Marta acoge a Jesús en casa, y puede simbolizar la fe que acoge a Jesús, y por ello se siente desasosegada y atareada, pues quiere obsequiarlo como se merece. ¡ES LA FE DE LAS PERSONAS ACTIVAS! María, su hermana, escucha a Jesús sentada a sus pies. ES LA FE DE LAS PERSONAS CONTEMPLATIVAS.
Las palabras de reproche de Jesús a Marta son pronunciadas cuando ella protesta porque su hermana no hace nada. Como si la actitud de escuchar, y escuchar a Jesús y contemplarlo, no fuera importante para acogerlo.
Es más bien una palabra de bendición de Jesús a María: “Ha escogido la parte mejor y no se la quitarán”.
¡ES LA FE DE LAS PERSONAS CONTEMPLATIVAS QUE ESCUCHAN Y MIRAN A JESÚS!
Y SEGUIDAMENTE DEBEMOS AÑADIR: NOSOTROS TAMBIÉN HEMOS DE SER COMO ESTAS PERSONAS.
Jesús aprovecha una ocasión muy corriente para decir algo harto repetido: “andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria”. Él mismo es lo único necesario.
La figura de María no simboliza el hecho de escuchar sin hacer nada. Es abrirse a Jesús, escuchar su palabra que ilumina el sentido de la vida; quiere decir orar, contemplar, leer, pensar, reflexionar, celebrar la fe. Se trata de callar y escuchar al Señor para aprender a vivir; sí, para aprender a vivir a su lado, para acogerlo de todo corazón.
¡La figura de Marta nos retrata muy bien a muchos de nosotros!, siempre preocupados por ofrecer lo mejor a Jesús y, por ello, inquietos, atareados, con frecuentes reuniones y actividades. El peligro reside en que al estar tan preocupados por “hacer”, por la acción, nos olvidemos de la persona y la dejemos sola.
No obstante, la acción es del todo necesaria. Desde el ejercicio de las responsabilidades cotidianas, hasta los compromisos de servicio y de transformación de la realidad.
Por todo ello, no hemos de escoger: o Marta o María, sino Marta y María, al mismo tiempo.
Todos sabemos por experiencia que, cuando nos invitan, nos complace todo lo que nos han preparado, lo que nos ofrecen, pero todavía nos gusta más que se ocupen de nosotros, que nos atiendan y nos acompañen.
Es cierto que en la vida no podemos serlo todo. Por esta razón en la vida cristiana hay el acento contemplativo, específico de los monjes y las monjas, y el acento de la vida activa, que corresponde a la mayoría de nosotros. También en este caso debemos buscar momentos, espacios, tiempos, celebraciones que nos ayuden a ser como María, a vivir el acento o la dimensión contemplativa.
Un ejemplo: en la Eucaristía repetimos con frecuencia: ¡El Señor esté con vosotros! Y esta es la gran verdad de la Eucaristía. Pero, para que la Iglesia pueda poner esta mesa han sido necesarias muchas Martas que la hayan dispuesto, y así, todos nosotros, como María, podemos acoger, escuchar, contemplar y amar a Jesús. Al mismo tiempo, muchas Marías nos recuerdan su importancia decisiva para nuestras vidas.
Mons. Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona