Cada
hombre tiene un encuentro personal con el Señor. Un encuentro verdadero,
concreto, que puede cambiar radicalmente la vita. El secreto no está sólo en
darse cuenta de ello, sino también en nunca perder la memoria del mismo, para
conservar su frescura y belleza. Lo afirmó el Papa en la misa que celebró el
viernes 24 de abril, por la mañana, en la capilla de Santa Marta. Con alguna
«tarea para hacer en casa» y dos sugerencia prácticas: rezar para pedir la
gracia de recordar y luego releer el Evangelio para reflejarse en los numerosos
encuentros de Jesús.
La
primea lectura (Hch 9, 1-20), destacó inmediatamente el
Papa Francisco, relata precisamente «la historia de Saulo - Pablo», el hecho de
estar «convencido de su doctrina, incluso acérrima». Pero «este celo lo llevaba
a perseguir al nuevo camino que había nacido allí, es decir, a los cristianos».
Así Saulo «pidió las cartas para las sinagogas de Damasco con el fin de ser
autorizado para conducir a los cristianos encadenados». Y «esto lo hacía con el
celo de Dios».
Luego, explicó el Papa, «sucedió lo que hemos escuchado y
que todos sabemos: la visión, y él cayó del caballo». En ese punto, recordó el
Papa Francisco, «el Señor le habla: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?”
—“¿Quién eres, Señor?”— “Soy Jesús”». Se da así «el encuentro de Pablo con
Jesús».
Hasta ese momento Pablo «creía que todo lo que decían los
cristianos eran historias». Pero «he aquí que se encuentra con Él y jamás
olvidará ese encuentro: le cambia la vida y lo hace crecer en el amor al Señor
que antes perseguía y ahora ama». Un encuentro, añadió el Papa, que lleva a
Pablo «a anunciar el nombre de Jesús al mundo como instrumento de salvación».
Así, pues, es cómo sucedió y lo que significó «el encuentro de Pablo con
Jesús».
«En la Biblia —afirmó el Papa Francisco— hay muchos otros
encuentros». También «en el Evangelio». Y son «todos distintos» entre sí.
Verdaderamente «cada uno tiene su encuentro con Jesús». Pensemos, sugirió el
Papa, «en los primeros discípulos que seguían a Jesús y permanecieron con Él
toda la tarde —Juan y Andrés, el primer encuentro— y fueron felices por esto».
En tal medida que «Andrés fue al encuentro de su hermano Pedro —se llamaba
Simón en ese tiempo— y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías”». Es «otro
encuentro entusiasta, feliz, y condujo a Pedro hacia Jesús». Siguió, luego, «el
encuentro de Pedro con Jesús» que «fijó su mirada en él». Y Jesús le dijo: «Tú
eres Simón, hijo de Juan. Te llamarás Cefas», «es decir piedra».
Los «encuentros», recordó el Papa Francisco, son
verdaderamente muchos. Está, por ejemplo, «el de Natanael, el escéptico». Inmediatamente
«Jesús con dos palabras lo tira por los suelos». De tal modo que el intelectual
admite: «¡Tú eres el Mesías!». Está también «el encuentro de la Samaritana que,
a un cierto punto, se siente en medio de un problema e intenta ser teóloga:
“Pero este monte, el otro…”». Y Jesús le responde: «Pero tu marido, tu verdad».
La mujer «en el propio pecado encuentra a Jesús y va a anunciarlo a los de la
ciudad: “Me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será tal vez el Mesías?”».
El Papa Francisco quiso también que se reviviera «el
encuentro del leproso, uno de los diez curados, que regresa para agradecer». Y,
además, «el encuentro de la mujer enferma desde hacía dieciocho años, que
pensaba: “Si al menos lograra tocar el manto estaría curada” y encuentra a
Jesús». Y también «el encuentro con el endemoniado del que Jesús expulsa tantos
demonios que se dirigen hacia los cerdos» y después «quiere seguirlo y Jesús le
dice: “No, vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho
contigo”».
Así, resumió el Pontífice, «podemos hallar muchos
encuentros en la Biblia, porque el Señor nos busca para tener un encuentro con
nosotros» y «cada uno de nosotros tiene su propio encuentro con Jesús». Quizá,
destacó el Pontífice, «lo olvidamos, perdemos la memoria» hasta el punto de
preguntarnos: «Pero ¿cuándo yo me encontré con Jesús o cuándo Jesús me
encontró?». Seguramente, precisó el Papa Francisco, Jesús «te encontró el día
de tu Bautismo: eso es verdad, eras niño». Y con el Bautismo, añadió, «te ha
justificado y te ha hecho parte de su pueblo».
«Todos nosotros –afirmó el Papa– hemos tenido en nuestra
vida algún encuentro con Él», un encuentro verdadero en el que «sentí que Jesús
me miraba». No es una experiencia sólo para santos». Y «si no recordamos, será
bonito hacer un poco de memoria y pedir al Señor que nos dé la memoria, porque
Él se acuerda, Él recuerda el encuentro». Al respecto el Papa Francisco hizo
referencia al libro de Jeremías donde se lee: «Recuerdo tu cariño juvenil, el
amor que me tenías de novia». Habla, por lo tanto, de «aquel encuentro
entusiasta del inicio, aquel encuentro nuevo: Él jamás olvida, sino que
nosotros olvidamos el encuentro con Jesús».
Una «buena tarea para hacer en casa» sugirió el Papa
Francisco, sería precisamente volver a pensar «cuando sentí verdaderamente al
Señor cerca de mí», «cuando sentí que tenía que cambiar de vida y ser mejor o
perdonar a una persona», «cuando sentí al Señor que me pedía algo» y, por ello,
«cuando me encontré al Señor».
Nuestra fe, de hecho, «es un encuentro con Jesús».
Precisamente «este es el fundamento de la fe: he encontrado a Jesús como Saúl»
tal y como lo relata el pasaje de los Hechos de los apóstoles propuesto por la
liturgia.
Y así, prosiguió el Papa Francisco, si uno se dice a sí
mismo «no me acuerdo» del encuentro con el Señor, es oportuno que pida la
gracia: «Señor, ¿cuándo fui consciente de encontrarte? ¿Cuándo me dijiste algo
que cambió mi vida o me invitaste a dar aquel paso hacia adelante en la vida?».
Y, recomendó el Papa, «esta es una bonita oración, hacedla cada día». Y cuando
después «te acuerdes, regocíjate en ese recuerdo que es un recuerdo de amor».
«Otra bonita tarea», propuso el Papa, «sería tomar los
Evangelios» y releer las muchas historias que hay para «ver como Jesús
encuentra a la gente, como elige a los apóstoles». Y darse cuenta, quizá, de
que alguno de los encuentros se «asemeja al mío», porque «cada uno tiene su
propio» encuentro.
He aquí entonces las dos sugerencias prácticas y concretas
del Papa, «que nos harán bien». En primer lugar «rezar y pedir la gracia de la
memoria» y preguntarnos: «¿Cuándo, Señor, fue ese encuentro, ese primer amor?».
Para «no escuchar el reproche que el Señor hace en el Apocalipsis: “Pero tengo
contra ti que has abandonado tu amor primero”».
La segunda sugerencia del Papa es, precisamente, «tomar el
Evangelio y ver los numerosos encuentros de Jesús con muchas personas
diversas». Resulta evidente, explicó, que «el Señor quiere encontrarnos, quiere
que la relación con nosotros sea cara a cara». Seguramente «en nuestra vida
hubo un encuentro fuerte que nos guió a cambiar un poco la vida y a ser
mejores».
Precisamente la celebración eucarística, concluyó el
Pontífice, es «otro encuentro con Jesús, para realizar lo que hemos escuchado»
en el Evangelio (Juan 6, 52-59): «El que come mi carne y bebe mi sangre habita
en mí y yo en él». Sí, precisamente para permanecer así «en el Señor, vamos
ahora hacia este encuentro cotidiano».