AL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS (7,24-30)






“Queridos hermanos y hermanas:

(...) En los Evangelios se pone muy bien de relieve el papel de Juan el Bautista respecto a Jesús. En particular, san Lucas relata su nacimiento, su vida en el desierto, su predicación; y san Marcos nos habla de su dramática muerte. 

Juan Bautista comienza su predicación bajo el emperador Tiberio, en los años 27-28 d.C., y a la gente que se reúne para escucharlo la invita abiertamente a preparar el camino para acoger al Señor, a enderezar los caminos desviados de la propia vida a través de una conversión radical del corazón (cf. Lc 3, 4). 

Pero el Bautista no se limita a predicar la penitencia, la conversión, sino que, reconociendo a Jesús como «el Cordero de Dios» que vino a quitar el pecado del mundo (Jn 1, 29), tiene la profunda humildad de mostrar en Jesús al verdadero Enviado de Dios, poniéndose a un lado para que Cristo pueda crecer, ser escuchado y seguido. 

Como último acto, el Bautista testimonia con la sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios, sin ceder o retroceder, cumpliendo su misión hasta las últimas consecuencias. (...) Por amor a la verdad no admitió componendas y no tuvo miedo de dirigir palabras fuertes a quien había perdido el camino de Dios.

Vemos esta gran figura, esta fuerza en la pasión, en la resistencia contra los poderosos. Preguntamos: ¿de dónde nace esta vida, esta interioridad tan fuerte, tan recta, tan coherente, entregada de modo tan total por Dios y para preparar el camino a Jesús? La respuesta es sencilla: de la relación con Dios, de la oración, que es el hilo conductor de toda su existencia. 

Juan es el don divino durante largo tiempo invocado por sus padres, Zacarías e Isabel (cf. Lc 1, 13); un don grande, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad avanzada e Isabel era estéril (cf. Lc 1, 7); pero nada es imposible para Dios (cf. Lc 1, 36). El anuncio de este nacimiento se produce precisamente en el lugar de la oración, en el templo de Jerusalén; más aún, se produce cuando a Zacarías le toca el gran privilegio de entrar en el lugar más sagrado del templo para hacer la ofrenda del incienso al Señor (cf. Lc 1, 8-20). 

También el nacimiento del Bautista está marcado por la oración: el canto de alegría, de alabanza y de acción de gracias que Zacarías eleva al Señor y que rezamos cada mañana en Laudes, el «Benedictus», exalta la acción de Dios en la historia e indica proféticamente la misión de su hijo Juan: preceder al Hijo de Dios hecho carne para prepararle los caminos (cf. Lc 1, 67-79). 

Toda la vida del Precursor de Jesús está alimentada por la relación con Dios, en especial el período transcurrido en regiones desiertas (cf. Lc 1, 80); las regiones desiertas que son lugar de tentación, pero también lugar donde el hombre siente su propia pobreza porque se ve privado de apoyos y seguridades materiales, y comprende que el único punto de referencia firme es Dios mismo. 

Pero Juan Bautista no es sólo hombre de oración, de contacto permanente con Dios, sino también una guía en esta relación. El evangelista san Lucas, al referir la oración que Jesús enseña a los discípulos, el «Padrenuestro», señala que los discípulos formulan la petición con estas palabras: «Señor enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos» (cf. Lc 11, 1).

Queridos hermanos y hermanas (...) la vida cristiana exige, por decirlo así, el «martirio» de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, la valentía de dejar que Cristo crezca en nosotros, que sea Cristo quien oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones. 

Pero esto sólo puede tener lugar en nuestra vida si es sólida la relación con Dios. La oración no es tiempo perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso a las actividades apostólicas, sino que es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces de tener una vida de oración fiel, constante, confiada, será Dios mismo quien nos dará la capacidad y la fuerza para vivir de un modo feliz y sereno, para superar las dificultades y dar testimonio de él con valentía. 

Que san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre el primado de Dios en nuestra vida”.

Benedicto XVI, catequesis del 29-8-2012)

EL PUEBLO PROCLAMABA QUE DIOS ES JUSTO . (EVANGELIO DE HOY)



Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,24-30):

Cuando se marcharon los mensajeros de Juan, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan:

«¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Pues ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad, los que se visten fastuosamente y viven entre placeres están en los palacios reales.

Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío me mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”.

Porque os digo, entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él».

Al oír a Juan, todo el pueblo, incluso los publicanos, recibiendo el bautismo de Juan, proclamaron que Dios es justo. Pero los fariseos y los maestros de la ley, que no habían aceptado su bautismo, frustraron el designio de Dios para con ellos.

Palabra del Señor

Catequesis del Papa: “Seamos mensajeros de paz para un mundo que tiene hambre y sed de justicia”

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Nos estamos acercando a la Navidad, y el profeta Isaías una vez más nos ayuda a abrirnos a la esperanza acogiendo la Buena Noticia de la llegada de la salvación.
El capítulo 52 de Isaías inicia con la invitación dirigida a Jerusalén para que se despierte, se quite de encima el polvo y las cadenas y se revista con los vestidos más bellos, porque el Señor ha venido a liberar a su pueblo (vv. 1-3). Y agrega: «Mi Pueblo conocerá mi Nombre en ese día, porque yo soy aquel que dice: ¡Aquí estoy!» (v. 6).
A este, “aquí estoy” dicho por Dios, que resume toda su voluntad de salvación y de acercarse a nosotros, responde el canto de alegría de Jerusalén, según la invitación del profeta. Es un momento histórico muy importante. Es el fin del exilio en Babilonia, es la posibilidad para Israel de encontrar a Dios y, en la fe – en la fe – encontrase a sí mismo. El Señor está cerca, y el “pequeño resto”, es decir, el pequeño pueblo que ha quedado después del exilio, el “pequeño resto” que en el exilio ha resistido en la fe, que ha atravesado la crisis y ha continuado creyendo y esperando incluso en medio de la oscuridad, aquel “pequeño resto” podrá ver las maravillas de Dios.
A este punto el profeta introduce un canto de júbilo: «¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación, y dice a Sión: ¡Tu Dios reina!. […] ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén!, – las ruinas deben cantar porque llega la liberación, viene la reconstrucción – ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, él redime a Jerusalén! El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, verán la salvación de nuestro Dios» (Is 52,7.9-10).
Hasta aquí, Isaías. Estas palabras de Isaías, sobre las cuales queremos detenernos un poco, hacen referencia al milagro de la paz, y lo hacen de un modo muy particular, poniendo la mirada no sobre el mensajero, sino sobre sus pies que corren veloz: «¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia…».
Parece el esposo del Cantar de los Cantares que corre hacia su amada: «Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las colinas» (Cant 2,8). También así, el mensajero de la paz corre, llevando la buena noticia de liberación, de salvación, y proclamando que Dios reina.
Dios no ha abandonado a su pueblo y no se ha dejado derrotar por el mal, porque Él es fiel, y su gracias es más grande del pecado. Esto debemos aprenderlo, ¿eh? ¡Porque nosotros somos testarudos! Y no aprendemos esto. Pero yo les hare una pregunta: ¿Quién es más grande, Dios o el pecado? ¿Quién? … Ah, no están convencidos. No se escucha bien. Y ¿Quién vence al final? ¿Dios o el pecado? Y ¿Dios es capaz de vencer el pecado más grave? También ¿el pecado más vergonzoso? ¿Incluso el pecado que es terrible, el peor de los pecados, es capaz de vencerlo? Sí. Y esta pregunta no es fácil, veamos si entre ustedes hay un teólogo o una teóloga para responder: ¿Con qué armas vence Dios el pecado? Con el amor. Bien, tantos buenos teólogos. Y esto – que Dios vence el pecado – quiere decir que “Dios reina”; son estas las palabras de la fe en un Señor cuya potencia se inclina hacia la humanidad, se abaja, para ofrecer misericordia y liberar al hombre de lo que desfigura en él la imagen bella de Dios, porque cuando estamos en el pecado la imagen de Dios se desfigura. Y el cumplimiento de tanto amor será justamente el Reino instaurado por Jesús, aquel Reino de perdón y de paz que nosotros celebramos con la Navidad y que se realiza definitivamente en la Pascua. Y la alegría más bella de la Navidad es aquella alegría interior de paz: el Señor ha cancelado mis pecados, el Señor me ha perdonado, el Señor ha tenido misericordia de mí, ha venido a salvarme. Esta es la alegría de la Navidad.
Son estos, hermanos y hermanas, los motivos de nuestra esperanza. Cuando todo parece terminar, cuando, ante tantas realidades negativas, la fe se hace difícil y viene la tentación de decir que nada más tiene sentido, ahí está en cambio la bella noticia traída por esos pies veloces: Dios está viniendo a realizar algo nuevo, a instaurar un reino de paz; Dios ha “desnudado su brazo” y viene a traer libertad y consolación. El mal no triunfará por siempre, existe un final para el dolor. La desesperación ha sido vencida porque Dios está entre nosotros.
Y también nosotros estamos llamados a despertarnos un poco, como Jerusalén, según la invitación que le dirige el profeta; estamos llamados a convertirnos en hombre y mujeres de esperanza, colaborando con la llegada de este Reino hecho de luz y destinado a todos, hombres y mujeres de esperanza. Pero cuanto es feo cuando encontramos un cristiano que ha perdido la esperanza: “Yo no espero nada, todo ha terminado para mí”, un cristiano que no es capaz de mirar el horizonte con esperanza y ante su corazón solo hay un muro. Pero ¡Dios destruye estos muros con el perdón! Y por esto, nuestra oración, para que Dios nos de cada día la esperanza y la dé a todos, aquella esperanza que nace cuando vemos a Dios en el pesebre en Belén. El mensaje de la Buena Noticia que nos es confiado es urgente, debemos también nosotros correr como el mensajero sobre los montes, porque el mundo no puede esperar, la humanidad tiene hambre y sed de justicia, de verdad, de paz.
Y viendo al pequeño Niño de Belén, los pequeños del mundo sabrán que la promesa se ha cumplido, el mensaje se ha realizado. En un niño apenas nacido, necesitado de todo, envuelto en pañales y puesto en un pesebre, está contenida toda la potencia del Dios que salva. Se necesita abrir el corazón – la Navidad es un día para abrir el corazón – se necesita abrir el corazón a tanta pequeñez que está ahí, en aquel niño, y tanta maravilla que está ahí. Es la maravilla de la Navidad, a la cual nos estamos preparando, con esperanza, en este tiempo de Adviento. Es la sorpresa de un Dios niño, de un Dios pobre, de un Dios débil, de un Dios que abandona su grandeza para hacerse cercano a cada uno de nosotros. Gracias.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)